LA MAQUIAVÉLICA ESPIRITUALIZACIÓN DEL REINO DE CRISTO PERPETRADA POR EL ROMANISMO Y SUS TEÓLOCOS

 

¡Mi escrito que ha ayudado a muchos entender el Reino de Dios!

Parece que ya es una costumbre arraigada entre muchos estudiantes y exégetas bíblicos alegorizar todo aquello que los hace sentir incómodos o que va en contra de sus creencias particulares. Un ejemplo de ello es el reino de Dios. Pareciera que los creyentes no quisieran creer que Dios pueda establecer un reino en la tierra liderado por verdaderos Judíos, por hombres probos y santos que han demostrado ser dignos e idóneos en la vida presente para cargos de responsabilidad o de autoridad en el mundo venidero de justicia. Los más de los creyentes están esperanzados en ver totalmente destruido nuestro planeta y vivir lejos en el cielo cuando mueran a través de sus almas inmortales, las que supuestamente abandonarán sus respectivos cuerpos muertos para estar inmediatamente con Dios y con Su Hijo Jesucristo.

Sí, mis amigos, los más de los estudiantes bíblicos hoy siguen la línea de Agustín de Hipona, el gran teólogo del siglo IV, quien espiritualizó el reino de Dios definiéndolo como la iglesia de Cristo, la cual, supuestamente, reina en el mundo a través de la curia o la clase clerical. Para Agustín de Hipona, Jesús no volverá a la tierra a tomar un trono literal en Jerusalén para restaurar el prometido reino de David, ya que según él, el reino ya se había establecido algunos años después de que Cristo partió al cielo.

Para los intereses del romanismo, es muy conveniente rechazar un reino literal dirigido por Judíos verdaderos, por los hijos de Abraham. Y es que es harto conocido que el catolicismo ha tenido siempre muy poca simpatía para el judaísmo y los judíos. Estos han sido perseguidos por el Papado y han sido acusados de herejes, renegados, asesinos de Jesús, y mil epítetos más que todos ya conocemos muy bien. Se puede decir que hubo una usurpación de los privilegios de Israel por la llamada Iglesia reinante. Ahora el reino de David es sustituido o reemplazado por la iglesia, y todos los privilegios y promesas para el pueblo prístino de Dios pasan a manos de la iglesia imperante (el nuevo pueblo de Dios), dejando a Israel como parias en el mundo, como malditos y desechados por Dios. Esto fue logrado gracias a la maquiavélica interpretación agustiniana del reino de Dios.

Otros cristianos suponen que el reino de Dios es el reinado de Jesucristo en el corazón de los creyentes, es decir, una suerte de “morada de Cristo en nosotros” como el rey de nuestras vidas para dirigirnos y guiarnos en nuestro diario andar en el camino que conduce a la vida. Esta teoría es muy difundida entre los llamados cristianos evangélicos.

Muchos Estudiantes de la Biblia encuentran una serie de pasajes en la Biblia que les hacen pensar que el reino de Dios no puede ser de ninguna manera literal sino espiritual, y francamente no les quitamos razón para ello. Y es que una lectura fugaz o superficial de tales textos podrían convencernos efectivamente de que el reino que Cristo y sus apóstoles predicaron, nada tiene que ver con un gobierno en la tierra sino con algo distinto.

¿Pero acaso Jesús no dijo que su reino no es de este mundo?

Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.(Juan 18:36).

“Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece (Juan 15:19). 

Observemos que el Señor Jesús dijo que su reino no es de este mundo, así como nosotros, los cristianos, tampoco lo somos (Juan 18:36; 15:19; 17:14). ¿Es que acaso nosotros somos extraterrestres? ¿En qué sentido nosotros y el reino no somos de este mundo?

En primer lugar, debemos entender que los cristianos, y el reino que gobernarán estos elegidos, no son de este mundo puesto que SON DE DIOS. El reino es de Dios y nosotros también somos de Dios. El apóstol Juan escribió: “Hijitos, VOSOTROS SOIS DE DIOS…ELLOS SON DEL MUNDO; POR ESO HABLAN DEL MUNDO, Y EL MUNDO LOS OYE. NOSOTROS SOMOS DE DIOS…”. De modo que cuando Jesús dijo que su reino no es de este mundo, lo que dijo es que su reino es de Dios, de arriba, de inspiración divina. Y cuando Jesús dijo que nosotros no somos de este mundo, lo que él quiso decir es que nosotros SOMOS DE DIOS, le pertenecemos, somos parte de su familia, somos sus Hijos. Sin embargo, una lectura fugaz de Juan 18:36 podría llevarnos a pensar erradamente de que el reino nada tiene que ver con el mundo del futuro, con la tierra venidera de justicia, o con un reino literal tal como lo fue el reino davídico en Jerusalén.

Pero no dijo Pablo que Dios ya nos trasladó al reino de su amado Hijo en Colosenses 1:13?

