EL ANTICRISTO: «AL DIOS DE SUS PADRES NO HARÁ CASO» (Daniel 11:37)

¿Puede el anticristo ser un ET, o en el mejor de los casos, un híbrido, como suponen un buen número de Cristianos? En Daniel 11:36 y 37 se nos dice que el rey del norte, quien, según la mayoría de los exégetas es el anticristo final (Verso 40, «últimos tiempos»), NO HARÁ CASO DEL DIOS DE SU PADRES. ¿Pero pueden los ET o Híbridos tener padres que adoran al mismo Dios?

Por otro lado, la locución «al Dios de sus padres» o «El Dios de sus padres» se encuentra en el Antiguo Testamento únicamente, y siempre se refiere al pueblo de Israel, y su abandono o rechazo del «Dios de sus padres». Sólo en Daniel 11:37 se refiere al rey del norte como aquel individuo que no hace caso al Dios de sus padres. Entonces nos preguntamos, ¿no será éste un Hebreo apóstata, miembro de la sinagoga de Satanás?

MOMENTOS DE LA CREACIÓN: EL LENGUAJE HUMANO EN SÍ GLORIFICA A DIOS

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Proverbios 17:7
«Si no conviene al necio el lenguaje elocuente, ¡cuánto menos al príncipe el labio mentiroso!”

Varias diferentes especies de animales se comunican sobre una base limitada entre sí.  Pero el lenguaje humano es único, dejando a aquellos que creen en la evolución perplejos.  El fósil humano más antiguo muestra las estructuras óseas necesarias para el lenguaje.  Los evolucionistas admitirán, en un momento cándido, que no tienen idea como el lenguaje pudo haber evolucionado.  Un investigador moderno dijo que tienen sólo “inferencias basadas en sospechas”.

Algunos científicos han observado que los seres humanos vienen con la habilidad incorporada de aprender y hablar.  Aunque esta idea no es popular entre los evolucionistas, está apoyada por una estructura única del tracto vocal humano.  Ninguna otra criatura tiene algo parecido.  La laringe humana se encuentra en la parte inferior de la garganta.  Esa colocación crea una cámara de sonido que nos permite que el lenguaje sea expresivo.   Además esa colocación nos previene de respirar y comer o tomar al mismo tiempo.  Pero no nacemos de esa forma.  La laringe de un bebé recién nacido se encuentra un poco más arriba de la garganta, permitiéndole al bebé respirar y amamantar a la misma vez.  Para cuando un niño tiene 6 años, y no tiene necesidad de amamantarse y respirar a la misma vez, aunque está aprendiendo a hablar, la laringe ya se ha movido a su posición adulta.

Este obvio arreglo de diseño que apoya el lenguaje humano presenta más problemas para los evolucionistas.  Pero para aquellos que creen en nuestro Dios Creador, es un testimonio más de Su sabia obra.

Oración:
                    Amado Padre, Te agradezco y alabo por el regalo del lenguaje.  Amén.
Notas:
                    Roger Lewin, Spreading the word, New Scientist, 5 December 1998, p. 46

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LO QUE DIOS DICE DEL CORAZÓN HUMANO

Romanos 1:21-32
1:21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.  1:22 Profesando ser sabios, se hicieron necios,  1:23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.  1:24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos,  1:25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.  1:26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza,  1:27 y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.  1:28 Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen;  1:29 estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades;  1:30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres,  1:31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia;  1:32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican. 

Romanos 2:1 – 11,
2:1 Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.  2:2 Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad.  2:3 ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?  2:4 ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?  2:5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,  2:6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: 2:7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad,  2:8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; 2:9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego,  2:10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego;  2:11 porque no hay acepción de personas para con Dios.

Jeremías 17:9 Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? 

Galatas 5:19-21 
5:19 manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 5:20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 5:21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. 

2a Pedro 2:10-14: 17-19
10 y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores,  2:11 mientras que los ángeles, que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio de maldición contra ellas delante del Señor.  2:12 Pero éstos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición,  2:13 recibiendo el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Estos son inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores.  2:14 Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición.
2:17 Estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre.  2:18 Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error.  2:19 Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció. 

2a Timoteo 3:2-5 
3:2 y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe.  3:3 Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal.  3:4 Y tenemos confianza respecto a vosotros en el Señor, en que hacéis y haréis lo que os hemos mandado.  3:5 Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo. 

Colosenses 3:5, 8-15 
3:5 Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; 8 Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.  3:9 No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,  3:10 y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,  3:11 donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.  3:12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;  3:13 soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. 3:14 Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.  3:15 Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. 

Romanos 8:5-8
8:5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.  8:6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.  8:7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;  8:8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. 

Efesios 5:3-7
5:3 Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos;  5:4 ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.  5:5 Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. 5:6 Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.  5:7 No seáis, pues, partícipes con ellos. 

Mateo 23:25-28
23:25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.  23:26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.  23:27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.  23:28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. 

Tito 1:16, 3:2-7 
1:16 Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.  3:2 Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres.  3:3 Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.  3:4 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,  3:5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,  3:6 el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,  3:7 para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna. 

Marcos 7:20 – 23
7:20 Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre.  7:21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,  7:22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez.  7:23 Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.

CRISTO: EL HIJO DEL HOMBRE

 

imagens-de-cristo_1004182303_cristo038Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

«Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre» (Jn. 5:26-27).

Cristo Jesús, como el «Verbo de Dios» (Ap. 19:13), mejor dicho, como el representante o embajador de su «Palabra» (ho logos tou theou, gr.), es la revelación perfecta de lo Alto para la salvación de los hombres de todos los linajes, etnias, pueblos y naciones que «estaban sin Dios y sin esperanza» (Ef. 2:12), «destituidos de su gloria, por cuantos todos pecaron» (Ro.3:23).

