ELENA WHITE Y SU ABOMINABLE RACISMO

Ellen G. White

Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

 



El racismo o discriminación racial, es una forma de discriminación de las personas recurriendo a motivos étnicos, raciales, de color, linaje u origen nacional, de tal modo que unas se consideran superiores a otras. El racismo tiene como fin intencional o como resultado, la disminución o anulación de los derechos humanos de las personas discriminadas.[1] Apareció en Europa en el siglo XIX para con el fin de justificar la supremacía de una supuesta «raza blanca» sobre el resto de la Humanidad.


La antigüedad [editar]


Si bien era habitual que las culturas antiguas manifestaran rechazo y desprecio hacia otros pueblos y hacia los extranjeros, el racismo como tal, es un concepto moderno que tiene sus primeras manifestaciones en Europa y las colonias españolas en América, durante la Edad Moderna.


En la Grecia clásica estaba vigente la discriminación al extranjero pero no por su aspecto «racial» o fenotípico. Los grandes filósofos griegos reconocían en los egipcios (a los que describían como negros) a representantes dignos de la civilización. En la Edad Media las personas negras estaban asociadas a la riqueza del mundo islámico y numerosos santos fueron negros, mientras que, hasta la Edad Moderna, los cristianos persiguieron a los judíos por su religión, y no por atribuirles una condición étnica o «racial» (Tomado de Wikipedia).


En EUA, el racismo es visto en el grupo denominado KKK (Ku Klus Klan) y que fue fundado en el año 1865 por excombatientes confederado de la guerra civil, la de Secesión. Esta asociación promocionó desde un inicio la supremacía de la raza blanca, el antisemitismo, el racismo, el anticatolicismo, la homofobia y el nativismo.


No se puede pasar por alto el racismo extremo y enfermo del siniestro y maligno Adolfo Hitler, que persiguió judíos para exterminio y también para experimentación con la finalidad de hacer surgir la raza perfecta, la aria, la llamada raza pangermánica, a través de manipulación genética.

Los pobres judíos sufrieron atroces y vergonzosas muertes por la crueldad de los experimentos que se llevaron a cabo en ellos, en los campos de concentración de Auschwitz, en Polonia, cuando se desarrollaba una de las más grandes y pavorosas orgías de locura, de sangre y muerte que la humanidad ha presenciado: La Segunda Guerra Mundial.


Los escritores tampoco han pasado por alto la discriminación racial: Howard Phillips Lovecraft. Genial escritor del género de Horror, poeta místico-oscuro, norte americano, nacido en 1890, en Providence, capital de Rhode Island, notable racista que considera a las personas de color negro como «agentes sub- humanos», «unas bestias», como veremos abajo en uno de sus poemas donde muestra elevados y absurdos prejuicios en contra de ellas:


Cuando tiempo atrás, la Tierra por dioses fue creada; A imagen y semejanza de Júpiter al incipiente Hombre moldeaban. Para tareas menores las bestias fueron creadas; Aunque de las especies humanas muy alejadas estaban. Para llenar el vació y unirlas al resto de la Humanidad, Los anfitriones del Olimpo ingeniaron un astuto plan. Una bestia forjarían, una figura semi humana, Colmada de vicios, y «negro», fue llamada.


Qué decir de Charles Darwin, consumado racista pseudo científico que aseveró que las personas negras y los aborígenes de Australia son idénticos a los gorilas y que los individuos europeos blancos pertenecen a la mejor de las razas humanas (los más «avanzados», según él). A decir verdad, las hipótesis de Darwin no se anclan en ningún descubrimiento o experimento científico. Por otro lado, él jamás llevó estudio formal y personal en biología científica.


Más que una ciencia, la Teoría de la Evolución Darwinista, es una filosofía, porque se «fundamenta» en especulaciones subjetivas, en situaciones y conceptos no demostrados. Por lo tanto, deja mucho que desear para tomarla como una verdad seria. Es conocido, que el pensamiento occidental influyó en la estructuración de la filosofía racista en la última parte del siglo XIX. Surge por esto el Darwinismo Social, emanado de la Antropología Social que aplica las ideas teóricas de Darwin de «la lucha por la vida y la supervivencia del más apto».


