
Por Lic. Herbert Luna
Puerto Rico.
Me interesa añadir un renglón al estudio del muy conocido y comentado versículo: Mt. 24:34:
“De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”
En las versiones sinópticas del Evangelio, estas palabras aparecen sin variantes (Mt. 24:34; Mr. 13:30; Lc. 21:32); no obstante, sí muestran cierta disparidad en sus contextos, especialmente Mateo en relación con Marcos-Lucas. En sus similitudes, por ejemplo, la declaración (“de cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”) es posterior a la aparición del Hijo del Hombre en el cielo (Mt. 24:.30; Mr. 13:26; Lc. 21:27). En cambio, mientras que para Mateo el Hijo del Hombre viene con una señal y sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria, para Marcos vendrá en las nubes y para Lucas, en una nube, ambos omitiendo el sustantivo “la señal”.
Podríamos entretenernos un rato y dedicarnos a teologizar acerca de qué significa que sea “sobre y en las nubes o en una nube” e imprimirle carne y hueso a dicha disparidad. A mi modo de ver, existe un contenido bien interesante en ello, pero no es lo fundamental a tratar aquí ni, honestamente, me es tema para desenmarañar, ni en este ni en otro capítulo. Estaremos unánimes en el pensamiento de que cuanto importa es establecer si es cosa del pasado dicha señal. Responderlo afirmativamente, ¿significaría que el Señor Jesús cumplió ya su segunda venida, tal y como lo había prometido? En el capítulo 1 he dedicado espacio al significado de la frase “la señal”. Me interesa en éste precisar los aspectos correspondientes al “tiempo” al cual apunta la profecía en nuestros días: ¿pasado o futuro? (1)
Lo que dice la Historia
Las preguntas expuestas no son nada nuevo. En los años de la vida de los Apóstoles, fue común pensar que luego de la arremetida romana contra Jerusalén, el Señor vendría en el acto. (2) Durante los siglos XIX y XX no pocos se atrevieron a calcular fechas, asegurando que el Señor “ya” venía, animados por interpretaciones basadas en ejercicios matemáticos cuyas respuestas señalaban las fechas más indistintas que uno pueda suponer. (3)
Iniciado el siglo XXI, no pocos creyentes continúan sosteniendo con fervor la tesis de la venida del Señor como hecho consumado. Para unos, vino silenciosamente, en 1914, con la mayor señal: la primera guerra mundial. (4)
Para otros, todo cuanto el Señor declaró en sentido profético tuvo su cumplimiento antes del deceso de quienes oyeron aquellas palabras. “No pasará esta generación hasta que todo esto acontezca” se trataría, en nuestros días, de un asunto que ocurrió en su totalidad en los mismos días del ministerio de los Discípulos y contemporáneos –a quienes les fue dirigida la profecía-, y con lo cual quedaría asentado, en definitiva, que nuestro Señor Jesucristo ya vino. (5)
Si atendiéramos a Mt.24:34 en relación con el resto de los versículos, podríamos suponerlo afirmativamente, pues si de las cosas predichas TODAS ya tuvieron cumplimiento en la misma generación del Jesús histórico, entonces no hay para mucho: la señal del hijo del Hombre ya aconteció. Tienen razón todos nuestros hermanos que han defendido por años el argumento de que el Señor Yeshúa Ha Mashíaj cumplió su aparición. En tal caso, Él permanece escondido en alguna parte, esperando el momento de ejercer el juicio final; o, mejor aún, vive en nosotros (como también nosotros creemos). Solo resta ayudarlo a instaurar el Reino, para que lo entregue en perfección al Padre y venga enseguida el otorgamiento de premios (su galardón). ¿Es esto así?
Una aclaración en cuanto a “la Venida” del Señor.
Primero que nada, le hará mucho bien a la presente exposición el aclarar el significado bíblico de la palabra “Venida”.
“Venida” es un término que en español traduce al vocablo “parousía”, de la versión griega. La correcta traducción sería “presencia”, algo que llena un entorno, un evento como cuando un presidente llega a un lugar y absorbe toda la atención. Tal es la implicación de dicha palabra. (6)
Solemos siempre hablar de “la venida del Señor”, sin embargo, quiero llamar la atención en que a partir de las versiones del Evangelio y del relato de Hechos de los Apóstoles, mas bien se aprecian varias venidas, por lo cual nos será necesario identificarlas. La importancia de ello estriba en que de esa manera, quedará un poco más clara qué es “la venida del Señor” y nos ubicaremos un poco mejor en cuanto al significado de “la señal del Hijo del Hombre”.
1.- La resurrección de entre los muertos fue calificada por Nuestro Señor como Su venida o presencia, a través del prodigio de volver a la vida, es decir, del retorno a la existencia luego de sufrir tan atroz muerte por causa de nuestros pecados y cumplido lo cual se iría a donde está el Padre (Lc.24; Jn.14: 1-4,19-21; 16:5-7, 16-22; Hch.1:3-9; 1 Co.15:3-7). Esta “venida” tiene todavía una gran repercusión para nosotros, los creyentes de hoy, por cuanto Yeshúa ejerce el papel Sumo-sacerdotal delante del Padre, gracias a su obra perfecta, total y única hecha en el madero y por la cual, además, se nos ha dado el entrar al Reino y formar parte de la Nueva Jerusalén. Revísese Jn.13:33 “a donde yo voy vosotros no podéis ir”. No era que Él se iba hacia el cielo sino que moriría por los pecados del mundo, de otra manera el verso no se comprendería a cabalidad.
2.- La irrupción del Espíritu Santo fue también anunciada por el Señor Jesús como Su venida o presencia, una vez ascendido a los cielos, según Hechos capítulo 2 y cumplimiento de lo que El expresara en Jn.14:15-18, 26; 16:7-16. Hch.1:12-14; 2:1-4. También tiene una repercusión actual, por cuanto es la manera como somos sellados e investidos del poder mismo de lo alto para vivir la vida que agrada a Dios.