Solamente el engendramiento sobrenatural de Cristo (Mt. 1:20; 1 Jn. 5:18), que lo define como un Hombre perfecto y santo, de naturaleza pura e intachable, pudo capacitarlo para redimir al mundo pecador, para este efecto, a los que han creído en su nombre (Jn. 1:12; 3:36; Ro. 10:9), por medio de su sacrificio vicario en la devastadora cruz romana, a manera de la sombra extinta del rito levítico sacrifical (Lev. cap. 9) para la expiación de los pecados del pueblo de Israel, manifestando con dolor, sangre, muerte y perdón, el sublime e infinito amor de Dios en la nueva dispensación, vigente hasta el día de hoy, y que culminará con el retorno del Hijo del Hombre a la tierra, porque «el juez está delante de la puerta» (Stg. 5:9).

Cristo anunció el Reino de Dios, Uno venidero, terrenal y teocrático, que es la culminación objetiva de la promesa de Dios hecha a Abraham en el pasado, promesa establecida, primeramente, a la nación escogida por Dios, Israel (Gn. 12:1-2; 15: 17-21; 17:8), y que trasciende además a las naciones del mundo, porque: «en ti serán benditas todas las naciones de la tierra». Así que, de judíos y gentiles, Dios ha hecho por medio de Jesucristo «un solo pueblo», la Iglesia (Ef. 2:14).

Cristo resucitó por el poder de Dios cuando fue desatado de los lazos incontenibles de la muerte. Cristo pudo morir en la cruz debido a su naturaleza Humana, aunque perfecta. Por lo tanto, Cristo como Hombre es «el primogénito de los muertos» (Ap.1:15), «el que vive y estuvo muerto» (Ap. 1:18). Dios no pudo antes, ni puede morir ahora ni mañana, porque «es el único que tiene inmortalidad»; de él emana toda vida (1Tim. 6:16).

Cristo descenderá como el Ser Humano que siempre ha sido, ya que es apreciado viniendo en las nubes del cielo como «Uno semejante al Hijo del Hombre» (Ap. 14:14; Dn. 7:13).

Cristo es un Individuo Humano especial dentro del raza humana, porque «Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo» (Mt. 1:16). Por esta razón, tuvo una relación muy íntima con la humanidad terrena por lo que fue posible en su sacrificio sangriento liberarla del Lago de Fuego a la que estaba sin remedio alguno condenada, de la «Gehenna» (Ap. 19:20; 20:10, 14, 15).

Cristo, como el «Segundo Hombre», y se infiere con certeza segura, el «Segundo Adán» (1 Co. 15:47), recobrará la naturaleza de todas las cosas tridimensionales como era en el principio de la creación y que fue imposible para el «primer hombre» sostenerla por su desobediencia y arrogancia en el Edén primitivo (Gn.3:17-19; Ro.8:19-21). Por este motivo, el cristiano fiel y elegido dejará de padecer enfermedades. El llanto, la muerte, el dolor y la tristeza nunca más serán en los que han creído en el Hijo del Hombre, «porque las primeras cosas pasaron» (Ap. 21:4).

Cristo, es un Agente Humano porque es el «León de la Tribu de Judá» (Ap.5:5), la «Raíz y el Linaje de David» (Ap. 22:16). Cristo retornará en Cuerpo Humano a la faz terrestre en gloria y en poder para juzgar como Hombre, con oficio judicial expedido por su Padre, a las naciones del mundo (Mt. 24:30; 25:31; Lc. 21:36), para concluir arrasadoramente con los tiempos del poder gentil que alzó por larguísimo tiempo su estandarte autosuficiente y presuntuoso contra el Dios el cielo (Dan. caps. 2 y 7; Lc. 21.24). Cuando Cristo destruya el postrer gobierno del mundo inicuo, «los reinos del mundo vendrán a ser del Señor Dios y de su Hijo» (Ap. 11:15).

Cristo «reinará por los siglos de los siglos» (kaì basileùsei eis toùs aiônas tôn aiónôn, gr. Véase Ap. 11:15) el mundo restituido, en un tiempo limitado pero de plazo largo, de acuerdo a la palabra griega «aionios» (eterno), que no siempre significa «infinito» con respecto al «Crono» o «Cronos» (en griego antiguo Κρόνος Krónos, transliterado también Cronus y Kronos, «tiempo»), es decir, por «Mil Años» literales, dentro del marco histórico terrenal (Ap. 20: 4, 6). Al terminar su reinado mundial y milenario, «cuando haya suprimido toda autoridad y potencia», Cristo entregará entonces el cetro de poder al Dios Padre (1Co. 15:24).

Cristo reinará la tierra renovada como el «Rey Davídico» prometido, pero antes aplastará sin misericordia a sus enemigos con la rapidez del rayo. No le será difícil hacerlo con el «resplandor de su venida que será en llama de fuego, con el espíritu destructor de su boca, con la espada letal que emergerá de ella». Herirá mortalmente a sus enemigos que pelearán contra él en el sitio del Armagédon (2 Ts. 1:8; 2:8; Ap. 16:16; 17:14; 19:15). «Los reyes de la tierra», comandados por su jefe «el Anticristo», no podrán detenerlo en su intento para evitar que gobierne universalmente (Sal. 2:2).

Dios estableció con el rey David un pacto incondicional en el que le promete una descendencia física o «casa», un reino o gobierno político, de carácter teocrático, un trono en el cual se habrá de reinar con poder y dignidad, por largura de días. Cristo, como el Hijo de David y de su linaje, que evidencia su exclusiva Humanidad, restaurará, conforme la promesa antiguo testamentaria (2 S. 7:12-16), el reino de David su padre en el futuro. «El Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre…» (Lc. 1: 32:33).

Cristo, el Hijo de Dios, arribará al mundo como «Guerrero Invencible, como «Rey de reyes y Señor de Señores» (Ap. 19:16) para tomar posesión de su glorioso trono y para juzgar el mundo con autoridad delegada por el Padre, como una Persona Humana, «por cuanto es el Hijo del Hombre» (Jn. 5:27).