Muchos cristianos que lean las Escrituras sin una reflexión cuidadosa encuentran en el pasaje paulino de Colosenses 1:13 “la prueba definitiva” de que ya estamos en el reino de Cristo. El pasaje dice así: “el cual (Dios) nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”. Ajá, nos dicen, acá está la prueba definitiva de que ya fuimos trasladados al reino, por tanto, no hay que esperarlo para el futuro.  Pero yo les contesto de esta manera: ¿Cómo es posible que los cristianos mortales, hechos de carne y sangre,  puedan entrar en el reino espiritual cuando por otro lado el mismísimo Pablo dice claramente que “carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios”? (1 Corintios 15:50). ¿Se estaba contradiciendo el apóstol de los gentiles? ¿O no será más bien que somos nosotros los que nos contradecimos?

En primer lugar, debemos entender que Pablo tiene una forma de expresarse que podría confundir a algunos, pero si aceptamos que Dios suele hablar de “cosas que no son como si fuesen” y así se lo revela a sus siervos, las cosas toman otro cariz (Rom. 4:17).

Pero este no es el único pasaje en que Pablo habla de cosas que ya nos han sido “entregadas”, pues a los Efesios Pablo les dice algo que ninguno pensaría de que está hablando de manera literal o de una promesa ya realizada o cumplida. Dice Efesios 2:6, así: “y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”. Notemos que Pablo está hablando por inspiración de Dios, el Dios que suele hablar de cosas que no son como si fuesen. El dice que Dios nos resucitó con Cristo, y asimismo nos hizo sentar en lugares celestiales con Cristo”. Pues bien, ¿tomaremos esto tan literalmente como suelen hacer algunos con Colosenses 1:13? Pues no creo. Ninguno en realidad está resucitado de la tumba, y menos, sentado con Cristo en su reino celestial.

Otro ejemplo lo tenemos en Romanos 8:17,30 en donde Pablo dice sobre la glorificación, así: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados (tiempo futuro)… Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó (tiempo presente)”. Aquí Pablo conjuga la glorificación como algo futuro y a la vez presente. Es decir, es futuro porque primero hay que padecer juntamente con Cristo, y es presente porque como dijimos antes, Dios suele hablar de cosas que no son como si fueran presentes.

¿No enseña Pablo en Hebreos 12:28 “que estamos recibiendo un reino inconmovible”?

Este pasaje de Hebreos 12:28 fue escrito probablemente por Pablo, quien suele escribir, como dijimos, de cosas futuras como si fuesen presentes. Pues bien, Pablo también dice en Colosenses 2:6 que los que andan en Cristo “han recibido al Señor Jesucristo”. Pero, ¿han recibido literalmente a la persona de Cristo? ¿Es que Cristo baja del cielo cada vez que un pecador se convierte a él?¿En qué sentido se “recibe” el reino y en qué sentido se “recibe” a Cristo? Recordemos que el recibimiento literal de la persona de Cristo se realizará cuando él regrese al mundo por segunda vez (1 Tesalonicenses 4:17). También es oportuno recordar lo que dice Pablo en 1 Tesalonicenses 2:13. En este pasaje Pablo les dice a los creyentes de Tesalónica: “Recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros”. ¿En qué sentido se “recibe” la Palabra de Dios? Pues, ¡aceptándola o creyéndola! En este caso “recibir” puede significar “creer” o “aceptar”. Por tanto, “recibir un reino inconmovible” quiere decir “creer o aceptar un reino inconmovible”—¡por la fe!          

Finalmente, el mismo apóstol Pablo habla a los corintios delevangelio…el cual también recibisteis( 1 Corintios 15:1). ¿Recibir el evangelio? ¿Qué significa eso? Es CREER en el evangelio (Marcos 16:15,16). Entonces concluimos que “recibiendo un reino inconmovible” no quiere decir necesariamente que dicho reino ya vino y que lo hemos recibido, literalmente hablando.

¿Acaso no dijo Juan que era “copartícipe del reino” en Apocalipsis 1:9?¿No enseña este texto que el reino ya estaba presente en la época apostólica, en el Primer Siglo de la era Cristiana?

Este texto de Apocalipsis 1:9 no dice que el reino se estableció en el primer siglo de la Era Cristiana. San Juan sólo dijo ser copartícipe del reino, y no, como suponen algunos, que ya estaba en el reino. El apóstol Pedro, por su parte, dice que él también es participante (o sea ‘copartícipe’) de la GLORIA QUE AÚN NO HABÍA SIDO MANIFESTADA. Sus palabras son como siguen:“..que soy también participante (copartícipe) de la gloria QUE SERÁ REVELADA.” (1 Pedro 5:1). Aquí vemos que Pedro participaba también (o ‘coparticipaba’) de la gloria que aún no se había manifestada. ¿Cómo se explica esto? Muy simple, él lo coparticipaba por la fe y en la esperanza como los otros apóstoles (Romanos 5:2). Él tenía puesta su mira en el reino, y se aferró a esa creencia como algo muy suyo. Juan era copartícipe del reino QUE SERÁ REVELADO cuando Cristo se manifieste nuevamente (2 Timoteo 4:1). Concluimos entonces que coparticipar del reino y de la gloria no significa que ambas cosas hayan sido ya reveladas.  ¡Aún permanecen en el futuro!

