MÁS IGLESIAS DE AFROAMERICANOS ESTÁN A FAVOR DEL MATRIMONIO GAY

La aceptación del matrimonio entre personas del mismo sexo por negros protestantes estadounidenses ha aumentado en alrededor de un tercio en el último año, revelaron los datos del Centro de Investigación Pew esta semana.

Según Pew, su encuesta de febrero 2014 encontró  que el 43 por ciento de los protestantes negros apoyó el matrimonio de personas del mismo sexo, frente al 32 por ciento en 2013. Este es el mayor aumento de cualquier estadística religiosa citada por Pew.

Fuente:

UNA LECTURA DE NÚMEROS 12 DESDE LA PERSPECTIVA DE MUJERES NEGRAS

EETIOPBetty Ruth Lozano

Bibiana Peñaranda

Resumen
Presentamos una relectura de Números 12 desde una perspectiva de mujeres negras. Lo que hacemos es desplazar la atención de Miriam y Aarón, que ha sido la lectura tradicional del texto, para enfatizar la presencia silenciada de la mujer cusita, la cual no nos cabe duda es la misma Séfora, esposa de Moisés. Y para finalizar le damos voz a Séfora, ella misma nos cuenta su propia versión de los hechos narrados en Números 12. 

Nuestro primer acercamiento al texto de Números 12 lo hicimos desde la expropiación simbólica y real que la cultura occidental, patriarcal y racista, ha hecho de nuestros cuerpos de mujeres negras. Este texto nos ofreció una identificación inmediata con una mujer negra, que, según nosotras leíamos, estaba siendo excluida, marginada, negada por otra mujer y/o por otro pueblo debido al color de su piel. Esta primera lectura pretendió desplazar la atención de Moisés y Miriam, que ha sido la lectura tradicional del texto, para ubicar a la cusita como centro del relato.

Como mujeres negras asumimos a la mujer cusita o etíope como la protagonista.

Interpretamos el castigo a Miriam como una opción de Dios por el pueblo negro, esto nos alegró y nos llevo a ratificar que Dios está en contra del racismo, es más lo considera un pecado y envía a Miriam una enfermedad como la lepra, la cual es como un llamado a mirarse, a volverse sobre su piel y a que sienta por siete días lo que significa ser rechazada, apartada, excluida, tanto por sus hermanos como por el pueblo que camina junto con ella, quien además debió detener su marcha, retrasarse en su caminar; seguramente también reflexionar sobre el pecado de Miriam que era también su propio pecado, es decir que se dieron cuenta que el racismo, la exclusión y la discriminación no hacen parte del plan de Dios para su pueblo. Miriam es obligada a retractarse y a entrar en un proceso de arrepentimiento. Aquí también hicimos un desplazamiento porque tradicionalmente se ha leído que el pecado de Miriam es el cuestionamiento al liderazgo de Moisés. Temimos caer en una lectura patriarcal al resaltar el enfrentamiento entre las dos mujeres, pero como mujeres negras queríamos visibilizar la otra cara del conflicto presentando el enfrentamiento étnico racial que veíamos dentro del pueblo de Israel.

Releyendo el texto con nuevas informaciones, especialmente las aportadas por Maricel Mena y Peter Nash en el encuentro anual de Ribla realizado en São Leopoldo, Brasil, en 2004, nos cuestionamos el conflicto racial que en un principio era tan evidente para nosotras, porque si bien no hay ninguna duda de que la cusita es una mujer negra resulta absurdo pensar que Miriam pueda ser una mujer blanca, ya que Israel es fruto de la mezcla de muchos pueblos que estaban bajo el dominio Egipcio. Bueno, si esto es así, ¿cuál es el problema con la cusita realmente? y ¿por qué si Aarón murmura junto con Miriam, él no es castigado de la misma manera?, ¿será por el “corte machista” que parece tener la Biblia?, ¿será que nuestra reflexión es errada, será que…?

