LOS UNGIDOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO PODÍAN CONTRISTAR EL ESPÍRITU DE DIOS POR EL PECADO Y QUEDAR DESECHADOS DEL REINO

En el Antiguo Testamento el espíritu de Yahvéh operó desde el principio de la creación, y lo vemos trabajando para establecer a los jueces de Israel. El Espíritu de Yahweh vino sobre Otniel y fue juez de Israel’ (Jueces 3 versos 9 y 10). En el caso de Gedeón: ‘El espíritu de Yahvéh revistió a este siervo del Señor (ver Jueces 6 verso 34). También de Jefté se dice que ‘el espíritu de Yahvéh vino sobre él’ ( ver Jueces 11 verso 29). Y de Sansón: ‘El espíritu de Yahvéh comenzó a excitarle’ ( ver Jueces 13 verso 25). El espíritu de Dios en estos casos es quien otorga fuerza extraordinaria, valor para tomar decisiones, a veces habilidad estratégica, por las que el hombre se vuelve capaz de realizar la misión que se le ha encomendado para la liberación y la guía del pueblo. También cuando llegó la hora de las primeras iniciativas de batalla, ‘invadió a Saúl el espíritu de Dios’ (1 Samuel 11 verso 6). y a David, quien fuera consagrado por el anciano Samuel con la unción por la que ‘a partir de entonces, vino sobre David el espíritu de Yahweh’ (1 Samuel 16 verso 13).

El Espíritu Santo es el que estableció a los llamados Jueces de Israel ( ver Jueces 3 verso 10;Jueces 6 verso 34; Jueces 11 verso 29) y a los Reyes ( en 1 Samuel 11 verso 6), Además, el Espíritu Santo es el que capacita a los artesanos para el trabajo del santuario (Éxodo 31 verso 3; Éxodo 35 verso 31), da la sabiduría a José (Génesis 41 verso 38), la inspiración a Moisés y a los profetas (Números 11 verso 17. Números 25 verso 26; Números 24 verso 2; Números 10 verso 6. Números 10 versos 19 y 20), inspira a David (1 Samuel 16 verso 13; 1 Samuel 23 verso 2), descenderá sobre el Mesías con la abundancia de sus dones (Is 11 verso 2) y lo hará capaz de realizar su misión de justicia y de paz. Aquel sobre quien Dios ‘haya puesto su espíritu’ ‘dictará ley a las naciones’ (Isaías 42 verso 1); ‘no desmayará ni se quebrará hasta implantar en la tierra el derecho’ (Isaías 42 verso 4).

Con cierta frecuencia la Biblia describe episodios significativos, en los que se observa que el espíritu de Dios recae sobre alguien, el cual pronuncia un oráculo profético. Así sucede en el caso de Balaam: Le invadió el espíritu de Dios’ (Números 24 verso 2).

También vino a los setenta ancianos, pues dice la Escritura: Y en cuanto reposó sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar…’ (Números 11 verso 25).También el profeta de Dios estaba guiado por el Espíritu Santo de Yahweh. El hombre de la palabra. debe ser también el ‘Hombre del espíritu’, dice el profeta Oseas (en Oseas 9 verso 7): debe tener el espíritu de Dios, y no sólo el propio espíritu si ha de hablar en nombre de Dios.

Ezequiel tiene conciencia de estar personalmente animado por el espíritu: ‘El espíritu entró en mí. Escribe, como se me había dicho, y me hizo tenerme en pie; y oí al que me hablaba’ (Ezequiel 2 verso 2). El espíritu entra en el interior de la persona del profeta. Lo hace tenerse en pie: por tanto, hace de él un testigo de la palabra divina. Lo levanta y lo pone en movimiento: ‘El espíritu me levantó y me arrebató’ (Ezequiel 3 verso 14). Así se manifiesta el dinamismo del espíritu (Ezequiel 8 verso 3: 11. Ezequiel 43 verso 5). Ezequiel. por lo demás precisa que está hablando del ‘espíritu de Yahvéh’ (Ezequiel 11 verso 5).