Pablo dice con razón al joven Timoteo: “El labrador, para PARTICIPAR de los frutos, debe trabajar primero.” ( 2 Timoteo 2:6). Sí, el apóstol Pablo dijo que uno puede ahora “coparticipar del reino” por la fe. Sin embargo, debemos trabajar primero para cosechar de sus frutos (p.e. “La Vida Eterna en el Reino”, Juan 4:36, Mateo 19:16-25).

¿No dijo Jesús que su reino vendría en pocos días cuando dice: “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder?” (Marcos 9:1).

Respuesta:

Este pasaje de Marcos 9:1 tiene su paralelo en Mateo 16:28. El apóstol Mateo registra estas palabras de Jesús así: “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre venido en su reino.” Aquí Mateo asocia la venida del reino con LA VENIDA de Jesús, la cual era aún la “bendita esperanza” para Pablo (Tito 2.13).

Algunos suponen que el reino se inauguró en Pentecostés (33 E.C), al bajar el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego sobre los creyentes. No obstante, esta hipótesis es errada, puesto que en Pentecostés MUCHOS (no ‘algunos’) fueron testigos de la venida del Espíritu Santo (no del Jesús glorioso). Recuérdese que Jesús dijo que sólo ‘ALGUNOS’ de los suyos verían el reino venido con poder. Sólo algunos privilegiados. En Pentecostés, en cambio, TODOS los discípulos estaban reunidos en el aposento alto (Hechos 1:12,13; 2:1-4). Es clarísimo que Marcos 9:1 y Mateo 16:28 NADA tienen que ver con Pentecostés del año 33 E.C.

Lo cierto es que esta promesa se cumplió seis días después cuando “Jesús tomó a Pedro, Jacob y Juan, y los llevó aparte a un monte alto, y se TRANSFIGURÓ DELANTE DE ELLOS; y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.” (Mateo 17:1-3).

Nótese que aquellos “algunos” fueron Pedro, Jacobo y Juan, quienes vieron la “venida del reino y la gloria del Rey” (2 Pedro 1:16). No obstante, esta fue una visión de una gloria aún mayor que vendrá con Cristo en su segunda venida a la tierra. Para ese entonces Jesús dirá a sus escogidos: “Venid, benditos de mi Padre: Heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:31,34).

En Lucas 19:11-27 Jesús pronuncia la Parábola de las Diez Minas, la cual es muy interesante e informativa. Pero: ¿Por qué Jesús pronunció esta parábola a sus discípulos? La respuesta es sorprendente, y la descubrimos en el versículo 11: “por cuanto estaba (Jesús) cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino se manifestaría INMEDIATAMENTE.” ¡Aquí está la razón! Los seguidores de Jesús pensaron erradamente que el glorioso reino de Dios se establecería inmediatamente. Entonces Jesús pasa a decirles que antes que se establezca su reino, él tiene que ir al cielo a recibir un reino y volver (verso 12). Pero Cristo aún no ha vuelto, por tanto el reino no ha sido establecido aún. Además, Jesús dice que ese esperado reino se hará realidad para él y su iglesia sólo en su parusía o segunda venida al mundo (Mateo 25:31,34). Por eso Pablo irónicamente se burla de aquellos cristianos que creían que estaban reinando sin Cristo, diciendo: “Ya estáis saciados, ya estáis ricos, sin nosotros reináis. ¡Y OJALÁ reinaseis, para que nosotros reinásemos también juntamente con vosotros!” (1 Corintios 4:8). ¡Y esto fue escrito por Pablo varias décadas después de Pentecostés!

¿No es la profecía de Daniel 2:44 una prueba definitiva de que el reino de Dios se estableció durante el apogeo del imperio romano?

El pasaje de Daniel 2:44 dice: “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre.” Ahora bien, notemos que Daniel señala que “en los días de estos reyes” el reino sería establecido en la tierra. Sí, el reino se establecería cuando DIEZ REYES CORONADOS Y EN SU PODER APARECIERAN EN LA HISTORIA de Roma. No obstante, cuando cierto grupo de cristianos llamados “amilenialistas” nos dice que ello ocurrió en el año 33 E.C, no saben cómo explicar quiénes eran esos 10 reyes en pleno poder y mando en Roma. Simplemente han dicho que eran 10 césares romanos. Sin embargo, nunca hubo 10 emperadores o césares romanos gobernando SIMULTÁNEAMENTE. Nótese nuevamente que dice “en los días de estos reyes”. La profecía es clara. El reino de Dios se establecería cuando aparecieran diez reyes o gobernantes en pleno poder en el Medio Oriente (encabezados por el anticristo). No obstante, cuando se produjo el Pentecostés del año 33 E.C, el gobernante o césar romano de turno era TIBERIO. Sus antecesores ya estaban muertos, y sus sucesores estaban todavía  jóvenes o no habían aún nacido. Es claro que sólo hubo un césar romano cuando bajó el Espíritu Santo en Pentecostés—¡No 10!