¿Por qué la mujer cusita es vista como una amenaza por Miriam y Aarón? ¿Qué representa ella en la vida del pueblo de Israel o en la vida de Moisés? ¿Qué tiene que ver la cusita con el liderazgo que le está siendo cuestionado a Moisés? Y ¿qué si la cusita y Séfora son la misma mujer?

Partiendo de nuestra experiencia de opresión y exclusión quisimos que la mujer Cusita hablara y esto fue lo que nos dijo:

Bendito sea Yahvé, el Dios de Sifrá, Fuvá, Agar e Ismael, que libró y sigue liberando a los pueblos de esclavitudes pasadas y actuales, me dirijo a ustedes hermanas negras de la diáspora, primero reconociéndome como la mujer cusita, pero también reconociéndome con un nombre propio que me da identidad, soy Séfora, la esposa de Moisés, sí, esa misma, una de las mujeres que él ayudara a defender de los pastores para que el rebaño de nuestro padre pudiera tomar agua del pozo, eso fue cuando huía de Egipto. Hago parte del pueblo de Israel desde sus comienzos o sea cuando empezó a conformarse como pueblo libre en el desierto, fui entregada por mi padre Jetro como esposa a Moisés, a quien le he sido fiel y le he acompañado en las buenas y en las malas.

Cuando conocí a Moisés él solo sabía de las costumbres egipcias, pues se crió dentro de esta cultura, por eso puedo decirles con certeza que Moisés aprendió a ver y a reconocer a un Dios cercano, dispuesto a hablarle cara a cara en nuestra familia. Moisés se integró rápido a nuestro estilo de vida, le gustaba mucho pastorear las ovejas y acompañar a mi padre en sus ceremonias rituales en honor a Yahvé; mi padre era sacerdote en Madian y Moisés aprendió mucho de Dios a través de él, eso le ayudo a reconocer al Yo Soy en la zarza ardiendo, pues al calor de nuestro fogón hablábamos de ese gran Dios que hace prodigios y se manifiesta a quien quiere y donde quiere. Cuando Dios le ordenó regresar a Egipto, mis hijos y yo le acompañamos, pero cuando las cosas se pusieron muy difíciles con el Faraón el nos envió junto a mi padre, yo no quería dejarlo pues quería estar con él de cuerpo presente en esa lucha, pero él insistió y tuve que partir, pero le acompañé con mis oraciones y con la presentación de sacrificios al Dios liberador que aprendí a adorar en mi familia.

Como esposa de Moisés era su confidente, muchas veces fui su consejera, su refugio en medio de las presiones que hacía el pueblo cuando no teníamos comida o agua, o carne, se decía que yo ejercía una fuerte influencia sobre Moisés por eso Miriam y Aarón, se sentían a veces desplazados y se quejaban de que Dios también había hablado con ellos, lo que pasa es que Moisés a veces tenia dificultad para compartir el poder, tanto que mi padre le sugirió que escogiera entre el pueblo 60 personas que le ayudaran a impartir justicia ya que él se echaba solo esa responsabilidad y la gente pasaba largas horas haciendo grandes colas para plantearle sus problemas, en esa ocasión yo le ayudé a escoger a algunos ancianos del pueblo.

A Miriam tampoco le gustó que Moisés escogiera una mujer extranjera para casarse y formar su familia. Murmuró contra él y fue castigada. Una enfermedad que le puso la piel blanca, le llenó todo el cuerpo. El pueblo decidió excluirla de la comunidad por temor al contagio y todo el pueblo se detuvo a esperar que sanara.

Quiero decirles que yo no entré en discusión con Miriam porque Dios le había dejado clara su posición frente a su pecado, pero si aproveché los siete días en que el pueblo se paró a esperarla para decirles que no soy una extranjera, que hago parte del pueblo, que con ellos viví y sufrí su liberación y  que al unirme en el desierto a ellos no fue para estar en mejor posición, no, sino para seguir caminando con quienes eran mi familia y con quienes quería compartir la libertad, y ayudar así como ayudamos a Moisés en el conocimiento de ese Dios generoso liberador que está al lado de los pobres y excluidos.

