¿POR QUÉ JESÚS PRONUNCIÓ LA PARÁBOLA DE LAS DIEZ MINAS?

reino-de-jesusPor Ingº. Mario A Olcese (Apologista)

Pocos estudiantes de la Biblia se han detenido para preguntarse para qué Jesús pronunció la famosa parábola de las Diez Minas de Lucas 19:11-27. Pues bien, esta es una de las pocas parábolas que Jesús habló para responder a una inquietud o expectativa de sus seguidores con relación a su tan anhelado reinado mesiánico.

¿Un reino que se manifestaría inmediatamente?

En Lucas 19:11 descubrimos la razón por la que Jesús pronunció la parábola de la Diez Minas, con estas palabras: “Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente”. Nótese que Jesús elaboró esta parábola porque sus partidarios pensaban que su reino se manifestaría inmediatamente o que estaba muy próximo a cumplirse.

¿Pero qué les hizo pensar que el reino era inminente?

La respuesta se obtiene del mismo verso 11, el cual dice: “por cuanto estaba cerca de Jerusalén”. Sí, los partidarios del Mesías y su reino creyeron que Jesús ya iba inaugurar el reino esperado porque estaba acercándose a Jerusalén, la ciudad capital que Jesús había llamado: “la ciudad del gran rey” (Mateo 5:35). Recordemos que los antiguos reyes ungidos de Israel habían hecho de Jerusalén la capital del reino de Dios, y como era de esperarse, el heredero al trono tendría que entrar en esta misma ciudad para retomar el reino y el trono de sus ancestros.

¿Desechó Jesús aquella expectativa de sus paisanos Judíos?

Si el reino que el Señor predicaba era uno muy distinto al concebido por sus paisanos Judíos, entonces él tuvo aquí una magnífica oportunidad para corregir por completo sus “erradas expectativas” sobre una reino restaurado como antaño y presentarles su nuevo y revolucionario reino de carácter meramente espiritual y supra mundano. ¿Pero lo hizo Jesús? Les dijo, acaso, que su reino es ahora uno espiritual, o en “el corazón de los creyentes”? ¡Pues, no! En el verso 12, Jesús añade: “Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver”. Es decir, Jesús en ningún momento destruyó o revocó sus expectativas de un reino restaurado en la tierra como antaño, cuando les dice que primero él (el hombre noble) tiene que ir al cielo para recibir un reino (e.i. la autoridad) y después volver a Jerusalén (recordemos que él volverá a pisar el Monte de los olivos) para restaurar el reino que le fue confiado por el Anciano de Días…Su Padre (Daniel 7:13,14).

Autoridad sobre las naciones

Jesús, en los versículos subsiguientes (13-27), se extiende más en su parábola y revela que al volver a la tierra, él les dará a sus fieles siervos autoridad sobre ciudades enteras (Ver versículos 17,19). Esto, por sí solo, nos debería convencer de que su reino no es uno simplemente de carácter espiritual y supra mundano, o uno “en el corazón” de cada creyente. Aquí hay una promesa real y concreta de recibir autoridad y poder para regir a naciones reales y literales de este mundo. Es, pues, un reino o gobierno real o literal, uno dirigido por el Hijo de Dios, uno que es perfecto justo, y recto… uno que se origina de los cielos o de Dios.

¿Está Jesús restaurando el Reino en este tiempo?

En Hechos 1:3,6,7 leemos que los discípulos le preguntaron unánimemente a Jesús, lo siguiente: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” o como vierten algunas versiones: “¿Estás restaurando el reino en este tiempo”? y Jesús entonces prosigue para decirles simplemente: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que Dios puso en su sola potestad”. Es decir, Jesús no desechó la expectativa de sus seguidores para la tan esperada restauración del reino de su ancestro David, sino que más bien la confirma implícitamente, diciéndoles claramente que la fecha para el cumplimiento de ese magno evento sólo lo sabe Dios, su Padre, y nadie más.

¿Podría alguno, después de toda esta evidencia, atreverse a decir que el reino de Dios no tiene nada que ver con Jerusalén y las naciones de la tierra? ¡No lo creo!…¡aunque no faltan los “cielo-tercos”!

2 comentarios sobre “¿POR QUÉ JESÚS PRONUNCIÓ LA PARÁBOLA DE LAS DIEZ MINAS?