3.- La venida en los días postreros, señalada como Su manifestación gloriosa y la de los Hijos de Dios y la cual, además, se relaciona con “la señal del Hijo del Hombre”, expresión que, como dijimos, está ausente en Marcos y Lucas (para quienes viene el Hijo del Hombre, nada más) y sí presente en Mateo, pero escenario común en cuanto al desarrollo futuro de lo que será la presencia del Señor siendo visto por todo ojo. Mt.24:27-31; Mr.13:24-37; Lc.21:35-36; Hch.1:11b; 1 Tes.4:15-17. Me referiré a esta venida en lo sucesivo del presente ensayo. En todo caso, el hablar de las manifestaciones (en plural) es mucho más congruente con la realidad Bíblica que lo que la teología tradicional ha interpretado al atribuir a todos estos versículos un cumplimiento futuro, siendo que algunos ya acontecieron. Así que, aún a riesgo de ser repetitivo, desde la perspectiva del tiempo antes de escribirse el Evangelio, los discípulos esperaban “la” venida del Señor, pero en realidad acontecieron “las” venidas. Primera, Cristo mismo, resucitado y glorificado, presentándose vivo a sus discípulos y permaneciendo en la tierra por cuarenta días, hasta su ascensión. Segunda venida, en el Rúaj ha-Kódesh, el Espíritu Santo, cuando Yeshúa derramó sobre sus discípulos al Consolador, su poder, manifestándose en lenguas de fuego. Finalmente, el Mashíaj, el Mesías, el Cristo Gobernador con poder y gloria manifestada, que inicia su reino terrenal irrumpiendo desde el cielo con la señal del Hijo del Hombre. Para nosotros, está claro que esperamos “esta” venida o presencia del Señor porque entendemos que la misma no se ha cumplido hasta la fecha y tampoco se agota con la explicación de “venida de juicio” acaecida en el año 70 con la toma romana de Jerusalén.
Un significado sorprendente.
Ahora bien, vayamos nuevamente a Mt.24:34:
“De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. ”
La palabra “acontezca”, puede transcribirse en forma fonética de la versión griega, así: “génetai”, y puede traducirse como “acontezca”, “nazca”, “se engendre”, “se origine”, “tenga lugar”. Incluso, se puede traducir como “sobrevenga”, “venga”, “llegue a suceder”, “acaezca”, “llegue a ser”. (7)
Un grueso de las traducciones ha interpretado que el verbo “acontecer” en su conjugación subjuntiva (”acontezca”) debe entenderse en el sentido de “consumación total”. Empero, no es así. El verbo génetai es un verbo amplio. Los sinónimos señalados nos pueden dar una idea de ello. Por tal causa, consulté a un profesor de griego no creyente. Le pedí que me tradujera ese versículo, cuya apreciación fonética (aproximada) es “Hamen légo hymin oti ou me parélthe e genea aute eos an panta tauta génetai”.
Primeramente le expliqué que esta palabra génetai se ha traducido como “sucedan”. Seguidamente le pregunté: “¿podría traducirse también como nazca, se engendre, se origine? ¿Sería correcto? ¿Alteraría el sentido del texto griego?
El profesor me respondió con la edición crítica de Bover O’Callaghan: “En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todas estas cosas se hayan realizado”. Y de inmediato se refirió a mi traducción con estas palabras: “En principio, la traducción que usted dice (“De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto se haya engendrado, nacido, originado”) me parece que no contiene error, pero pienso que tendría que decirlo alguien que no sólo supiera de griego sino de hermenéutica”.
En pocas palabras, en el tema que nos atañe, estamos frente a un problema que es más de índole interpretativa que de construcción gramatical. Si consideráramos las áridas discusiones que permanecen en pie en pleno siglo XXI, tendríamos que reconocer que cada cual decide escoger y/o quedarse con cierta interpretación (y desdeñar la otra o las otras) simplemente porque ella concuerda con una orientación o cosmogonía de las cosas que comparte (o que un grupo o concilio comparte), pero no porque falten alternativas. Normalmente, una vez asumida una convicción en este particular, se permanece cerrado a toda otra posibilidad.
Corresponde, pues, al exegeta imprimirle el sentido correcto a su perícopa. Así que, al analizar el vocablo “acontezca”, traducción del término griego “génetai”, encontramos que el mismo significa y tiene como sinónimos de traducción a: nazca, se engendre, se origine, tenga lugar, sobrevenga, venga, llegue a suceder, acaezca, llegue a ser. Ninguno de dichos sinónimos expresaría un hecho consumado en su totalidad. Por el contrario sugieren la idea de empezar a “generarse algo”, por lo cual, el Señor Jesucristo estaría diciendo (en versión ampliada):
“De cierto os digo, que no pasará la generación ésta hasta que todo esto comience a suceder”.
Y bien podemos hacer las sustituciones debidas para cada sinónimo:
“De cierto os digo, que no pasará la generación ésta hasta que todo esto se engendre, se origine, empiece a tener lugar, sobrevenga, nazca, acontezca, acaezca”. Como si el Mashíaj estuviera diciendo “en esta misma generación se empezará a ver todo lo que les estoy diciendo”.
Aclaración mediante un archiconocido pasaje.
Mt.21:18-22 se ha titulado tradicionalmente “la maldición de la higuera”. Dicho pasaje es otro claro ejemplo de lo que el vocablo génetai alcanza en riqueza interpretativa. Cuando el Señor Jesús el Cristo dijo a la higuera “nunca jamás nazca de ti fruto” (Mt.21:19; Mr.11:14), la palabra griega traducida al español como “nazca” es precisamente génetai. En español jamás podría decirse “nunca jamás acontezca de ti fruto”, sin lesionar el idioma. “Nazca” (“génetai”), es la misma que en inglés se traduce “grow” (crezca). Supone que el fruto es engendrado y después va creciendo con el tiempo. De ninguna manera el Señor Jesucristo estaba esperando que la higuera tuviese fruto en forma inmediata, ni tampoco al otro día de su paso.