El racismo también es visto en al arte, como fue en el europeo del siglo XIX. Las ideas antisemitas de Richard Wagner son hechas manifiestas en sus grandes obras, una de ellas, es la ópera «El Anillo del Nibelungos».


Formas del racismo contemporáneo [editar]


Históricamente, el racismo ha servido para justificar crímenes contra la humanidad como el genocidio y diversas formas de dominación de las personas como la esclavitud, la servidumbre, el colonialismo, el neocolonialismo y el imperialismo. El racismo suele estar también relacionado con el etnocentrismo, el chauvinismo y la xenofobia. Por ejemplo, Hannah Arendt, en Los orígenes del totalitarianismo, señaló que la ideología racista conocida como «racismo popular», que se desarrolló a fines del siglo XIX, se usó para legitimizar la conquista imperialista de territorios extranjeros y los crímenes que le siguieron, tales como el genocidio de Herero y Namaqua (1904-1907) o el genocidio armenio (1915-1917) (Tomado de Wikipedia).


El caso, no termina aquí, lo más triste, que el cruel racismo también ha hecho intromisión en los asuntos religiosos y Elena White, la pseudo profetiza y «diosa» del Adventismo del Séptimo día, se encargó que en su secta fuera de esa manera, engañando exquisitamente a muchas de las personas que componen el grupo adventista:


«Pero si hubo un pecado, por encima de cualquier otro, que requería la destrucción de la raza por medio del diluvio, fue el crimen degradante de la amalgama del hombre y la bestia, un crimen que desfiguró la imagen de Dios y causó confusión por todas partes.» Spiritual gifts (Dones espirituales), tomo 3, página 64, 1864. En este pasaje, Elena White hace saber falsamente y con descaro que es posible la unión dos especies deferentes para dar un clase extraña de producto genético, vivo, contrario al designio Divino; un producto degradante a causa de la «amalgama» o unión entre un hombre y un animal o bestia (¿?). Ella no alude o insinúa, sino que asegura con claridad notable y asombrosa que este pecado, mayor que cualquier otro, «desfiguró la imagen de Dios» que causó la condena del mundo antiguo y su destrucción por medio del «Diluvio Universal» (Gn. cap. 6). Para ser bien exactos, la Biblia no dice nada acerca de esto. Tan solo es una falaz idea de parte de Elena White. Moisés, bajo Inspiración Divina (no como White), escribe, que, cuando los hombres empezaron a multiplicarse sobe la faz de la tierra les nacieron hijas, y que los «hijos de Dios», al verlas hermosas, escogieron las que desearon. Más a adelante, Moisés escribe también que en la Tierra habitaban «gigantes», producto de la relación de los «hijos de Dios» con las «hijas de los hombres» (Cap. 6, libro del Génesis). Para empezar, cuando Moisés habla de los «hijos de Dios», se refiere con gran seguridad a la descendencia humana proveniente de Set, cuyo nombre significa «sustitución». Vemos el texto que habla de este hijo concebido por Adán y Eva, después de ser asesinado Abel por su hermano Caín, tercer hijo de la primera pareja humana nacido antes de la destrucción del mundo por el Diluvio (Gn. cap. 4, de la Biblia Plenitud, Reina Valera, NVI):

«Adán volvió a unirse a su mujer, y ella tuvo un hijo al que llamó Set, porque dijo: «Dios me ha concedido otro hijo en lugar de Abel, al que mató Caín». También. Set tuvo un hijo, a quien llamó Enós. Desde entonces se comenzó a invocar el nombre del Señor» (Gn. 4:25). Desde entonces, a partir de Set, se logra una línea familiar de personas humanas que buscó el rostro del Señor y que fueron llamados por tal causa «hijos de Dios», según Gn.6:1, 4, línea que está en contraposición con los perversos e infieles descendientes de Caín. Los «hijos de Dios» dieron hombres «gigantes» (Gigante o «nefilim», palabra hebrea cuyo significado es incierto, que sugiere dos derivaciones: (1) «Separados», del verbo hebreo «palah», que significa estar separados, ser distinto; o (2) «los caídos», del verbo «nafal», que significa caer. Estos seres «caídos» o «nefilims», eran las personas de la antigüedad que estaban separados del camino de Dios. La palabra «nefilim», así lo indica.