La existencia de Cristo empieza con su «engendramiento» y no antes. Su nacimiento virginal y humano le daría a conocer más tarde como el Hijo de Dios genuino que se autoproclamó como «el Hijo del Hombre» (Mr. 1:1; Mt. 26:63-64; Lc.1:32. «Hijo de Hombre» aparece 82 veces en el Nuevo Testamento), no por «adopción», como los creyentes en él (Ef. 1:5). Las frases como: «En el principio era el verbo» (Jn. 1:1, la palabra), «Antes que Abraham fuese, yo soy» (Jn. 8:58), «…con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese» (Jn.17:5), subjetivamente hace notar el «ideal», el «propósito», la «finalidad», la «razón» que estaba en la mente de Dios y que procedió a materializarse después en la Persona Humana de Cristo y en su obra terrenal. Si lo entendemos de este modo correcto, Cristo es «la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos» (Tit.1:2), es «el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo» (Ap. 13:8), el que «fue destinado desde antes de la fundación del mundo…» (1 P. 1:20). La doctrina de la “encarnación de Cristo”, es un veneno religioso ajeno a las enseñanzas bíblicas que se conjugó a partir del gnosticismo (el Cristo aeónico) y de la filosofía platónica.

La conducta de Cristo fue Humana, pero a diferencia de la natural y caída, fue inmaculadamente perfecta. Sus necesidades fueron como la de cualquier hombre de esta tierra. Cristo, como usted hermano y amigo miío, tuvo cansancio (Jn. 4:6), tuvo hambre (Mt. 4:2; 21: 18), tuvo sed (Jn. 19:28), durmió a causa del sueño (Mt.8:24), fue tentado al igual que los hombres del mundo (Heb. 2:18; 4:15). Únicamente los seres vivos, como los hombres sin excepción, incluyendo al Hijo de Dios, han podido experimentar tales cosas. Dios, por su naturaleza, lógicamente, no. ¿No dice la Biblia qué «Dios no puede ser tentado por el mal, ni tienta a nadie»? (Stg. 1:13). Si Cristo es Dios, ¿cómo, pues, pudo ser «tentado» entonces? (Mt.4:1). ¿No contradeciría esto la Palabra Santa? ¿Si a Dios «nadie lo ha visto jamás» (1 Jn. 4:12), cómo es posible qué Cristo «haya sido visto y palpado por lo hombres»? (Jn. 1:14; 1 Jn. 1:1-3). Otra cosas es que Cristo «haya dado a conocer al Padre» (Jn. 1:18), y otra que sea la «imagen del Dios invisible» y no «Dios» (Col. 1:15).

“El dios-hombre” es sin lugar a duda el “otro Jesús” de quien Pablo nos advierte en 1 Co. 11:4. Es absurdo conciliar a Cristo como “un ser conformado por dos naturalezas: una humana y otra divina”, doctrina que nació en el seno del catolicismo romano (dogma teo -antrópico, la kenosis) que “iatrogenizó” luego al “cristianismo protestante”. Sería catastrófico pensar que “un ser que es dios y hombre a la vez sea una persona humana en lo absoluto, o dios por completo”. Por otro lado, es lo bastante sensato admitir que tal concepto es tan sólo una monstruosa contradicción, una confusa y retorcida ambigüedad.

«El dios-hombre», el de los concilios católicos, es el resultado de las teologías místicas y abstractas de los “Primeros Padres de la Iglesia”, influenciados por filosofía griega antigua y con la cual encubrieron la verdadera Humanidad de Cristo, destrozando la esencia real del «monoteísmo hebreo» al equiparar al Hijo del Hombre con la Deidad.

Dios les bendiga siempre.

¿VINO JESÚS COMO DIOS EN UN CUERPO HUMANO?

jesuspTexto de Estudio:

1 Timoteo 3:16

Sin duda, grande es el misterio de la piedad: Él apareció en un cuerpo, fue vindicado por el Espíritu, fue visto por ángeles, fue predicado entre las naciones, fue creído en el mundo, fue recibido en gloria. (NIV) 

1. Aunque el verso anterior en la NIV no apoya la Trinidad, hay algunos manuscritos griegos que dicen: “Dios apareció en la carne.”  Esa lectura de algunos manuscritos griegos ha pasado a algunas versiones españolas, y la Reina-Valera es una de ellas.  Los eruditos trinitarios admiten, sin embargo, que estos textos griegos fueron alterados por escribas en favor de la posición trinitaria. La lectura de los más antiguos y mejores manuscritos no es “Dios” sino más bien “el cual.”  Casi todas las versiones modernas tienen el verso como “grande es el misterio de la piedad, el cual fue manifestado en la carne,” o algún equivalente cercano.  

2. Con relación al verso anterior, Bruce Metzger escribe: 

[“Aquel que”] está apoyado por los más antiguo y mejores unciales… ningún uncial (de primera mano) anterior al siglo ocho o nueve apoya theós; todas las versiones antiguas presuponen hos o ho [“el cual” o “él”]; y ningún escritor patrístico anterior al último tercio del siglo cuatro atestigua la lectura theós.  La lectura theós surgió ya sea (a) accidentalmente, o (b) deliberadamente, o para suplir un sustantivo para los siguientes seis verbos [los seis verbos que siguen en el verso], o, con menos probabilidad, para proveer mayor precisión dogmática [e.d., para producir un verso que apoyara más claramente la posición trinitaria].”[29] 

3. Cuando se traduce apropiadamente, 1 Timoteo 3:16 en realidad argumenta en contra de la Trinidad.  “Por confesión común grande es el misterio de la piedad: Él se reveló en la carne, fue vindicado en el Espíritu, contemplado por los ángeles, proclamado entre las naciones, creído en el mundo, recibido arriba en gloria” (NASB).  Esta sección de la Escritura presenta hermosamente una descripción de la vida del Mesías, sus logros.  Todo armoniza con lo que conocemos del hombre, Yahoshúa el Mesías.  Si Yahoshúa fuera Elohim, esta sección de la Escritura habría sido el lugar perfecto para decirlo así.  Nosotros esperaríamos ver algunas frases como, “Dios encarnado,” “Dios y Hombre unidos,” “plenamente Dios y plenamente hombre,” etc.  Pero nada como eso ocurre.  Por el contrario, la sección atestigua lo que creen los no-trinitarios —que el Mesías fue un hombre, engendrado por el Padre Celestial, y que fue recibido arriba en gloria.  