Lo que este pasaje bíblico pretende en realidad mostrarnos es una lección que el Maestro estaba impartiendo a sus discípulos. ¡Y lo era! Se trataba de una enseñanza práctica acerca del tener fe. ¡Nadie (incluido el Señor) esperaba higos para ese instante y ni siquiera para el otro día! La higuera carecía de ellos. Demandarlo hubiese sido desatinado e improcedente, aparte de que significaría ignorancia suprema por parte del Señor Jesús, muy injusta de achacársela en la forma como algunos ingenuos (e incluso buenos escritores) lo han intentado para soltar ese nudo hermenéutico a la pregunta: ¿en cuál generación?. En palabras de ellos, Jesús Nuestro Señor se equivocó porque era humano y no lo sabía todo y adjudicó a su generación los acontecimientos que se desplegarían en tiempo distinto (8). Para el caso de la higuera, la esterilidad de ésta no constituía asunto imposible, si atendemos a los prodigios y milagros que el Padre estaba obrando en el Hijo Jesucristo. Lo que el Señor estaba subrayando aquí distaba de ser una cátedra de escatología o de simbolismo semítico y menos antisemítico. Simplemente, ilustraba el poder práctico de la palabra dicha en fe, pues todo lo que digamos, nos será hecho.
Detengámonos un momento y atendamos a otro aspecto: el se la señal en sí. Porque hubo una señal. ¿Cuál, se preguntará Ud.? La señal que aludo en este pasaje la pudieron observar fehacientemente los discípulos: la planta se secó desde la raíz, aunque pudiera uno imaginarse –a partir de las palabras del evangelio según Bar Leví- que del tallo para arriba la higuera tenía porciones de verdor. El sentido de la frase pronunciada por el Señor implicaba una sentencia de muerte. La higuera no daría nunca fruto y moriría. La señal es que sucedería como lo había declarado el Maestro: la raíz (parte fundamental y no visible de la planta) ya estaba seca. A partir de la última frase dicha por Yeshúa, la muerte empezó a generarse, a engendrarse, a nacer (si se puede decir así), a dar inicio, y aunque la higuera no dio muestras inmediatas de ese estado (no en el día de la pronunciación de dichas palabras, puesto que una vez dichas no ocurrió nada, inmediatamente calló el Señor no se presentó enseguida cambio alguno que fuese perceptible por los sentidos humanos), la planta había sido sentenciada a muerte. En la apariencia, después del Señor decir sus palabras, todo permaneció igual para la higuera y para quien pudiera observarla. ¡Pero en realidad ya estaba seca desde la raíz! En Mateo hay un clima de inmediatez que en Marcos 11:20-24 se relata con muchas horas de diferencia. El testimonia en su escrito que al día siguiente de estos hechos, los discípulos (Marcos hace hablar a Pedro) observaron un cambio: la higuera mostraba señales de estarse secando desde la raíz. La muerte había empezado a generarse, a nacer, a engendrarse, a originarse, a tener lugar, a sobrevenirle, a acaecerle, a acontecerle… e iba a llegar el momento en que la sequía de muerte sería total y consumada. En términos de apariencia, se mostraba viva. En términos de porvenir, estaba muerta. ¿Qué lo probaba? La raíz seca.
De igual manera podemos asumir la interpretación de Mt.24:34; Mr.13:30 y Lc.21:32. En el tiempo de los discípulos sería la época de empezar a generarse, a producirse, a iniciarse, todo cuanto el Señor Jesús estaba profetizando; y poco a poco, a medida que pasara el tiempo, se iba a extender el cumplimiento hasta la consumación completa, al cabo de la presente era (la generación ésta), nuestros días.
¿Venida espiritual?
Una vez ascendido el Señor al cielo, nuestros hermanos testigos de la resurrección interpretaron que Él volvería “ya”. Relacionaron las profecías que Él mismo les había declarado acerca de Su venida y las enlazaron con lo que oyeron decir a los varones de vestiduras blancas de Hch 1:11: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”. No cabe duda acerca de lo que pensaron: que así como ellos le vieron irse, ellos mismos le verían regresar, razón por la cual no interpretaron (no tenían por qué. Estaban en el escenario del presente) que lo que el Señor les instruyó (quedarse en el aposento alto) era para ser testigos de la venida Suya en el Espíritu Santo. Recordemos que la profecía del Señor Jesús y el anuncio de los ángeles en Hch 1:11 aconteció antes de Pentecostés (la siguiente venida).
El Señor Jesús no engañó ni utilizó ardides con sus discípulos. El “vendré a vosotros” de Jn.14:18; 16:16 y la morada que prometió hacer en ellos, aludía no a su final venida gloriosa sino a esos dos importantes aspectos que ya enunciamos: 1) Se les presentó resucitado, tres días y tres noches después de su crucifixión, muerte y sepultura; 2) La manifestación del Espíritu Santo. De no tomar en cuenta estas dos cuestiones, cualquiera podría decir: “¡Jesús no vino a ellos nunca!¡Es un mentiroso!”, o se acrecentaría más la confusión, como la que asegura que la totalidad de esos versículos son expresiones del Señor Jesús para nuestro tiempo (siglo XXI), sin percatarse que la redacción de los evangelios fusiona sucesos de una manera tal que aunque parecieran discursos emitidos de un solo tirón, en realidad egresan de una dinámica que comienza con la tradición oral y culmina con la consignación por escrito. Se suele olvidar que, como medio literario, el Evangelio ha tenido versiones, que las que trascendieron (Mateo, Marcos, Lucas, Juan), no fueron inicialmente las únicas (es necesario recalcarlo: se trató de tradiciones orales posteriormente puestas por escrito y, entre éstas, hubo otras más que se perdieron o que fueron descalificadas en el canon), de manera que cuanto tenemos son documentos finales, producto de distintos otros anteriores trabajados en diferentes momentos del espacio y del tiempo, con los retoques típicos de toda obra.(9)
Una atenta lectura a Jn.14:2 nos permitiría apreciar que Jesús dijo que iba a preparar lugar para los discípulos (que haría moradas para ellos), justamente antes de ser crucificado. Para que los discípulos (y los que creyeran por el testimonio de ellos: las generaciones siguientes y nosotros) pudieran entrar al Reino y a la vida eterna, era menester que Jesús se fuera. ¿A dónde? No al cielo. Primero, iría a morir; segundo, resucitaría, para glorificar al cuerpo y volver a la gloria que tenía antes de encarnarse. Y tercero, enviar al Otro Consolador. No es lo mismo el “vendré otra vez y os tomaré a mí mismo” (Jn.14:3) que el “no os dejaré huérfanos. Vendré a vosotros” (Jn.14:18). En un mismo capítulo el Señor está hablando de dos venidas, pero los discípulos no lo estaban percibiendo de esa manera. Se refiere, como ya bastante he insistido, a lo que se produjo inmediatamente ocurriera la resurrección y la venida del Espíritu Santo: el mundo no le vería más, sin embargo, ellos (los discípulos) sí. Él se les mostró con pruebas indubitables de su resurrección, no únicamente a los once. La Escritura dice que se le apareció a más de 500 hermanos a la vez (1Co.15:3-7).