 

La Biblia dice que en los tiempos antiguos había hombres de gran estatura: Nm. 13:31-33; Deut 2:20. Los «gigantes» que menciona el cap. 6 del Génesis, fueron famosos héroes de antaño, «de renombre», que desaparecieron con el Diluvio. No es factible en lo absoluto que hayan sido originados por una unión sobrenatural (angélica-humana). Esto lo comprobaremos próximamente.

 

Muchas personas piensan que los «hijos de Dios» de Gn. 6:1, 4 son ángeles de oscuridad, seguidores del Diablo, que se rebelaron contra Dios en la Eterna Gloria y que una vez caídos en el mundo se unieron con las hermosas hijas de los hombres procreando a estos seres «gigantescos». La ofensa a Dios que incitó a Dios para juzgar la Tierra a perecer en agua, fue, que, los Hijos de Dios, santos y piadosos, cohabitaron con las «hijas de los hombres» que procedían de la estirpe cainita, cuya descendencia fue sensual, egoísta e impía, extraña al mandato divino (Gn: 4:16-24).

 

Es cierto que en el libro de Job se les llama a los ángeles sobrenaturales «hijos de Dios» (Job. 1:6), pero se deberá tener en cuenta que los ángeles de Dios son asexuales (carecen de órganos sexuales), siendo completamente imposible que hayan tenido relaciones íntimas con las «hijas de los hombres» para dar a los «hombres de renombre» de la antigüedad. Dios no los creó para que se reprodujeran sexualmente. El Señor Jesucristo lo confirmó bien claro para no dejar duda alguna en el asunto:


«Los hijos de este siglo se casan y se dan en casamiento, pero los que son tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan ni se dan en casamiento, porque ya no pueden morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios al ser hijos de la resurrección…» (Lc. 20:34-36).


Los ángeles del cielo, son una «compañía» y no una raza (Heb. 12:22). No hay ningún versículo bíblico que diga que existan «los hijos de los ángeles». Entre los ángeles no hay un sexo que los define como seres masculinos o femeninos. Aunque el término «ángel» aparece en la Biblia en género masculino, también se aplica a los seres donde no hay ninguna diferenciación sexual.


La creencia quimérica de que era posible el cruzar un ser humano con un animal para dar una especie diferente se difundió en le siglo XIX. Genéticamente, esto es imposible; no hay fundamentos científicos que la respalden. Es una mentira atroz y garrafal, producto de algunas mentes depravadas y racistas, como la de Elena White.


Hemos explicado, con «Biblia en mano», que la causa del Diluvio no fue por la unión de hombres con bestias que dieron lugar a monstruosos engendros, «un crimen que desfiguró la imagen de Dios y causó confusión en todas partes», como lo «argumentó» Elena White en sus supuestos escritos «inspirados por Dios». El Diluvio Universal, más que nada, fue a causa, como estudiamos antes, de la unión de la descendencia humana de Set, que buscó a Dios en un principio, con la descendencia humana cainita y que seguía el oscuro rumbo de la maldad y de la perversidad, alejada del Creador. Esto fue suficiente para que la ira de Dios fuera desatada, «. . . por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua. . .» (2 P. 3:6).


Y por si fuera poco, Elena White continúa su gran insensatez e inclemente pensar con elocuencia y soberbia:


«Cada una de las especies de animales que Dios había creado fue preservada en el arca. Las especies confusas que Dios no creó, y que eran el resultado de la amalgama, fueron destruidas por el diluvio. Desde el diluvio, ha habido amalgama entre hombres y bestias, como puede verse en la interminable variedad de especies de animales y ciertas razas de hombres.» Spiritual gifts (Dones espirituales), tomo 3, página 75, 1864

 

Elena White presume con bastante error en el escrito anterior que es posible en estos tiempos postdiluvianos aun ver un «producto violentado en su naturaleza», «especies confusas», como las llama White y que «puede verse en la interminable variedad de especies», y también, afirma descabelladamente, en «ciertas razas de hombres».