Daniel 7:7,8 nos revela, además, que de entre los “diez cuernos” (=diez dedos de Daniel 2:44) salió un undécimo cuerno, delante del cual son arrancados tres cuernos.. ¿Diremos que el césar romano #11 vio cómo derrocaban—-simultáneamente—a otros TRES césares romanos?¿Tenemos acaso alguna información histórica de que esto efectivamente ocurrió durante el apogeo o decadencia del imperio romano?¿Dónde está el documento? Que sepamos, Roma nunca tuvo 3 césares reinando juntos y que fueran derrocados por otro césar usurpador.

Ahora bien, supongamos por un instante que el reino se estableció en el primer siglo, durante el apogeo de Roma. ¿Destruyó ese “reino” (= “iglesia de Cristo”) a 10 reinos y reyes existentes y los consumió? Recordemos que Daniel 2:44 dice que ese “reino celestial” destruye y consume a 10 reinos existentes (representados por los diez dedos de los pies de la imagen colosal que soñó Nabuconodosor). Que sepamos, ningún reino del primer siglo destruyó a otros 10 reinos y sus reyes, y menos, la iglesia de Cristo naciente. Los césares romanos murieron asesinados o de muerte natural, pero ninguno de ellos por acción de la iglesia militante, o  por la intervención de algún nuevo imperio. El imperio romano cayó por su propia decadencia moral y social, unos 400 años después de que se estableciera la iglesia del Señor. Sólo cuando ya no quede ‘rastro alguno’ de estos reinos, la profecía se habrá cumplido (Leer Daniel 2:35). Pero todavía existe Roma y sus ruinas antiguas, así como muchas otras. Que sepamos, no hay registro alguno de la desaparición SIMULTÁNEA de 10 reinos y reyes en el primer siglo, ni en el segundo, ni en el tercero, ni hoy.

Finalmente, si por “reino” ha de entenderse “La Iglesia Cristiana”, entonces los otros 10 reinos destruidos ha de entenderse como “10 iglesias destruidas”. Pero, ¿destruyó la iglesia de Cristo naciente a otras 10 iglesias existentes en el primer siglo? ¡Jamás! Al contrario, la iglesia naciente fue fuertemente perseguida y diezmada por Roma hasta el siglo IV. Recién con el emperador Constantino (Siglo IV) la iglesia pudo respirar aires de libertad y paz.

¿No dijo Jesús en Lucas 17:20,21 que su reino “está entre vosotros”? ¿No prueban estas palabras suyas que el reino estuvo presente en el primer siglo?

Estimados amigos este pasaje de Lucas 17:20,21 es muy citado por los que no creen en un reino literal. Este dice así: “El reino no vendrá con advertencia, ni dirán helo aquí, o helo allí, porque he aquí que el reino está entere vosotros.” Si lo que Jesús dijo era que el reino estaba ya establecido en la tierra durante su ministerio, entonces éste no llegó el 33 E.C de Pentecostés (fecha que muchos suponen comenzó el reino) sino ANTES. Recordemos que Jesús aún estaba cumpliendo su misión redentora entre los suyos, y ni siquiera había mencionado la futura llegada del Espíritu Santo en Pentecostés. ¿Creerán los “amilenialistas o los “reino-fóbicos que el reino vino ANTES del Pentecostés del año 33 E.C?

Ahora bien, en Lucas 21:25,31 Jesús afirma que ANTES de la venida del reino habría “señales” en el sol, la luna y las estrellas (Lucas 21:25). Luego Jesús dice: “Cuando veáis que suceden estas cosas (las señales), sabed QUE ESTÁ CERCA EL REINO DE DIOS” (verso 31). Me pregunto: ¿Se contradice nuestro Señor? En el capítulo 17 de Lucas dice que el reino vendrá sin advertencia (sin “señales”) pero en el capítulo 21 dice lo contrario. Sin duda Lucas 17:20,21 no debe ser tomado a la ligera.

Hugh J.Schonfield, en su libro “El Complot de Pascua” dice algunas verdades indiscutibles. En la página 147 de su libro comenta este pasaje de Lucas 17:20,21 así: “…dijo a los fariseos que el reino no vendrá permaneciendo ociosos, en espera de signos. El reino de Dios estaba justo a su lado, delante de sus narices, listo para aparecer sólo con que ellos quisieran cumplir las condiciones que lo inaugurarían. Estad vivos, insistía Jesús. El objetivo no se alcanzará mediante una adormilada asociación con él.”