Buzzard, pp. 144 and 152

Dana, p. 137

Farley, pp. 69 and 70 

Morgridge, pp. 82 and 115

Snedeker, p. 451

LA HUMANIDAD DE CRISTO

 

 

 

Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

 

 

«Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio» (Heb.7:14).

 

La Biblia aclara que el Mesías de Dios gobernaría una tierra regenerada bajo un sistema teocrático, planetario y milenario, según la promesa del pacto de Dios al rey David, que «uno de su linaje y realeza no faltaría para sentarse en su trono para siempre», por tal motivo, tendría que ser un individuo humano por venir de la línea davídica:

 

«…yo afirmaré el trono de tu reino sobre Israel para siempre, como hablé a David tu padre, diciendo: No faltará varón de tu descendencia en el trono de Israel» (1 R.9:5).

 

«Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!» (Lc.18:38-39).

 

 Vemos en la genealogía de Jesús, como por ejemplo en el evangelio de Mateo, que Jesús proviene de  una descendencia común, de una generación humana indiscutiblemente, que principia con Abraham y que concluye con él mismo (Mt.1:1-25). Este es un factor de importancia y primordial que define a Jesús como alguien  o uno que es parte de la humanidad, que la integra, como una persona, valga la redundancia, humana: un Ser hecho semejante a los hombres (Fil.2:6, 7).  

 

No hay nada que sugiera o sostenga que Cristo sea un miembro más de una «deidad trina″, o Dios mismo, divinamente hablando. Cristo como usted y yo amado lector, fue nacido de mujer, su simiente, y no de hombre (Gn. 3:15; Ga.4:4). Es en el engendramiento del Mesías dónde  empieza su real filiación, como Hijo humano del Padre y Dios eterno, no en un estado preexistente y sin principio lo cual confusamente se ha creído en los círculos católicos y los llamados «evangélicos″.     

 

Como Hombre, Jesús tuvo un Padre que lo engendró como un ser humano, pero de modo sobrenatural en el vientre de María la virgen. La diferencia con el resto de los hombres, es que Cristo carecía de esa  naturaleza depravada y caída que los caracteriza a todos, sin excepción. Sólo Jesús fue puro y sin mancha en la tierra, y lo sigue siendo en el cielo:

 

«Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios» (Lc.1:35).

 

«Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?» (Lc.2:49).

 

«…sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación…» (1 P.1:19). 

 

Así como las personas del mundo han requerido de un padre y una madre para ser engendrados, de dos células sexuales diferentes que forman un gameto que madura hasta lograrse  lo que somos, Cristo dependió de un Padre, o sea, de Dios, y una madre, de María, para que resultara su concepción humana.

 

En la Biblia habla del carácter de Dios como un Ser Todopoderoso, independiente, autosuficiente, omnisciente, y eterno (Ex.3:14; 6:3;  Sal. 9:2; Is.44:6; Ap.1:8). Si Dios es un Ser auto existente, significa que no hay nada ni nadie que haya contribuido para que fuera originado, no existe causa alguna para este fin. Por lo contrario, Cristo tuvo una causa que lo originó, el Padre, que lo engendró. Ante esto, Cristo no puede ser Dios por inferencia. El tuvo un principio, Dios, jamás, y la Biblia, lo esclarece con fácil entendimiento:

 

«Señor, tú nos has sido refugio
De generación en generación.
 Antes que naciesen los montes
Y formases la tierra y el mundo,
Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios»

(Sal.90:1-2).

 

Si creemos la doctrina trinitaria de un «dios manifestado en tres personas″, que es un ingrato paradigma tan perverso y antibíblico, un sofisma diabólico, y sin olvidarnos de decir, condenatorio, por tratarse de una herejía, tan dual y contradictorio, tendríamos que  suponer que Cristo es nuestro Padre. «La coigualdad y consustancialidad de la deidad″  es la respuesta al respecto de los que abrazan el heretismo trinitario. «La consubstancialidad y coigualdad″ que existe entre las «tres personas conjugadas en una deidad″, según el dogma católico y que ha ocasionado en millones de profesantes a un cristianismo de ideología terrena  una maligna septicemia, desde tiempos muy antiguos, contrapone lo que la Biblia dice acerca de Cristo y su relación con los creyentes que lo han aceptado y que han creído en su evangelio del reino.

 

La Biblia dice que nosotros somos hijos de Dios, precisamente, del Padre. Esto se efectúa cuando se recibe a Jesucristo (1 Jn.1:12), en la adopción, que es por medio de Jesucristo (Ef. 1:5), y si es por medio de él, porque Cristo funge como el «único mediador entre Dios y los hombres» (1 Tim. 2:5), obviamente, no podemos ser hijos del Mesías cuyo Padre es Dios y nuestro, además. Veamos:

 

«Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes» (Lc.23:34).

 

«Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre» (Mt.6:9).

 

En vez de hijos de Jesucristo, la Biblia dice que Cristo «debía ser semejante sus hermanos en todo», que son los creyentes fieles  a Dios, qué cómo él, son humanos también (Heb. 2:17). Cristo «aprendió la obediencia», padeció sufrimientos, y tremendas aflicciones (Heb.5:8). Dios no aprende la obediencia, ni tampoco padece de sufrimientos, de angustias, de dolor, ni de tribulaciones, como Cristo experimentó, no hay problemas ni trabas confusas en lo más mínimo para digerir esto (Mt.26:37-39, 67; 27: 26-31).