Lo que dice el Apocalipsis
El primer versículo de Ap.1:1 aparece traducido en nuestra Biblia, versión Reina Valera 1960, de la siguiente forma:
“Revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos lo que debe suceder en breve.”
La palabra “suceder” es, en fonética griega, el verbo génestai, que ya conocemos, y cuya diferencia estriba en que aquí está en infinitivo y en Mt. 24:34 está en subjuntivo (aoristo, para el griego). También, como ya ha sido anteriormente expuesto, dicha palabra tiene como sinónimos a: nacer, llegar a ser, gestarse, originarse, crearse. Por lo cual, el versículo podría traducirse de la siguiente manera:
“Revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos lo que debe [nacer, gestarse, originarse] de inmediato.”
No era que las cosas ocurrirían todas de una sola sentada, sino que cuando fueron reveladas, era el tiempo de su engendramiento, de su inicio, de su empezar, de su generarse, gestarse de inmediato y en breve, por voluntad misma del Todopoderoso. Tales hechos, pues, se desarrollarían hasta un tiempo señalado en futuro y conocido como la manifestación gloriosa de los hijos de Dios, la venida misma del Señor Jesucristo, el clímax. (10)
Muy por el contrario de quienes afirman otra cosa, Juan tiene esta revelación aproximadamente en el año 90 DC. Ya ha ocurrido la Gran Tribulación de los años 70 y las persecuciones a la Iglesia apostólica. El Apocalipsis es una línea de presente pasado y futuro, según Ap.1:19: “Escribe las cosas que has visto [pasado], y las que son [presente] y las que han de ser después de éstas [futuro]”.
En Ap.22:6 se repite nuevamente parte de la frase ya conocida:
“para mostrar a sus siervos lo que debe [nacer, llegar a ser, originarse] de inmediato”.
Por eso el ángel le dice a Juan, más abajo:
“no selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo [de empezar a cumplirse] está cerca” (Ap.22:10).
Se está haciendo referencia al tiempo cuando empezarían a ocurrir las cosas reveladas en la profecía, por lo cual queda claro que la venida del Hijo del Hombre estaba circunscrita a una serie de eventos importantes del futuro, con relación a la época de Juan, y era necesario que los siervos de Dios tuviesen conocimiento del plan de Hashém. No sería asunto súbito. Dentro de un proceso bien planeado por el Padre, acontecerían esas cosas. El Señor Jesús dice en Ap.22:7 “He aquí, vengo en breve”. No era un dicho desligado de la propia profecía. No estaba prometiendo a Juan un “Yo vengo YA”, sino que dentro de los hechos mostrados en el oráculo, y a la altura de los sucesos revelados, El declaraba venir pronto, (11) con su galardón para recompensar a cada uno según sea su obra (Ap.22:12). ¡Tal es el verdadero sentido!
La reinterpretación apostólica.
Nuestro Señor Jesucristo recibió una última pregunta de sus discípulos (12), bien peculiar por cierto: “Señor, ¿restaurarás en este tiempo el reino a Israel?” A lo cual El respondió: “No es de vosotros conocer tiempos o sazones que el Padre puso en Su propia autoridad, pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo y seréis mis testigos no sólo en Jerusalén sino también en toda Judea y Samaria y hasta lo último de la tierra” (Hch.1:6-8).
Aunque en un principio los discípulos no lo entendieron, aquí puede captarse que no era de la competencia de ellos tener el conocimiento de cuándo se iba a restaurar el reino a Israel. Era asunto fuera del alcance de su existencia humana. Ocurriría en tiempo más lejano. No les tocaba poderlo presenciar. Su llamado era para otra cosa: para ser testigos, pioneros, iniciadores poderosos de la anunciación del Reino de Dios, el cual se establecería en una época postrera, acorde con la parábola del trigo y la cizaña (exactamente Mateo 13:39-40), donde se habla del fin del siglo, en el cual los justos resplandecerán y los malos serán desarraigados. Tal cosa no ha sucedido en la historia. Quienes afirmen que dicho Reino fue instaurado después del asalto al templo en el año 70, no han considerado la profundidad de estas razones.
Volvamos a los dos varones vestidos de blanco que estaban junto a los discípulos en el día y la hora de la ascensión. Ellos aseguraron que “este Jesús” iba a venir de la misma manera que se había ido al cielo, pero notemos cómo lo dicen: “el que de vosotros ha sido recibido arriba en el cielo, vendrá de la misma manera que le visteis yendo al cielo” (Hch.1:11, Nuevo Testamento Interlineal de LaCueva).