Hans Conzelmann: En su libro “La Teología de San Lucas”, página 147 comenta este pasaje de Lucas 17:20,21 así: “La declaración principal no es que el reino está viniendo, sino que el reino está siendo predicado por Jesús y hecho manifiesto en su ministerio. La “venida” en si misma pertenece al futuro, y está separada por un largo intervalo de su manifestación.” (Pág. 180).

Finalmente podemos decir que Cristo, como Rey del reino de Dios, fue el más importante y esencial de sus partes componentes; y usando un lenguaje llamado SINECDOQUE (el acto de recibir, describe la figura por la que un vocablo recibe de otro algo, por estar asociado con él mediante alguna conexión, como cuando se toma la parte en lugar de todo y viceversa) él pudo muy bien decir que el reino, representado por él mismo, ya estaba verdaderamente entre los fariseos. No obstante, el reino escatológico aún no se establecería en la tierra durante su ministerio en Israel.

¿No dijo Jesús que el reino había llegado cuando expulsaba a los demonios? (Lucas 11:20).

En Lucas 11:20 Jesús dice: “Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.” Aquí nuevamente vemos un reino que supuestamente ya “ha llegado” antes de Pentecostés. Es un reino que se manifiesta por el hecho de la expulsión de los demonios de los poseídos. Jesús asocia la “venida” del reino con la atadura de los demonios, y con su arrojamiento al abismo (Mateo 10:1; 1 Juan 3:8). Pues bien: ¿No es esto lo que exactamente va a hacer nuestro Señor con Satanás y sus demonios justo antes de inaugurar su reino milenario? (Leer Apocalipsis 20:1-3). Por eso, cuando Jesús y sus apóstoles ataban a los demonios, daban a saborear un poco—por así decirlo— la presencia benefactora del reino futuro en su ministerio terrestre. El reino de Cristo significará la liberación humana de las garras satánicas, y el inicio de una nueva existencia en Cristo.

¿Por qué dice usted, Sr. Apologista, que el reino está relacionado con el pueblo judío si éste rechazó a su Mesías?¿No dice Jesús que el reino le sería quitado a Israel y dado a los no judíos, según Mateo 21:43?

En este texto NO se dice que el reino le sería quitado a Israel para siempre. En Romanos 11:11,12 el apóstol Pablo dice que la transgresión de los judíos trajo la riqueza a los gentiles. No obstante, el apóstol luego pasa a decir que la futura restauración del pueblo judío—y con  él su reino—se traducirá en mayores bendiciones para los no judíos (gentiles).

El apóstol pasa a decir también que “algunas ramas (no todas) fueron desgajadas del buen olivo” las cuales fueron reemplazadas por otras ramas injertadas de un olivo silvestre (Romanos 11:17). Luego Pablo dice que las “ramas silvestres” (gentiles) no deben enorgullecerse de haber sido injertadas dentro del buen olivo, pues no son las ramas (gentiles) las que sostienen al olivo (la nación judía), sino el olivo bueno y su raíz a las ramas injertadas  del olivo silvestre (v.18). Finalmente Pablo dice, en el verso 24, que Dios injertará nuevamente a las ramas naturales del “buen olivo” si se arrepienten. Ahora bien, hubo muchos judíos que permanecieron fieles a Dios, los cuales no fueron desgajados del buen olivo. Por ejemplo: Todos los apóstoles, sus discípulos hebreos en Jerusalén y de la diáspora, etc. Ellos no fueron cortados, pertenecían al pueblo original de Dios. Sólo los infieles fueron cortados para luego ser reemplazados por los gentiles convertidos. Estos gentiles convertidos se unen al pueblo elegido de Dios (“buen olivo”), y se nutren igualmente de su rica savia (las promesas hechas a los padres hebreos). Decir que Dios rechazó totalmente a su pueblo original, significa que las ramas injertadas no tienen la rica savia del buen olivo como fuente de sostenimiento, y esto entonces quiere decir: Desesperanza y la muerte.