 

Cristo fue tentado como nosotros (Stg.1:12), pero Dios «no puede ser tentado ni tienta a nadie». Si Cristo no fue tentado siendo Hombre, entonces, «no era hombre″. La Palabra de Dios, no pude contradecirse en estos aspectos tan claros como el agua que brota cristalina de los manantiales incontaminados. Los trinitarios, tanto católicos como evangélicos, sí, para desgracia y tristeza de ellos:

 

«Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados» (Heb.2:18).

 

«Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido» (Stg.1:13-14).

 

Ahora, si Dios sólo es digno de recibir adoración, ¿por qué Cristo, como los creyentes, es capaz de adorar al Divino y Eterno? ¿No es extraño qué Dios pueda «auto adorarse″, suponiendo qué  Cristo sea Dios? ¿Acaso no dijo Cristo a Satanás qué a Dios se le debería de adorar? Sí, pero jamás le dijo a Satanás  que por ser Hijo de Dios, el Rey del futuro mundo restituido, debería de recibirla como la recibe el Padre y Dios.  

 

«Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré» (Heb.2:11-12).

 

«Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás» (Lc.4:8).

 

Otros más:

 

«Mas a Jehová, que os sacó de tierra de Egipto con grande poder y brazo extendido, a éste temeréis, y a éste adoraréis, y a éste haréis sacrificio» (2 R.17:36).

 

Es preciso decir, por su afinidad con el escrito, que la palabra utilizada en Cristo cuando se refiere a que fue «adorado» es «proskuneo» (gr.), como en el ejemplo de Mt. 28:17:

 

«Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban» (Mt.28:17).

 

Esta palabra griega se aplica también en personas escogidas por Dios o que tienen autoridad en su nombre, pero que están astronómicamente lejos de poseer una naturaleza divina. Por otro lado, la palabra griega «latreuo» («adoración»), está relacionada con el Padre porque señala aquella «adoración» implicada en su Deidad:

 

«…y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén» (Ap.7:10-12). 

 

Por su peculiar significado, hay una ancha diferencia entre una palabra y otra. Por lo tanto, la «adoración que Jesús recibió de algunas personas, por lo estudiado, no lo justifica como un Ser eterno y celestial igual al Padre y Señor Dios.

 

¿Es posible concebir a Dios pidiendo ayuda, aún siendo Todopoderoso y autosuficiente? La respuesta, no es complicada  en realidad. Cristo suplicó a su Padre para no pasar por «aquella copa» que le daría de beber el fermento de elevado y cruento sufrimiento, copa que vertería en su cuerpo el vino de una de las muertes más abominables, vergonzosas y dolorosas, a la que un individuo pudó habérsele sometido. Su supuesta «deidad″, es descartada por tal hecho, y lo confirmamos de este modo:   

 

«Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente» (Heb-5:7).

 

En el estudio anterior, hemos comprobado a través de las escrituras que Cristo es Hombre pero no Dios.

 

Cristo fue humano (como lo es ahora a la diestra de Dios) porque nació de una mujer  (Ga.4:4; Mt.1:18; 2:1-2), porque se desarrolló como se desarrollan los hombres de la tierra (Lc.2:40; 2:52), porque tuvo un cuerpo humano (Heb.10:5, 10; Mt.26:12, 25), porque se cansó como se cansan los individuos humanos (Jn.4:6); tuvo hambre, sed, y durmió como las personas que habitan la inmensa faz terrestre (Mt. 4:2; 21:18; Jn.19:28; Mt. 8:24).

 

¿Y saben por qué Cristo fue tentado?, lógicamente, la pregunta es bien necia (Heb.2:18; 4:15).

 

Los dejo con las palabras del Dr. A. Buzzard, muy certeras para esta ocasión:

 

«Un Dios que es Salvador no puede morir, y por consiguiente no murió por nuestros pecados. El hecho que Jesús murió por nuestros pecados es prueba en sí misma de que él no era Dios».

 

Dios les bendiga siempre.

 

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EL CASO PARA EL JESÚS “HUMANO” EN LUCAS

 

En su libro, La Corrupción Ortodoxa de La Escritura, Bart Ehrman identifica 3 categorías principales de énfasis teológicos que predominaron y en alguna extensión controlaron las motivaciones y las acciones de las comunidades cristianas primitivas en sus debates cristológicos concernientes a la «naturaleza» de Jesús.

La primera fueron aquellos que pertenecieron a una opinión «adopcionista»,  personas que creyeron que Cristo fue un hombre que fue  «adoptado» en su bautismo por el Dios de Israel.

El segundo fueron aquellos que pertenecían al movimiento «Docético» que creía que Jesús no fue realmente un humano sino alguna suerte de espíritu «preexistente», que se transformó (asumió) en la forma de un hombre.

El tercer y último grupo, según Ehrman, fueron los «Seperatistas» que creyeron que el «Cristo divino» y el «Jesús humano» fueron realmente dos seres separados. Estos dos «seres» en algún punto se convirtieron en «uno» en el cuerpo humano del hombre Jesús.

En esto y muchos otros de sus libros, Ehrman tiene por regla para fijar históricamente estas diversas comunidades de cristianos dentro de los 100-150 años después de Cristo. Siendo su discusión principal que varios movimientos cristianos de tiempos recientes no son algún nuevo acontecimiento encontrado dentro del último milenio más o menos, sino una siempre cambiante y “evolucionante” teología de ideas y creencias que pueden ser rastreadas y ubicadas dentro de la vida de los Apóstoles.

En Lucas 22.43-44, él sostiene haber encontrado una de las pruebas más fuertes para una corrupción «adopcionista» que va mucho más allá de las conocidas líneas textuales y literarias. Las siguientes citas son de La Corrupción Ortodoxa de la Escritura: El Efecto de las controversias de la Cristología Primitiva en el Texto del Nuevo Testamento, Oxford, 1993, p 187-194.