No dice “vendrá a vosotros” (a los que lo vieron ascender, a los discípulos). El énfasis no es “vendrá a vosotros” sino “vendrá”, que así como le vieron irse, así mismo vendría. Queda, pues, descartado que ellos mismos presenciarían su retorno. Con todo, los discípulos interpretaron como que le volverían a ver viniendo otra vez (perdónese la redundancia). Años más tarde comprenderían el significado de semejantes palabras. La revelación de las cosas predichas por el Señor Jesucristo no iban a acontecer todas en el tiempo de ellos. Poco a poco lo fueron asimilando así, en ese período de 40-50 años. Dentro de dicho lapso, experimentaron la siguiente venida del Señor (el Espíritu Santo). Se desplegó inmediatamente una fuerte predicación apostólica y, luego, se hicieron efectivas importantes predicciones que el Señor les confiara, por ejemplo, las persecuciones (los asesinatos de Esteban y Jacobo, hermano de Juan); las rebeliones políticas, las hecatombes geográficas (recuérdese la tragedia de Pompeya, Herculano y Stabias, año 79 DC). Toda la comunidad cristiana de esta época pensaba que la venida del Mesías estaba a la vuelta de la esquina. Con el tiempo, tuvieron que hacer rectificaciones. No era que el Señor les había mentido. Tampoco los ángeles. Fue cuestión de la interpretación que tanto apóstoles como discípulos dieron a las palabras que recordaron por el Espíritu.
He aquí, por ejemplo, lo que Jacobo, hermano del Señor Jesucristo, escribió:
“Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca” (Stg.5:8)
De acuerdo con la crítica histórica, Jacobo (Santiago) escribiría esta carta entre el 45-50 DC. La línea final debía re-escribirse así:
…“porque la venida del Señor se ha acercado”
Jacobo había avistado que ya estaban en escena algunos sucesos de los predichos por su hermano en la carne, el Señor Jesucristo. Se empezaban a originar, a desarrollar, a engendrar, a generar las cosas que nuestro Salvador y Redentor había dicho que debían ocurrir. Aquí, como lo señaláramos (y como es harto consabido por los estudiosos de las Escrituras), “venida” es la traducción española para el término griego “parousía”, que significa más propiamente “presencia”. Por otra parte, el complemento directo de la oración se traduciría mejor como “se ha acercado” en vez del “se acerca”, escrito en nuestra Biblia versión Reina-Valera, por lo cual leemos: “la presencia del Señor se ha acercado”.
Aquella generación de creyentes recibía de Jacobo la advertencia de estar comenzando a manifestarse muchos de los incidentes predichos por el Señor. Estaba a las puertas una gran tribulación y a punto de ocurrir cosas muy fuertes, algunas de ellas avisos, como dolores de parto. Y en su manera de ver, todos entendieron que enseguida aparecería la señal del Hijo del Hombre. Para la comunidad cristiana, los sucesos iniciales conllevaban al desenlace tan esperado: la gloriosa venida del Señor. Por ende, suponían que el Señor estaba a las puertas de instaurar el Reino. Pero nótese: fueron ellos quienes lo interpretaron así. No era la real declaración de lo que el Señor mismo les había profetizado.
¿Qué ocurrió con el paso del tiempo? Que el Señor no “venía” pronto (Véase nota nº 14). 1 y 2 Tesalonicenses nos muestra cuánta inquietud causó en el ánimo de nuestros hermanos lo que se interpretó como no congruente con la predicación apostólica. Se había asegurado que el Señor vendría de inmediato y por causa de la evidente demora, muchos se pusieron a inventar. Hubo creyentes que escribieron cartas, haciéndose pasar por los Apóstoles, para decir: “Cristo ya vino”. Es la razón por la cual el mismo apóstol Pablo, empezada la década de los 50, tuvo que escribir que “no seáis sacudidos de vuestra mente… como que ha llegado el día del Señor” (2Tes.2:2). Para Pablo, ni había llegado el día del Señor ni Su presencia prometida. Primero tendría que venir la apostasía y la manifestación del hombre de pecado, el hijo de perdición (2 Tes.2:3, asunto que se tratará en el capítulo siguiente). De manera que con el tiempo, la fe fue siendo sacudida por este o aquel punto de vista ante la “demora” de la venida del Mashíaj reinante. El tiempo continuó. Llegada la década del 60 y la del 70 no faltaron los consejos a la Iglesia para evitar la perversión, los yerros, la pérdida de la visión, la usurpación del ministerio, la relajación conductual de los creyentes, etc. Cuando en el año 70 aconteció la destrucción del Templo y la de Jerusalén toda, ya la cristiandad había sentido la pérdida física de dos de sus pilares fuertes, Pedro y Pablo (los otros apóstoles habían salido de la geografía de Israel hacia otras partes del mundo). Para la década de los 80 y los 90, muchos hombres y mujeres creyentes, testigos de la resurrección, ya habían muerto. Los discípulos de los discípulos tuvieron que batallar contra la debilitación y/o la pérdida de la fe de multitudes de creyentes que no entendían por qué si se les había dado a entender que el Señor venía pronto, tardara tanto en manifestar su gloria. Incluso, aparecieron más falsos que, al igual de cómo había sido en los años 50, decían que probablemente Cristo no había venido en carne, que tampoco era el Hijo de Dios, o que quizás ya había venido. Fue el trabajo de conducción de las ovejas que le tocó llevar al ya anciano Apóstol Juan. Y fue hasta la revelación que él recibiera, cuando los cristianos pudieron entender que Dios tenía un plan, el cual sobrepasaba aquel tiempo. Ellos todos, que habían sido los primeros, estaban llamados, por designio de Dios mismo, a ser los postreros dentro del desarrollo del plan salvador. (13)
¿Dudas?
Podría alegarse que lo que se dice en Lc.21:28 reforzaría la idea de que Jesús ya vino y que ya aconteció señal del Hijo del Hombre, pues
“cuando estas cosas comiencen a suceder, erguios, y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención se acerca”.
O bien, por lo que apunta el verso 31:
“así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios”.