Pablo les dice a los gentiles de Efeso lo siguiente: “Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne…estabais sin Cristo, alejados de la CIUDADANÍA DE ISRAEL y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos ( a la ciudadanía de Israel) por la sangre de Cristo.” (Efesios 2:11-13). Aquí Pablo aclara más el asunto. Los gentiles ahora están dentro de la ciudadanía de Israel, el antiguo pueblo Dios, por medio de Cristo. Ahora los gentiles, como los judíos elegidos, tienen la oportunidad de beneficiarse de los pactos de la promesa (“la rica savia del olivo”). Ahora los gentiles injertados a la nación de Israel (el pueblo de Dios) son conciudadanos de esa nación de Dios, y ya son miembros de la familia de Dios, y herederos de Sus promesas. Hay pues un solo Señor, una sola fe, una sola esperanza de nuestra vocación (Efesios 4:4). Decir que la esperanza de los fieles hebreos es distinta a la de los fieles de la Iglesia, es una tesis que no encuentra su apoyo en la Biblia. Pero también es un grave error decir que Dios rechazó para siempre a su pueblo al cual desde mucho antes conoció. Dice Pablo sobre este punto así: “Digo, pues: ¿Ha rechazado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. NO HA DESECHADO DIOS A SU PUEBLO, AL CUAL DESDE ANTES CONOCIÓ…” (Romanos 11:1,2). Así que aunque los amilenialistas digan que Dios rechazó al pueblo elegido Judío, Pablo dice que NO. Y aunque a algunos les duela, “la salvación viene de los Judíos” (Juan 4:22)—¡Y lo dijo el judío Jesús!

Si el reino del rey David dejó de existir para dar paso a un “reino espiritual y celestial”, ¿por qué los mismos discípulos de Jesús le preguntaron, momentos antes de su ascensión al Padre: “…Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6). Insistir en un reino monárquico en Israel por parte de los discípulos hubiera sido una testarudez, si es que en verdad Cristo abolió para siempre esa esperanza mesiánica. Pero Jesús no los reprende diciéndoles algo así como: “Me sorprende que me pregunten eso si ya les enseñé que mi reino es espiritual y celestial”. Pero Jesús no les dice eso o algo similar. Lo que les dice es que  “no os toca  saber los tiempos y las sazones, que el padre puso en su sola potestad” (v.7). Lo que preguntaron los discípulos era correcto y válido, y no una tontería como algunos teólogos han sostenido. No creo que todos los discípulos de Jesús hayan sido malos alumnos como para entender mal lo enseñado por él acerca el reino, en esos 40 días que estuvo en privado con ellos, después de su resurrección (Hechos 1:3). Jesús mismo valida la pregunta contestando que sólo Dios sabe el tiempo cuándo será restaurado el reino davídico a los israelitas. La pregunta era correcta, pero el tiempo sólo lo sabe Dios.

Pero los hermanos amilenialistas se olvidan lo que el profeta Ezequiel dijo concerniente al reino monárquico en Israel. En primer término, el último rey que tuvo la dinastía de David fue SEDEQUÍAS, quien fuera derrocado por Nabuconodosor allá por el año 587 A.C. Desde esa fecha hasta hoy la dinastía y el reino de David quedaron suspendidos en el tiempo. Pero nótese que el profeta Ezequiel afirma que la corona y la tiara se le dará a un varón que tiene el derecho a tomarlos (21:25-27). En Hechos 2:29,30 el apóstol San Pedro revelará que Jesucristo es aquel varón que se sentará en el trono del reino de David. El evangelista Lucas dice que Jesucristo recibirá “el trono de David su padre, y reinará sobre la casa (nación) de Jacob (Israel)  para siempre” (Lucas 1:31-33). Los que dicen que el trono de David está el cielo, están mintiendo. Lo cierto es que ni David, ni ninguno de sus sucesores, estuvieron reinando en el cielo sobre el pueblo de Israel. La Biblia es clara cuando nos dice que David reinó 33 años en Jerusalén, y 7 en Hebrón (1 reyes 2:11).

¿Puede usted demostrar, Sr. Apologista, que el reino de Dios se establecerá en Jerusalén, y que Cristo tendrá su trono en esa ciudad?

En primer término, el reino de Dios era el reino de David. En 1 Crónicas 28:5 leemos: “Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón PAR QUE SE SIENTE EN EL TRONO DEL REINO DE JEHOVÁ (DIOS) SOBRE ISRAEL.” Aquí está la prueba de que “el trono de David” en Israel era EL REINO DE DIOS. Pero, ¿Dónde reinó David, Salomón, etc? ¡En Jerusalén! Eso lo vimos en la pregunta anterior.

Otro texto interesante que prueba que el “reino de David” era “el reino de Dios” está en 2 Crónicas 13:5,8 que dice: “¿No sabéis vosotros que Jehová Dios de Israel dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él, y a sus hijos, bajo pacto de sal? Y Ahora vosotros tratáis de resistir al REINO DE JEHOVÁ en mano de los hijos de David, porque sois muchos…

No es de extrañar lo que el ángel de Dios le dijo a María en relación al judío Jesús: “…y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará EL TRONO DE DAVID SU PADRE; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” (Lucas 1:31-33). Nuevamente se nos dice que Cristo reinará en Israel, y cuya capital es Jerusalén.

En Mateo 5:34,35 Jesús dice algo muy interesante que pocos cristianos han advertido: “Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera, ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por JERUSALÉN PORQUE ES LA CIUDAD DEL GRAN REY.” ¿Quién era el “gran Rey”?¿Herodes? No, sino Jesús mismo. Sí, Jerusalén es la ciudad del gran rey Jesucristo, él la hará su capital en su reino milenario.