«Las alineaciones manuscritas… muestran más allá de la duda razonable cuándo la corrupción, cualquiera lectura sea la corrupción, debió haber sido hecha. Si los versos son secundarios, han debido haber sido interpolados en Lucas por la mitad del segundo siglo, pues son atestiguados por los Padres a partir de Justino e Ireneo y por testigos tempranos latinos y siríacos. Si son originales, han debido haber sido suprimidos por apenas el mismo período, puesto que están ausentes de Clemente al final del siglo 2 y de testigos Alejandrinos tempranos en el 3er siglo, testigos que representan un caudal de tradición que es en sí mismo mucho más antiguo.

El hecho es que este relato  de la agonía intensificada de Jesús haciendo frente a su pasión …es teológicamente intrusivo en el Evangelio de Lucas como un todo y literalmente intrusivo en su contexto inmediato …Lucas ha ido a longitudes considerables para antagonizar precisamente la opinión de Jesús que estos versos abrazan. En vez de introducir su pasión con miedo y temblor, en angustia sobre su destino entrante,  el Jesús de Lucas va para su muerte con calma y en el control, confiado de la voluntad de su Padre hasta el mismo fin. Es un hecho notable, de relevancia particular para nuestro problema textual, que Lucas pudiese producir esta imagen de Jesús sólo eliminándole tradiciones ofensivas a ella de sus fuentes (e.g., El Evangelio según Marcos). Sólo el texto más largo de 22.43-44 aparece como anómalo».

Ehrman procede a hacer una comparación incisiva con Marcos y concluye que él tuvo «sus razones para narrar el acontecimiento» diferente que en Lucas. «Su dibujo de Jesús en la agonía y la duda (14.33-36, 41)… pone el escenario para los acontecimientos salvíficos que acontecen inmediatamente en su muerte…¿Por qué eliminaría Lucas completamente los restos de la agonía de Jesús a otro sitio si él tuviese la intención de enfatizarlo aquí en aún términos más fuertes? ¿Por qué remueve el material compatible de su fuente, ambos de antes y después de los versos en cuestión»?

No necesitamos “hipotetizar” la utilidad de estos versos para una polémica anti docética; Se sabe que los versos fueron puestos precisamente para este uso durante el período de nuestra preocupación. Los Herejiologistas usaron el ‘sudor ensangrentado de Jesús’ para atacar a los cristianos que negaron su real humanidad…(La historia que estos versos retratan) no se originaron con el autor del Evangelio de Lucas. Fue introducido en el Tercer Evangelio en alguna ocasión en los inicios del siglo 2 » (antes de Justino) como parte de la polémica docética de la iglesia cristiana ortodoxa.

«Así, vemos cuán gradualmente el texto estaba alterado en perjuicio de la verdad y de la exactitud bíblica. Pero entendiendo esta tendencia histórica bien establecida en el desarrollo de la fe cristiana, llega muy lejos para explicar cómo el error doctrinal no podría sólo surgir, sino convertirse en “solidificado” y “substanciado” por un texto corrompido. La ‘expansión de la piedad’ proviene del deseo pecaminoso del hombre para enardecer sus ideas por encima de la Palabra de Dios». Graeser, Lynn, Shoenheit, Un Dios y Un Señor, p 324.

Pero sobre todo, también explica cómo pudo haber estado el humano Jesús «envanecido» para convertirse en algo aparte de lo que él verdaderamente fue, «el Cristo, el Hijo del Dios viviente» [Mat 16.16; cp . Mat 14:33; 26:63; Mar 3:11; 4.3 ; 5:7; Lucas 1:35; 4:41; Juan 1:34, 49; Hechos 9:20 ].

EL JESÚS HUMANO

 

«Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre« ( 1 Tim. 2:5) 

 

 

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Vídeo en Inglés que explica quién es Jesús según las Escrituras. ¿Enseña la Biblia que Cristo es Dios?¿Encontramos realmente la doctrina de la doctrina de la Trinidad en la Biblia? 

 

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JESÚS EL HOMBRE

 

Por Sir. Anthony F. Buzzard (Unitario)

 

     Los primeros seguidores de Jesús parecen poner un especial empeño para enfatizar la humanidad de Jesús. Esto es particularmente cierto de la carta a los Hebreos. “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo…por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote” (Heb. 2:14,17). Es justo preguntar: ¿Cómo pudo ser él tentado como lo somos nosotros, participar en carne y sangre, y hecho como sus hermanos en todas las cosas, a menos que él fuese tan completamente mortal y humano como nosotros? Un ser que es Dios encajonado en carne humana o uno que es totalmente Dios y hombre no es un ser humano.

 

     El escritor Católico Romano, Thonas Hart, enfrenta con franqueza el problema planteado por la posterior doctrina de la Trinidad cuando él observa que:

 

La fórmula de Calcedonia  [la decisión del concilio que declaró a Jesús ambos Dios y hombre] hace imposible la genuina humanidad. La definición conciliar dice que Jesús es verdadero hombre. Pero si hay dos naturalezas en él, es claro cuál dominará. Y Jesús vino a ser inmediatamente muy diferente de nosotros. El es omnisciente, omnipotente, omnipresente. El sabe el pasado, el presente y el futuro…él sabe exactamente lo que cada uno está pensando y va a hacer. Esto está lejos de ser una experiencia humana ordinaria. Jesús es tentado pero no puede pecar porque él es Dios. ¿Qué clase de tentación es ésta? Tiene poco en común con las clases de luchas con las cuales estamos familiarizados.