Llama la atención que aquí se diga justamente “comiencen a suceder” y que ese hecho deba transmitir alegría a los creyentes, ya que se está haciendo referencia no a un hecho consumado sino a lo que se está empezando a generar. Ese “harjómenon” de Lc. 21:28, se traduce “comiencen”, pero es un verbo en conjugación media que debería traducirse “cuando estén comenzando”. La traducción aproximada sería entonces:
“cuando estas cosas estén comenzando a suceder, erguios, y levantad vuestra cabeza…”
Y a continuación: …”porque vuestra redención se acerca”, o lo que sería lo mismo: “porque vuestra liberación completa llega”, en el sentido de inicio de lo que es total (pero aún no llegado), que muestra de lo que será (pero todavía no completo lo que ha de ser). Se ilustra con (otra vez) la higuera (v.29-30). Cuando uno ve que de ella brotan higos, se sabe cercano el verano, así, “cuando viereis estas cosas realizarse [ginómena, originarse, engendrarse, iniciarse] sabed que está cerca el Reino de Dios”. Y seguidamente, el famoso verso 32, similar a Mt.24:34: “De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto [se engendre, se origine, tenga lugar, sobrevenga, venga, llegue a suceder, acaezca, llegue a ser]. Hay, pues, un sentido de aproximación, pero no de totalidad. No se está prometiendo que a la altura de los acontecimientos nombrados el Reino se establezca (esto para la interpretación que opina que el Reino ya fue establecido), sino que se lo consideraba CERCA (aún no instaurado, aunque próximo a instaurarse, pero no de inmediato). Basta ver que ha empezado a generarse para entender que ya se ha desencadenado el proceso de liberación total. El Reino de Dios es liberación total, redención consumada. No obstante, lo que se asegura en estos versículos es LA CERCANIA DEL REINO, con mayor proximidad que antes, pero todavía no instaurado ni a punto de instaurarse una vez cumplidos los hechos que involucra.
Así que, en primer lugar, en ninguno de estos dos versículos citados hay una declaración de que –ni siquiera ocurriendo el cien por ciento de los eventos profetizados- deba deducirse la total instauración del Reino de Dios o de la Restauración. Por el contrario, se anuncia que los sucesos traen más cerca (apenas) al Reino de Dios. En segundo lugar, debemos tomar en cuenta la mentalidad apostólica y de los discípulos en general (creyentes del siglo I), pues ellos pensaron que Jesús retornaría en vida de ellos y más adelante tuvieron que corregir esa aseveración. (14)
Precisamente, con la revelación que Dios le dio al Apóstol Juan, los primeros creyentes procedieron a modificar su punto de vista en lo que a la venida inmediata del Señor concernía y, como fue para el caso de los profetas –de acuerdo con las propias palabras escritas por el Apóstol Pedro-, también les fue menester la paciencia, pues “a éstos [Pedro hablaba de los Profetas. Nosotros ahora entendemos que, sin saberlo, Pedro profetizaba de su generación] se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros [aquí debemos interrumpir el discurso y agregar: para Ud. que lee, si es creyente, y para mí], administraban las cosas que les eran anunciadas por los que predicaban el Evangelio por el Espíritu Santo”… (1Pe.1:12) ¡Qué experiencia tan curiosa! El Eterno Elohim Todopoderoso hizo de aquella generación de creyentes los primeros profetas del anuncio de un Reino que estaba por ser establecido, no en el tiempo de ellos, sino para otros: para los creyentes del fin de la era (nosotros). (15). Para mí esta aclaratoria me resulta asunto que no dejo de ver con admiración y gratitud al Señor, pues de otra manera tendría que haber aceptado todo “forzadamente”, no siendo jamás la intención del Espíritu semejante método.
A modo de conclusión, ¿Cuál es generación que no pasaría hasta que se engendraran todas las cosas profetizadas por Yeshúa ha Mashíaj? Hemos destacado que se trataba de los judíos y creyentes contemporáneos al Señor Jesucristo, porque fueron ellos quienes vieron cómo empezaba a generarse el proceso de cumplimiento de lo relativo al fin y a la parousía; y aunque la interpretación de “la vuelta ipso facto” emanó de los propios apóstoles y discípulos, con el tiempo –y a raíz de la Revelación que el Altísimo diera a Juan el evangelista-, rectificaron, por haber entendido el plan y propósito divinos: la venida del Hijo del Hombre se circunscribía a eventos que se irían manifestando, desarrollando, repitiendo en diversos lugares, hasta que, concluida la presente era, se inaugure la definitiva y esperada otra: la del Reino de Dios.
NOTAS
(*) El ensayo aquí presentado es el capítulo 4 del proyecto que inicié en el año 2002, todavía inédito y bajo el título La señal del Hijo del Hombre. Ello explica la brusquedad y presuposición de su comienzo e igualmente la mención que en él se hace de asuntos tratados mayormente en otras partes de la obra completa (Nota del autor)
(1) Tampoco en el presente ensayo entraré a examinar las implicaciones del vocablo “generación”, aunque la titulación así lo sugiera. Se ha debatido mucho en torno a su significado y es el mayor énfasis de los esfuerzos aclaratorios. Por ejemplo, la posición que establece que en este versículo se alude a una generación concreta: la contemporánea al Señor Jesucristo (en el sentido de que ella vería el total cumplimiento de todas las cosas preanunciadas por el Señor); también está la “teoría de la perversa generación” (ver más abajo, cita de Gooding); otras avalan la hipótesis de que se trata de la raza judía en todas las épocas históricas. En cuanto a la luz que tengo al respecto, me inclino hacia la traducción de genea como “era”, tomando en cuenta que la tradición oral –cuya lengua era la hebrea- tendría a la expresión judía “ha olám ha zéh” para referirse al mundo físico tal cual lo concebimos, muy distinto a “olám ha-Bah” o la era venidera, la del Reino de Dios instaurado en la tierra. Véase: Julio Dam: Matitiahu: un estudio judío mesiánico renovado. Asunción, Paraguay, Beitshalom, 2000. p.173.) // E.W. Vine apunta que “genea”, palabra relacionada con “gignomai” , también