Los discípulos sabían perfectamente que el reino de Dios estaba estrechamente ligado con la ciudad de JERUSALÉN ( la sede del reino davídico). En Marcos 11 vemos la historia de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. ¿Qué pensaron inmediatamente los discípulos de esa entrada de Jesús en la ciudad de David? Los versos 10 y 11 nos dicen: “¡Bendito EL REINO de nuestro padre David que viene!¡Hosanna en las alturas! Y ENTRÓ JESÚS EN JERUSALÉN...” Es clarísimo que los primeros cristianos sí esperaban la reanudación o la restauración del reino de David en Jerusalén en la persona del Cristo, su descendiente según la carne. Más adelante los discípulos se verán precisados a preguntarle si ya era el tiempo de la tan esperada restauración (Hechos 1:6,7).

Si el reino es ahora la Iglesia de Cristo, entonces no habrá una futura restauración del reino de David en Israel. Pero esta creencia contradice una infinidad de pasajes que nos hablan de un reino futuro aún no establecido o restaurado. Notemos que el reino verdadero será restaurado. Eso quiere decir que ese reino existió, se suspendió y nuevamente se establecerá como era antes. ¿Pero existió la iglesia antes de Pentecostés, en los tiempos de David?¿Fue el reino de David la misma iglesia de Cristo, el cual fue derrocado por Nabuconodosor en el año 587 AC?¿Derrocó Nabuconodosor a la iglesia de Cristo en los tiempos de Sedequías?¿Restauró Cristo el reino de Dios en el 33 E.C? ¿Fue restaurada, o más bien, inaugurada, la iglesia en Pentecostés? La Biblia habla de que el reino será RESTAURADO como lo fue antes—¡No INAUGURADO! (Hechos 1:6; 3:19-21; Romanos 11:12). Esto es importante. Véase en el diccionario el significado de la palabra “restauración”. Esto es muy importante, pues también significa reposición en el trono de una dinastía caída, depuesta, o derrocada. Esto ocurrirá con la dinastía davídica aún derrocada. Cristo regresará en gloria para RESTAURAR EL REINO DERROCADO DE DAVID! (Mateo 25:31,34).

En Jeremías 3:17 se nos revela que Jerusalén será llamada: “Trono de Jehová”. En Zacarías  8:3 leemos: “Así dice Jehová: Yo he restaurado a Sión, y moraré en medio de Jerusalén; y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte de Jehová de los ejércitos, Monte de Santidad.” En Zacarías 1:16 también leemos: “Por tanto, así ha dicho Jehová: Yo me he vuelto a Jerusalén con misericordia; en ella será edificada mi casa…” El siguiente versículo, el 17, dice: “Clama aún, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Aún rebosarán mis ciudades con la abundancia del bien, y aún consolará Jehová a Sión, Y ESCOGERÁ TODAVÍA A JERUSALÉN.” “…y Jerusalén será santa, y extraños no pasarán más por ella.” (Joel 3:17).

Y en Lucas 21:24 Jesús dice de Jerusalén, lo siguiente: “…y Jerusalén será hollada por los gentiles, HASTA QUE LOS TIEMPOS DE LOS GENTILES SE CUMPLAN.” Pero muchos llamados cristianos no se han puesto a meditar en estas palabras proféticas de Jesucristo. Aquí hay un hecho histórico innegable e indiscutible. Jerusalén ha sido pisoteada por las naciones e imperios gentiles (no judíos) durante milenios. Pero Jesucristo afirma que este “hollamiento” (pisoteo)—¡tendrá su fin! (“hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan”). Entonces, cuando los no Judíos o gentiles dejen de pisotear Jerusalén, los Judíos tendrán el dominio y el control absolutos de Jerusalén con el Mesías y su iglesia a la cabeza ( Joel 3:17; Isaías 32:1; Lucas 1:31-33; Mateo 5:34,35). Ya en Junio de 1967 se dio un gran paso, cuando Jerusalén pasó a manos de los Judíos, aunque aún seguirá el pisoteo gentil hasta que Cristo regrese a reinar sobre sus enemigos en Jerusalén (Leer Zacarías 14:1-21).

¿Acaso no prometió Jesús a sus seguidores el cielo en Juan 14:1-3?