Uriah Smith publicó en 1869, en defensa del prejuicio racial de la líder y profeta adventista Elena White, un escrito que manifestaba que el producto de la unión de seres humanos con bestias había dado o creado los «bosquimanos salvajes de África».


Otras personas que integran el grupo adventistas, creen que los escritos de Elena White al respecto, van dirigidos a las personas de color negro. Más tarde, surgió una defensa pueril del pensamiento racista de Elena White, sosteniendo que los hombres antiguos por medio de manipulación genética pudieron crear formas biológicas aberrantes en sus laboratorios. No hay nada en la Biblia que insinúe tan siquiera tamaña y asombrosa mitología, e históricamente, no hay pruebas objetivas que confirmen esto (estoy seguro, que ni las habrá nunca jamás).
Esta idea, para ser sincero, es digna para una novela de ciencia ficción que al compararse con las geniales historias de H. G. Wells y Arthur Clarke se ven tan solo como un simple «cuento de niños».


La Biblia dice que Dios hizo al hombre a su «imagen y semejanza» (Gn. 1:26). La palabra «imagen» resalta la representividad, y la segunda palabra, «semejanza», la similitud. El hombre, es una reflexión de Dios. No indica la naturaleza física del hombre, sino a la naturaleza moral y espiritual del género humano. Así, los racistas, están presionados y comprometidos muy seriamente con esta verdad bíblica.


Dios creo la humanidad, independientemente de las razas que la integran hasta el día de hoy, para tener comunión con ÉL. El cuerpo humano tiene la función única para dar expresión a su identidad espiritual y moral. Sea éste blanco, negro, amarillo, rojo o «azul»; para Dios, todos son iguales (Biblia de Estudio, RV, Siglo XXI).


Ninguna raza es más apta que otra, mejor o peor. Las diferencias físicas de cada persona, son el resultado de la adaptación de las diferentes áreas o partes del mundo en que habitan.


El cuento antropológico de que la raza negra fue la primera en aparecer por hominización («transición evolutiva de los primates a seres humanos») contradice erradamente la adaptación de los seres humanos a ciertos climas. Por ejemplo, en las regiones ardientes del globo terráqueo, los seres humanos han podido oscurecer, necesariamente, sus pieles al producir una mayor cantidad de melanina (La melanina, es un pigmento de color negro o pardo negruzco que existe en forma de gránulos en el citoplasma de ciertas células de los vertebrados y al cual deben su coloración especial la piel, los pelos, la coroides, etc.) para protegerse de los quemantes rayos del sol, esta adpatcion se ha logrado a través de mucho tiempo. Inversamente, en los climas extremadamente fríos, como en el norte de Europa, la cantidad de melanina disminuye y el resultado son pieles de color blanco.


El color distinto de las personas se debió a la migración de de los grupos humanos de la antigüedad para poder establecerse en zonas más benignas pero otros lo hicieron en zonas tórridas, como ejemplo tenemos, el continente africano.


De esta migración o dispersión la Biblia habla:


La primera civilización histórica fue establecida por Nimrod en la Tierra de Sinar, al Sur de Mesopotamia, dispersándola Dios por todo el mundo al confundir su lenguaje común para dar origen a las diversas naciones gentiles (Gn. cap. 11).


Tampoco la raza negra es causa de la maldición emitida por Noé a su hijo Cam cuando «vio la desnudez de su padre» («maldición» que recayó sobre su hijo Canaán, cuya descendencia, los cananeos, nunca fueron conocidos como personas de raza negra). La consecuencia de esta «maldición» consistió en la conquista de la Tierra de Canaán por la descendencia de Sem (Gn.9:18-27). Así de simple es el asunto.


El mundo seglar y su «negro racismo», ha tratado de desacreditar la igualdad de algunos seres humanos de las distintas razas y que han sido hechos a «imagen y semejanza de Dios» en base a elucubraciones filosóficas de la limitada y retorcida razón humana y en teorías de ficción pseudo- científica que carecen de cimientos convincentes.


Para terminar, concluyo diciendo que Elena White y compañía, tendrán que ser muy astutos en el Día del Juicio para justificar su detestable pensar racista ante el Creador (irónicamente, lo digo).


¡Ni la religión se ha salvado del racismo de los hombres y mujeres abominables!