se puede aceptar como “aquello que ha sido engendrado, una familia; o miembros sucesivos de una genealogía; o una raza de gentes, poseyendo características o llamamientos similares, etc…. o de toda la multitud de personas viviendo en el mismo período (en donde incluye Mt.24:34; Mr.13:3; Lc.21:32) y especialmente de aquellos miembros de la raza judía viviendo en la misma época. Transferida de las personas al tiempo en que ellas vivían, esta palabra vino a significar una edad; esto es, un período ocupado ordinariamente por cada generación sucesiva, de digamos unos treinta a cuarenta años. (…) La palabra genea debe distinguirse de aion (véase SIGLO, etc.), al no denotar un período de ilimitada duración.” E.W.Vine: Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento. Exhaustivo. Nashville, TN, Editorial Caribe, 1999. p.303. // Me interesa citar, además, la disquisición de David Gooding acerca de esta misma polémica concerniente al término generación. En su comentario a Lucas, la sintetiza basándose en la obra de Marshall. Asevera que la historia ha demostrado que no se refería a lo temporal: “esas cosas [predichas por el Señor en Lc.21:24-32] serán cumplidas en el mismo espíritu que el versículo siguiente, el 33: la nación contemporánea a Jesús, judía por supuesto, perecería antes de que estas cosas dejasen de ser cumplidas”. Incluye, además, las dos conjeturas ya traídas: la que soluciona el problema calificando de generación históricamente más perversa a la que rechazó al Señor Jesucristo como Rey y Mesías y lo entregó a los gentiles para que fuese asesinado. Al respecto, Gooding comenta que “nuestro Señor pudo haber indicado que la nación que le había rechazado seguiría rechazándole oficialmente hasta su segunda venida”. La otra teoría formula el sentido griego de “raza” o “nación”: la raza judía “no perecería antes que su destinada redención y reconciliación tuvieran lugar en la segunda venida”. David Gooding: Según Lucas. Nuevo concepto expositivo del tercer Evangelio. Barcelona (Esp.), Editorial Clie & Publicaciones Andamio, 1996, pp.394-395. // Para efectos de cuanto voy a tratar, no aplica estacionarse en cualquier concepto de lo que traduce tal palabra, pues me orienta la premisa de que cuanto el Señor dijo fue que su generación (la contemporánea a El) sería testigo de cómo se iniciaría el proceso cuya culminación, por supuesto, ellos no verían. La generación aludida era el punto de referencia a partir del cual se generaría todo el proceso, hasta la conclusión de la era o presente siglo. Dentro de esta idea, el pensar que “generación” sea una “era”, o la gente que vivía en aquel tiempo, o la raza judía en línea desde entonces hasta nuestros días, resulta indiferente.
(2) Yo la llamo “la vuelta ipso facto”. Los cristianos estuvieron advertidos por las profecías del Señor Jesús sobre la destrucción de Jerusalén (Lc.21:20-21) y huyeron fuera de la ciudad, una vez la vieron rodeada del ejército romano. “Antes del comienzo de la guerra, los miembros de la iglesia de Jerusalén recibieron orden por un oráculo dado por revelación a los dignos de ello para que saliesen de la ciudad y se establecieran en una ciudad de Perea llamada Pella”. Paul L. Maier (ed. y trad.): Eusebio: Historia de la Iglesia. Grand Rapids, Michigan, Editorial Portavoz, 1999. p. 95. // Años antes del 70 (probablemente hacia el 62, acorde con las investigaciones históricas), habría habido una diáspora de hermanos en la fe a raíz del asesinato de Jacobo, hermano de Juan, consumado probablemente por la secta de los saduceos (Hch. 12:1-3).
(3) Las especulaciones acerca de la venida del Señor casi tienen la edad misma del cristianismo. Discutiremos en el próximo capítulo el caso de 1 y 2 de Tesalonisences. // Un personaje llamado Chiliasmus predijo que el retorno de Cristo y el reino milenario en Jerusalén sería en su época (él vivió entre finales del siglo II y principios del siglo III). // Los montanistas hablaron del fin del mundo para el siglo II. // Gerard de Poehlde predijo otro tanto a mediados del siglo XII. // Hans Hut supuso que Cristo retornaría cercana la tercera década del siglo XVI. // Melchor Hoffmann, contemporáneo de Hut, también realizó sus cómputos. // A todos nos es bien conocida la historia del Adventismo del Séptimo día. Su profeta, el Sr. W. Miller, predijo la venida del Señor para 1843 y, al no cumplirse, dio como seguro el año siguiente). // Los parientes más cercanos de los Adventistas, los Testigos de Jehová (en las personas de los sres. C.T. Roussell, J.F. Rutherford y N. Knorr), fecharon 1891, 1925 y 1975, respectivamente). // Muchos otros movimientos espirituales se han atrevido a emitir conjeturas, pero han quedado mal: Harold C. Whisenant escribió 88 Reasons Why the Rapture Will Be in 1988 y The Final Shout: Rapture Report 1989, 1990, 1991, 1992, 1993. // Lee Jang Rim, desde Corea del Sur, pregonó que Cristo regresaría en octubre de 1992. // Harold Camping escribió su libro titulado 1994 y estableció el 6 de septiembre como la fecha cuando sonaría la trompeta final. // Otros como Braham, Yiye Ávila… (la lista no es pequeña y en ésta hemos dejado de lado muchos nombres). La cronología presentada en esta nota es incompleta y con saltos extremos, porque no quisiera imprimirle demasiada importancia al asunto. La verdad está a la vista. Quienes calcularon, se equivocaron. Esta y las dos notas siguientes serán nuestras únicas apreciaciones en este particular.
(4) La presencia invisible de Cristo en la tierra, desde 1914 (Primera Guerra Mundial) es lo que, precisamente, los Testigos de Jehová aseguran como explicación escatológica para resolver el nudo interpretativo de Mateo 24:34. //El Concilio Fuente de Agua Viva, en Puerto Rico, interpreta que la venida del Señor tuvo lugar en el año 70 DC, con la destrucción del templo judío. Corresponde a la Iglesia, pues, sembrar el Reino y ayudar a establecerlo. Es, por supuesto, la tesis básica de la interpretación preterista, aunque muchísimos de los miembros de dicho concilio aseguren no tener postura oficial escatológica en sus Iglesias.