 

     Como sumo sacerdote, “ese profeta,” y el descendiente de Abraham y de David, Jesús no trascendió las fronteras de la humanidad, aun cuando él es exclusivamente el Hijo de Dios. Pablo contrasta a Jesús con el primer ser humano, Adán, para establecer la posición de Jesús como el Mesías. A los Corintios él escribió: “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre…también por un hombre la resurrección de los muertos…fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante…el primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo” (1 Cor. 15:21,45,47). Adán fue hecho del polvo de la tierra. Jesús se originó por el poder del espíritu activo de Dios en María y reaparecerá en su Segunda Venida como un ser dador de vida que vino a ser en su resurrección.

 

     No hay evidencia de que ninguno de sus Apóstoles era el innovador de una nueva idea de Jesús como Dios. Pablo sólo sabe de un Mesías que es un hombre, el Adán final. El hace una distinción categórica entre él (Jesús) y su Padre en su primera carta a Timoteo. En una clásica afirmación acerca del credo Cristiano, él dice: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Tim. 2:5). Este es un buen resumen de la creencia Cristiana. Como si tratara de desbaratar cualquier posible confusión entre Dios y el hombre, él contrasta al único Dios con el Mesías hombre. No sólo esto, él hace de la creencia en el único Dios y del Mesías hombre la base del conocimiento de la verdad que conduce a la salvación (1 Tim. 2:4,5). La conexión de Pablo de la salvación, el conocimiento de la verdad, y la correcta comprensión de la identidad de Dios y de Jesús no debiera perderse.

 

     Después de la resurrección Pedro igualmente no conoce a otro Mesías aparte del “hombre Jesús.” El introduce al Salvador a sus compatriotas con estas palabras: “Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús Nazareno, varón aprobado por Dios…” (Hechos 2:22). Lucas cita la declaración de Pablo a los Griegos que: “Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón” (Hechos 17:31). Ambos Pedro y Pablo describieron a una persona resucitada, el Mesías que estaba destinado a regresar para juzgar y gobernar. Jesús todavía estaba definido como un hombre. Es parte de la infinita sabiduría de Dios de que él confíe todo juicio a un hombre que ha experimentado una vida en común con la humanidad.

 

     El Nuevo Testamento está lleno de claras declaraciones acerca de un Jesús humano que tuvo que ser probado en todos los puntos exactamente como lo somos nosotros (Heb. 4.15). Alguien que era plenamente Dios y plenamente humano no puede ser totalmente humano. Esta es la raíz del problema Trinitario. Es una absoluta imposibilidad, en términos bíblicos, confundir al único Dios con un ser humano. Sin embargo, Dios puede dar mucho de Su espíritu al frágil humano, y sin embargo el exaltado Jesús resucitado ha venido a ser hombre, desde el punto de vista bíblico, es polvo animado por espíritu, y no cuerpo y alma separable, que es una idea Griega. “Ser humano” por definición denota mortalidad, sujeción a la debilidad y a la muerte. “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez…” (Heb. 9:27). Jesús sufrió el destino final de toda la humanidad—no que él necesitara morir, ya que no cometió pecado. Sin embargo, cargando la pena de los pecados de la humanidad, él murió. Dios no puede morir. Debemos enfatizar el punto: Un Salvador que es Dios no puede morir, y por consiguiente no murió por nuestros pecados. El hecho que Jesús murió por nuestros pecados es prueba en si misma de que él no era Dios. Es un obvio sofisma sostener que el Dios inmortal murió! Aquellos que argumentan que sólo el cuerpo de Jesús murió todavía caen en la trampa al decir que Jesús mismo no murió. Todos esos semejantes argumentos basados en el dualismo son de todos modos completamente anti-bíblicos. El mayor punto para la coherencia de toda la fe es que Jesús mismo murió.

 

     La entera vida de Jesús fue vivida bajo las limitaciones de un ser humano. El se airó y cansó (Marcos 3:5; Juan 4:6), aunque nunca pecó. El tuvo que aprender la obediencia por lo que sufrió (Heb. 5:8). El no pudo refugiarse dentro de una cápsula mental divina para escapar a los rigores y batallas de la vida diaria. Por su propia admisión, él no poseyó todo el conocimiento: él no supo el día de su regreso (Marcos 13:32). Como un niño, él necesitó crecer en sabiduría (Lucas 2:52). El tuvo que preguntarles a sus discípulos en una ocasión: “¿Quién me ha tocado?” (Marcos 5:30). El lloró (Juan 11:35) y supo lo que era desaliento. El evidentemente no poseyó las cualidades de omnisciencia (Marcos 13:32), omnipresencia (Juan 11:32) e inmortalidad, las cuales son las características indispensables de la Deidad. 

 

     Los Judíos y Cristianos del primer siglo estaban buscando un Mesías humano para que gobernara un nuevo orden en la tierra desde la tierra prometida. La decisión de los teólogos del cuarto y quinto siglos de que esta singular persona llamada Jesús era “verdadero Dios de verdadero Dios” hubiera sido chocante para la comunidad Cristiana del primer siglo la cual tenía una clara idea acerca del linaje del Mesías: “Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá” (Heb. 7:14). Mateo registra las expectativas de la nación Judía y la amenaza que éstas representaban para la gobernación Gentil (Mat.2:2-6). El gobernante Gentil, Herodes, estaba profundamente preocupado por la búsqueda de los magos del oriente de aquel que nacería como el Rey de los Judíos. Cualquier nueva dinastía retaría su autoridad. Herodes pidió informes a los jefes sacerdotes y escribas sobre dónde vendría a nacer este Mesías. Mateo registra su respuesta: “En Belén de Judea…y tú, Belén, de la tierra de Judá; porque de ti saldrá un Guiador [Gobernante]” (Mat. 2:5,6). Todo esto era de conocimiento común. Una traducción parcial en la Versión del Rey Jaime acerca  de los “orígenes eternos” del Mesías en Miqueas 5:2 (citado en Mat. 2:6) no nos debe despistar. La promesa sobre el Mesías puede ser trazada hacia “el pasado distante.” Era de la tribu de Judá que el Mesías surgiría para heredar el trono de su padre David. Los Judíos estuvieron buscando por un libertador humano, dotado sobrenaturalmente con sabiduría y poder divinos (Isa.11:1-5), pero ciertamente no porque Dios se hizo hombre. De esta idea posterior el Antiguo Testamento no tiene nada que decir.