Joel, había anunciado una efusión universal del Espíritu de Dios que debía realizarse ‘antes de la venida del Día de Yahvéh, grande y terrible’ (Joel 3 verso 4) y debía manifestarse con una extraordinaria difusión del don de profecía. El Señor había proclamado por medio de él: ‘Yo derramaré mi Espíritu en toda carne. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizaran. Vuestros ancianos soñarán sueños y vuestros jóvenes verán visiones’ (Joel 3 verso 1). La inspiración profética alcanzaría incluso ‘a los siervos y a las siervas’ (Joel 3 verso 2), superando toda distinción de niveles culturales o condiciones sociales. Entonces la salvación se ofrecería a todos: ‘Todo el que invoque el nombre de Yahvéh será salvo’ (Joel 3 verso 5).

El espíritu divino, según la Biblia, no es sólo luz que ilumina dando el conocimiento y suscitando la profecía, sino también fuerza que santifica. En efecto, el espíritu de Dios comunica la santidad, porque él mismo es ‘espíritu de santidad’. ‘espíritu santo’. Se atribuye este apelativo al espíritu divino en el capítulo 63 del libro de Isaías cuando. en el largo poema dedicado a exaltar los beneficios de Yahvéh y a deplorar los descarríos del pueblo a lo largo de la historia de Israel, el autor sagrado dice que ‘ellos se rebelaron y contristaron a su espíritu santo’ (Isaías 63 verso 10). Pero añade que después del castigo divino. ‘se acordó de los días antiguos, de Moisés su siervo’. para preguntarse: ‘¿Dónde está el que puso en él su espíritu santo ?’ (Isaías 63 verso 11 ).
David, poseedor del Espíritu de Dios implora perdón y misericordia al Señor: ‘No me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mi tu santo espíritu’ (Salmos 51:11).
Dios prometió el don del Espíritu a los corazones, en la célebre profecía de Ezequiel, en la que dice: ‘Yo santificaré mi gran nombre profanado entre las naciones, profanado allí por vosotros… Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados: de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo… Infundiré mi espíritu en vosotros…’ (Ezequiel 36).

Los hombres o pueblos que siguen el espíritu que está en conflicto con Dios. ‘contristan’ al espíritu divino. Es una expresión de Isaías que hemos referido ya y que es oportuno citar de nuevo en su contexto.. 9 En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad. 10 Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos. (Is 63, 9.10). Pero según el lenguaje del profeta, se puede decir que el pecado del pueblo contrista el espíritu de Dios especialmente porque este espíritu es santo: el pecado ofende la santidad divina. La ofensa es más grave porque el Espíritu Santo de Dios no sólo ha sido colocado por Dios en su siervo Moisés (Isaías 63 verso 11), sino que lo ha dado como guía a su pueblo durante el éxodo de Egipto (Isaías 63 verso 14), como signo y prenda de la salvación futura: ‘Mas ellos se rebelaron…’, (Isaías 63 verso 10). También Pablo, heredero de esta concepción y de este lenguaje, recomendará a los cristianos de Éfeso: ‘No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención’ (Efesios 4 verso 30; Efesios 1 versos 13-14).

Como vemos, el mismo Espíritu Santo que operó en los siervos ungidos del nuevo Testamento, opera hoy en los creyentes para guiarlos, y darles frutos espirituales. Ese mismo espíritu que habitó en aquellos santos profetas, entre los cuales está David, hará posible que sean resucitados a la semejanza de Cristo en su resurrección, pues como dijera Pablo: Romanos 8:11: «Y SI EL ESPÍRITU DE AQUEL que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros».

Ellos y nosotros resucitaremos en la semejanza del Hijo si seguimos hospedando en nuestros cuerpos el Espíritu de Dios, no contristándolo por el pecado. Sólo si continuamos en el pecado podríamos perder el Espíritu Santo, o que es lo mismo decir, la salvación misma.

Finalmente, el profeta Isaías pone de relieve la relación entre el espíritu de Dios y el Mesías diciendo: ‘Reposará sobre él el espíritu de Yahweh’ (Isaías 11 verso 2). Será también espíritu de fortaleza; pero ante todo espíritu de sabiduría: ‘Espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de ciencia y temor de Yahweh’, el que impulsará al Mesías actuar con justicia en favor de los miserables, de los pobres y de los oprimidos (Isaías 11 versos 2 y 4).