Jesús jamás prometió a sus seguidores darles un lugar en el cielo como morada permanente. Tampoco ninguno de sus apóstoles creyó que iría al cielo para estar con Dios y Jesús. Fue el filósofo Griego Platón el que sentó las bases de un alma inmortal que parte de este mundo después de la muerte. Su filosofía fue mezclada con el pensamiento Hebreo y nació el gnosticismo. Esta secta gnóstica, muy en boga en los tiempos de Jesús, amenazó a la sana doctrina predicada por Jesús y sus apóstoles. Los apóstoles, y en especial Pablo y Juan, advirtieron a las iglesias cristianas en contra de esa secta. Pablo llamó a los gnósticos: “La falsamente llamada ciencia” (“gnosis”)(1 Timoteo 6:20). Los gnósticos decían que la materia era mala y pecaminosa, y que Cristo no era humano sino que tenía apariencia de hombre. Creían que existía un plano superior (el “Pleroma, especie de cielo gnóstico) donde vivían los AEONES (espíritus puros superiores, entre los cuales estaba Cristo antes de venir al mundo). Los gnósticos creían que ellos tenían el conocimiento verdadero para lograr partir a ese plano o dimensión de los espíritus con el alma inmortal. ¿No se parece esto mucho al pensamiento “cristiano” sobre una existencia en el cielo con Dios, Cristo, y sus ángeles después de esta vida, a través de nuestras “almas inmortales”? Es muy probable que muchísimos cristianos sean realmente cristianos gnósticos en este punto.

También Pablo advirtió, que después de su “partida”, entrarían en el rebaño del Señor falsos maestros que buscarían ganarse el rebaño con palabras pervertidas (Hechos 20:29,30). Y así fue. Con el correr del tiempo, la iglesia se corrompe con sus propios malos obispos que se levantan con sus herejías destructoras. En el siglo IV, dijimos, aparece el obispo “San Agustín de Hipona”, el Padre y Teólogo del catolicismo. Éste distorsiona radicalmente el verdadero significado del reino bíblico al decir, por vez primera, en su obra “La Ciudad de Dios”, que el reino era “la iglesia reinante”. Parece ser que los “amilenialistas católicos”, y “campbelitas amilenialistas” no han logrado sacudirse del todo de los errores de Agustín de Hipona.

Algunos dirán: “Bueno, ¿no dice Jesús que “los pobres en espíritu es el reino de los cielos”? (Mateo 5:3). Pero tomemos nota que el Señor NO dice que de los pobres en espíritu es el reino EN (sino “DE”) los cielos”. De modo que lo que Cristo ofreció a los pobres en espíritu era un reino que tiene su origen en Dios, y no en los hombres. Viene de Dios como un don o regalo para los hombres.

Pues bien, regresemos a Juan 14:1-3 de la pregunta. Veamos lo que verdaderamente dijo el Señor Jesucristo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy pues a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mi mismo, para que DONDE YO ESTOY, vosotros también estéis.”

Muchos estudiantes de la Biblia no se han puesto a pensar en esta última frase “para que DONDE YO ESTOY (tiempo presente)”. En las más importantes versiones de la Biblia Inglesa se vierte este pasaje como “WHERE I AM” en tiempo siempre presente (“donde yo estoy”). Esta frase es sumamente importante y clave para entender los versos en cuestión. Jesús está ofreciendo un lugar a sus discípulos “en la casa de su Padre”. Luego nos dice que él nos tomará para que estemos con él en el lugar donde ÉL ESTÁ en el momento de pronunciar la promesa. Y, ¿dónde estaba Jesús cuando pronunció esa promesa? ¿En el cielo? ¿En Marte? No! Él estaba aún en LA TIERRA, y más exactamente, EN JERUSALÉN. Recuerde que Jesús todavía no había ascendido al cielo, y aún no había ni siquiera resucitado. Por tanto Jesús estaba ofreciéndoles a sus seguidores volver a la tierra para estar con ellos en el lugar donde proclamó su promesa, es decir: ¡En Jerusalén!

Muchos cristianos creen que Jesús nos “llevará al cielo” para darnos nuestro “lugar” en la casa del Padre. Pero Jesús nunca habló de llevarnos al cielo en Juan 14:1-3. Usted NO leerá, ni siquiera una vez, de que iremos al cielo para recibir nuestro “lugar” una vez que esté preparado por Jesús. Lo que Jesús dijo era que prepararía nuestro lugar en la casa de su Padre y que luego volvería para estar con nosotros. Lo que NO dijo era CUÁNDO Y DÓNDE recibiríamos nuestro lugar en la casa del Padre. Él sólo está ahora ocupado PREPARANDO nuestras moradas, pero NO nos dice cuándo entraremos en ellas. En Apocalipsis 21 se revela que la “ciudad santa” bajará del cielo después del milenio. La ciudad santa de Apocalipsis 21 es descrita por Ezequiel como un edificio (40:2), y como una casa en 2 Corintios 5:1,2. Esta ciudad o casa canta bajará del cielo, y “Dios estará con los hombres” (Apocalipsis 21:3). Sólo los salvos entrarán en ella para tomar sus lugares o moradas (Apocalipsis 21:27). También leer Hebreos 11:9,10 donde se nos dice claramente que Abraham (el padre de la fe) “esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.” Y en Hebreos 13:14 Pablo dice: “Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos LA PORVENIR.”

www.apologista.wordpress.com

www.elevangeliodelreino.com

Deja un comentario