No me alegra el castigo a Miriam, triste que una persona tenga que pasar por la experiencia de exclusión y rechazo para saber que el Dios que profesa no es compatible con esas actitudes. Miriam y Aarón pecaron; primero, al no discernir entre los estados que son un peligro para el proyecto de Dios (Dt 7,1-4) y los pueblos para los que también ese proyecto es una promesa, segundo, al creerse el único pueblo elegido y beneficiario de los propósitos divinos y, tercero, al rechazar a los extranjeros indiscriminadamente.

Esa situación de rechazo es la que viven hoy cientos de miles de mujeres negras, indígenas, gitanas, dalits, árabes, que son excluidas, marginadas, rechazadas como personas, a las que se les niegan sus derechos como seres humanos, también la viven numerosos pueblos que son considerados obstáculos al desarrollo hegemónico que los países del Norte imponen sobre los del Sur.

Pueblos negros e indígenas están siendo sometidos a genocidio porque las tierras que ocupan son ofrecidas al capital extranjero a través de negociaciones de sus gobiernos que solo benefician a los más ricos. Esto ocasiona un desplazamiento forzado de los territorios ancestrales hacia las ciudades, con sus hijos e hijas, en donde son tratados y tratadas como extranjeras, extrañas que no merecen ser parte de la “sociedad mayor” ni gozar de sus beneficios: empleo, educación, salud, vivienda digna. Se imponen sobre estos pueblos las exigencias de los faraones de la época: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Organización Mundial del Comercio.

Las invito hermanas a que se fortalezcan unas a otras, creyendo y visibilizando al Dios de la vida que estuvo conmigo y sigue con ustedes, un Dios que es inclusivo, que no acepta bajo ninguna circunstancia el racismo, la discriminación, la xenofobia. Queridas hermanas, mantengan la esperanza en la construcción del Reino de Dios en esta tierra, aléjense del consumismo idólatra, cuídense de multiplicar esas estructuras injustas siendo ustedes mismas excluyentes, luchen, no se queden esperando como el pueblo de Israel al pie del mar, hagan lo que Dios les dijo que hicieran: avancen (Éxodo 14,15)! 

En conclusión, el acercamiento inicial que hicimos al texto, surgido de nuestra espontánea identificación con una mujer africana la cual asumíamos como víctima, nos cegó para ver otros aspectos en el texto que podían ser más iluminadores de nuestra condición de oprimidas hoy en día: la contribución de Séfora y su familia etíope a la religiosidad del pueblo hebreo, el liderazgo de Séfora y de su padre Jetro, la opción de Dios por Séfora. No es suficiente con acercarse al texto bíblico desde nuestra condición de oprimidas, porque podemos caer en lecturas fundamentalistas del texto. Es necesaria la exégesis, el análisis del contexto, el conocimiento de la historia. Confirmamos una vez más, que desplazar la atención de los sujetos obviamente protagónicos, para dar la palabra al que está silenciado, excluido, al que no tiene voz o lo han callado, permite darle al texto un vuelco completo y encontrar mensaje de liberación para los que sufren aún en textos considerados muy difíciles. No pretendimos dar respuesta a todas las preguntas que nos formulamos en un principio, mas bien fueron una provocación que nos invita y los y las invita a emprender la búsqueda por esas y otras respuestas. Darle voz a Séfora significa una invitación a que los excluidos no se queden callados, es una invitación para que las mujeres negras nos tomemos la palabra, no nos victimicemos más sino que nos levantemos a marchar por nuestra propia liberación y la de todos los oprimidos. Séfora invita a avanzar, a visibilizarse.

Betty Ruth Lozano

Cusitos/as es la manera como en la Biblia se nombra a los etíopes (Etiopía viene del griego Aithiopia: “quemado por el sol”). Los hebreos llamaron este país kux (Cus).