  1. Hola, Mario. Espero que mi comentario no te abrume, pero también que puedas ayudarme. Voy a ir directo y al grano: Soy un ateo en proceso de conversión, más que nada por la lectura de Chesterton y de C.S Lewis. Y la verdad es que empecé a leer los evangelios con una gran emoción, especialmente en aquellos pasajes en los que la doctrina cristiana del perdón y la bondad están perfectamente detallados. Pero esta lectura feliz se veía empañada por algunas cosas mínimas que no dejan de llamarme la atención. Me refiero a algunas frases de Jesús como «Yo no vine a traer la paz, sino la espada» y otras similares, en donde hay una presencia de violencia y de muerte que no parecen de Jesús. Sin embargo, durante esos momentos, no dejé que esos descuidos me turbaran. Hasta que llegué a la parábola de las 10 minas, en Lucas.
    Al gugliar el versículo que me llama la atención (Lucas 19:27), me puse feliz porque leí tu título de esta entrada y supuse que ibas a aclarar mi duda. Pero mi pregunta no sería tanto «¿POR QUÉ JESÚS PRONUNCIÓ LA PARÁBOLA DE LAS DIEZ MINAS?», sino más bien: «¿Por qué Jesús finaliza de esa manera dicha parábola? Me refiero a: «Pero a estos mis enemigos, que no querían que reinara sobre ellos, traedlos acá y degolladlos delante de mí.»
    Mi primera reacción fue de decepción, para serte sincero. Después de leer pasajes tan hermosos en Lucas, encontrarme con eso fue como una herida, no podía creer lo que estaba leyendo. Es más: no quería leerlo. Solté los evangelios. Me dije a mí mismo: «Es una lástima que Jesus refute en tan sólo una línea todo lo que dijo anteriormente.» Porque esas palabras suenan tan contundentes que han vaciado mi corazón. ¿Dónde está el amor al prójimo, el perdón al enemigo, la otra mejilla? Luego me quise reconfortar pensando que se puede tratar de alguna interpolación, que esas palabras no pueden ser de él. Pero no, están ahí, arruinando todo. Parece un versículo extraído del Corán, podría serlo sin inconveniente. Sencillamente, no lo entiendo. Me parece, honestamente, intolerante. Entonces recordé las grandes críticas que el pensamiento hace a los tres grandes monoteísmos: la intolerancia radical que tienen entre sí, la exigencia binaria tan absurda de «el que no está conmigo, está contra mí» ¿Por qué esa violencia?
    El último consuelo que me permití adoptar fue decir: se trata del Jesús más humano. Se trata de un desliz. Se trata de un error que para sus adentros no habrá tardado en remendar, siento gran congoja en su corazón. Se trata de un pequeño destello de ira, de una actitud que tal vez en aquella época era moneda corriente y que Jesús no pudo reprimir. Esto no opacaría la divinidad de Jesús.
    Lo anterior puede sonar desfachatado, pero me animo a decirlo. Me animo a decir que Jesús se puede haber equivocado ahí. Y me animo a decirlo porque, según la descripcíon que de él hace en Ortodoxia, Chesterton podría llegar a estar de acuerdo conmigo.
    En fin, me gustaría saber cuál es tu opinión sobre ese particular versículo. Necesito tu ayuda porque no quiero que esas palabras me impidan reconciliarme con la fe de mi niñez.
    Saludos.

    1. Querido Mariano,

      ¿Me podrías dar tu correo electrónico para escribirte, y luego pegar mi respuesta en este blog para que mis visitas la lean?

      Te adelanto estos versos que podrían, de alguna manera, responder tu pregunta:

      Salmos 109:1 Oh Dios de mi alabanza, no calles; 109:2 Porque boca de impío y boca de engañador se han abierto contra mí; Han hablado de mí con lengua mentirosa; 109:3 Con palabras de odio me han rodeado, Y pelearon contra mí sin causa. 109:4 En pago de mi amor me han sido ADVERSARIOS (sinónimo de «enemigos», en Lucas 19:27); Mas yo oraba. 109:5 Me devuelven mal por bien, Y odio por amor. Por tanto, ¿no estaría justificado su rechazo radical de Jesús a sus enemigos simbolizado por la «decapitación»? No creo que Jesús se está refiriendo literalmente a una decapitación estilo revolución francesa usando la guillotina, o usando una espada Samurai, ya que esas prácticas no se daban en israel o entre los judíos. Recordemos que la Biblia habla de que los impíos serán destruidos, porque Dios no tolera la cizaña entre el trigo. Eso mismo hacen los agricultores cuando ven que la cizaña crece peligrosamente…si no se la corta, ahogará la buena planta. Cuando Cristo establezca su reino, él no permitirá que disidentes y revolucionarios generen revueltas y desorden. Tendrá que sacarlos de su reino, de su justa sociedad, que él establecerá en la tierra durante un milenio. Sus enemigos serán eliminados. Aquí, en Perú, Sendero luminoso hizo desastre y medio, oponiéndose al gobierno de turno, colocando bombas, asesinando a campesinos, destruyendo bienes del estado, creando así más crisis y más pobreza. Llegó Fujimori y barrió con sendero Luminoso, mandando a la cárcel a sus principales mandos, y prohibiendo cualquier apología al terrorismo bajo pena de cárcel. Era la única manera de vencer a los enemigos de la democracia. Igual hará el rey Cristo con sus enconados enemigos…simplemente les cortará la cabeza, por decirlo de alguna manera…¡Y MUY BIEN HECHO!!!!

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