(5) El método o escuela de interpretación conocido como “el preterismo”, básicamente, entiende que los sucesos que normalmente consideramos proféticos, ya acontecieron en el espacio y el tiempo. Explica los oráculos en términos del momento en que fue escrita la profecía, la realidad de los destinatarios a quien fue dirigida, su género como obra literaria y el mensaje de consuelo que comunicó a los cristianos en su tiempo. Véase: Rubén Pérez Torres: La profecía Bíblica para hoy. Caguas (Puerto Rico), Editorial Mirec, 1998, p.127. Acorde con estas ideas, todo lo que el Apocalipsis, por ejemplo, pueda contener, es asunto del pasado, circunscrito a la época del Imperio Romano y del escritor (Juan). Agustín de Hipona lo consideró así y extrajo de este libro más que todo, aplicaciones espirituales. Esta es la interpretación de un sector mayoritario de la Iglesia Católica. //El “preterismo” se opone al “Historicismo” y al “futurismo”. Véase: Francisco LaCueva: “Escatología II”, en Curso de formación teológica evangélica. Barcelona, Editorial Clie, 1990, T.9, p.211-212; también: José M.Martínez: Hermenéutica Bíblica. Barcelona, Editorial Clie, 1984. p..527.
(6) William Barclay: Palabras griegas del Nuevo Testamento. 6ª.ed. Texas, Casa Bautista de Publicaciones, 1996. pp.169-171.
(7) José M. Pabón: Diccionario manual griego-español. 14ª.ed., Barcelona (Esp.) Bibliograf S.A., 1981, p.120. Yo he conjugado los verbos, pero en este diccionario, el verbo “gígnomai” significa nacer, venir, sobrevenir, llegar, suceder, acaecer, acontecer, resultar, salir, llegar a ser, hacerse, volverse, tornarse, estar, hallarse.// En el Diccionario Vine, se relaciona “genea” (generación) con “gignomai”, y se traduce como venir a ser, y agrega: “significa primariamente engendramiento, nacimiento”. W.E.Vine: Ob.Cit. p.303.
(8) Para mencionar sólo uno de los buenos escritores, el magnífico libro de Dionisio Byler: La autoridad de la Biblia en la Iglesia. Barcelona, Editorial Clie, 1995. “Según Marcos 13:32 Jesús no tenía conocimientos detallados del futuro (sólo el Padre sabe la hora)…El mismo capítulo nos habla de su predicción de su retorno:… ‘No pasará esta generación hasta que todo esto acontezca’ (Mar.13:26,30). Bueno, si hemos de ajustarnos a la verdad literal, se equivocó. Han pasado muchas generaciones y Jesús no ha vuelto para juntar a todos sus escogidos. Tampoco es que nos haya mentido (…) Que se haya equivocado al intentar adivinar una fecha del futuro que él mismo admitía desconocer, sólo crea problemas si se parte de la base que Jesús era algo distinto a los seres humanos”. P.50.
(9) Véase, por ejemplo, Merril Tenney: Nuestro Nuevo Testamento. Chicago, Moody Bible Institute, 1973, p.170. // Véase igualmente, David Estrada: “Transición de los documentos del Nuevo Testamento”, en Pedro Puigvert (comp..): ¿Cómo llegó la Biblia hasta nosotros? Barcelona (Esp.), Editorial CLIE & Unión Bíblica, 1999. Col. Hermenéutica y Exégesis, pp.33-43. // Joachim Gnilka: Teología del Nuevo Testamento. Madrid, Esp., Editorial Trotta, 1998, vol.3. pp.141-144; 164-166.//G. Báez Camargo:Breve historia del canon bíblico. México, Editorial Luminar, 1979. P.92.
(10) Así también lo sostiene, en cierto modo, el llamado “historicismo”. Ejemplo, Oscar Cullman. Véase: Ruben Pérez Torres: Ob.Cit. pp.76-78.
(11) Me gustaría saber si algún otro escritor lo ha considerado de la misma manera.
(12) Mario A. Olcese: La última pregunta que le hicieron a Jesús sus discípulos. Basado el Hch. 1:6, este artículo recoge el tema acerca de la restauración del reino de David a Israel, como algo futuro. El punto: Jesús volverá a instaurarlo aunque no sabe ni el día ni la hora; y el cielo dejará de retenerlo hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas. Nos demuestra por qué el Señor aún no ha venido.
http://www.mindspring.com/~anthonybuzzard/spanisharticles.htm
// Ver también en dicho enlace: Mario A. Olcese: La “señal clave” del regreso de Cristo al mundo, otra demostración de la futura venida del Señor (a partir de Mt.24:3).
// Véase igualmente: Mario A. Olcese: El fin del mundo,¿ qué significa?
http://www.geocities.com/athens/olympus/5257/indexesp.htm:
(13) Samuel Vila: El cristianismo evangélico a través de los siglos. Barcelona, Esp., Editorial CLIE, 1982, p.35 y ss.
(14) Lc.19:11 es un claro ejemplo de ello: “por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el Reino de Dios se manifestaría inmediatamente”. Como bien dice Gnilka: “en el telón de fondo de esta escena se puede entender que en las comunidades cristianas había quien pensaba que el final estaba muy cerca (…) La corrección de esta idea la ofrece la parábola de las minas.” Joachim Gnilka: Ob.Cit. p.223. // Scout señala que “Los primeros discípulos habían esperado el inmediato regreso de Cristo para establecer Su Reino sobre la tierra. Sobre esta esperanza se había establecido la Iglesia, y ahora, según todas las apariencias, había resultado ilusoria”… Ernesto E. Scout: El carácter de la Iglesia primitiva. México, Casa Unida de publicaciones, 1941. Biblioteca de Cultura Evangélica IV, pp.23-24:
(15) Que los Apóstoles y primeros cristianos se hayan equivocado al juzgar que el Señor Jesucristo vendría en vida de ellos, no invalida la inspiración con la cual escribieron las versiones de El Evangelio, ni las cartas y profecías que se les adjudica. Estoy consciente de utilizar un término tal vez chocante. Asumo la responsabilidad. En todo caso, en mi ánimo lo tengo con carácter provisional. En este sentido, ver: Stanley Horton: Teología Sistemática. Una perspectiva pentecostal. Miami, Editorial Vida, 1996. Ellos siempre pensaron que el Señor Jesús vendría en su época (p.619) y hasta mediados del siglo II era el creer de la mayor parte del cristianismo (pp.619-620). Con el pasar de los años se fue construyendo una cristología que cada vez más fue creciendo y haciéndose más densa (pp.620-623).
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