                                                       

     La resurrección de una persona socava la maravilla que Dios ha hecho en y a través de un ser humano y para toda la raza humana. El hecho que Dios ha tratado tan maravillosamente con los seres humanos, por medio de proveer un ser humano para abrir el camino a la salvación, pone la inmortalidad dentro del alcance de cada persona. Los Cristianos hoy confían en la falsa esperanza de una vaga recompensa en el cielo después de la muerte. La esperanza apostólica descansó en el hecho que su prometido libertador, un mortal, ha conquistado la muerte por medio de ser devuelto de la tumba. Más aún, él prometió volver a la tierra para recompensar a los fieles con posiciones en su reino Mesiánico 24 y para reestablecer la grandeza de Israel. La pregunta ardiente que los discípulos le plantearon a Jesús antes de que fuera tomado a la diestra del Padre no pudo haber sido más apropiada: “¿Restaurarás el reino a Israel en este tiempo”? (Hechos 1:6). Su respuesta fue que no era para ellos saber cuándo este estupendo evento tomaría lugar. Esto estaba destinado a ocurrir, como todos los profetas lo previeron, y fue confirmado por Jesús. El factor tiempo permanece incierto.

 

     El héroe conocido por estos Cristianos primitivos no era Dios-hombre. El fue el más distinguido Hijo de Israel, el renuevo de la familia de David, el más distinguido de los hijos de Judá, aunque vino a ser el exclusivo Hijo de Dios desde su concepción. El había enseñado en medio de ellos, murió y resucitó nuevamente. Su carrera inspiró en ellos la misma esperanza de resurrección. Un drástico nuevo retrato del Salvador emergería en los tiempos post-bíblicos. El “Jesús” posterior de los concilios abrazado por los creyentes de los siglos cuarto y quinto fue una curiosa distorsión del real Jesús humano de los evangelios. A pesar de las protestas por lo contrario, el Jesús del nuevo credo oficial solamente parecía ser un hombre. Su “ego” real, se afirmaba, fue la Persona Eterna de la Deidad Triuna. El Jesús de los concilios parece haberse tragado al real, e histórico Mesías humano de los registros Cristianos.26

 

     El humilde carpintero de Nazaret sería una mejor guía hacia la verdad que las decisiones de los concilios supervisados por un emperador Romano que estaba poco preparado para decidir sobre un asunto que estaba lejos de su alcance acerca de la identidad de Jesús. El puso poca atención al hecho que Jesús no hizo nada por usurpar la autoridad del único Dios de Israel y concordó con sus paisanos Judíos que Dios era una sola persona únicamente (Juan 5:44; 17:3; Marcos 12:29).

 

     Una vez que la verdadera mortalidad y humanidad fueron quitadas del Mesías, la realidad histórica cayó bajo sospecha. El concepto Oriental de la reencarnación hizo su primera incursión bajo la forma de la encarnación. La especulación y mitología Griegas ingresó a la fe por la puerta falsa con devastadoras consecuencias. El comentario de Canon Goudge recalca: “Cuando la mente Griega y Romana vinieron a dominar a la Iglesia en lugar de la mente Hebrea ocurrió un desastre en la doctrina y práctica del cual nunca nos hemos recuperado.”

 

     Esta observación amerita una investigación adicional. ¿Debe finalmente ser trazada la pérdida de la doctrina bíblica de Dios por la infiltración de la filosofía Griega foránea?

 

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El Mesías Humano (no Dios) del Libro de Hebreos

 

 

     Un especial énfasis es puesto en la humanidad de Jesús en el libro de Hebreos. Claramente Jesús es parte de la raza humana:

 

Heb. 2:17: “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos” (Sus hermanos fueron todos seres humanos.) 

 

Heb. 7:14: “Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá.” (Como el Hijo de David él fue parte de la raza humana.)

 

Heb. 5:8: “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia”   (El sufrió como cualquiera otra persona humana. Dios no aprende la obediencia.)

 

Heb. 2:18: “Pues en cuanto a él mismo padeció siendo tentado.” (“Dios no puede ser tentado,” Santiago 1:13.)

 

Heb.5:7: “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte.” (Si él  hubiera sido Dios, él debería haber estado capacitado para salvarse a si mismo.

 

Heb. 4:4. Dios, no Jesús, reposó en la creación; i.e., Dios fue el Creador.

 

Heb. 2:2. Jesús se une a los Cristianos en la adoración de Dios.

 

     Dunn reconoce que el libro de Hebreos ha sido frecuentemente creído que sostiene la preexistencia de Cristo: “La contribución especial de Hebreos es que parece ser el primero de los escritos del Nuevo Testamento que ha aceptado el pensamiento específico de un Hijo divino preexistente.” Pero note su conclusión:

 

Sería ciertamente ir más allá de nuestra evidencia concluir que el autor ha llegado a la comprensión del Hijo de Dios como habiendo tenido una real preexistencia personal. En pocas palabras, un concepto de un Hijo preexistente, sí; pero la preexistencia tal vez más de una idea y propósito en la mente de Dios que la de un ser divino personal.16

 

 

     Cuando el libro de Hebreos habla de Jesús (Heb. 2:6-8) se remite al clásico pasaje de Salmos que tiene que ver con el destino del hombre: “Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el Hijo del hombre, para que lo visites’ Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra” (Sal. 8:4-6).

 

     ¿Puede ser este pasaje que habla originalmente de la humanidad ser aplicado a Jesús si de hecho él fue Dios? ¿Cómo pudo ser él “menor que Dios (o que los ángeles), y al mismo tiempo, aun como un hombre, ser plenamente Dios?

 

     El libro de Hebreos ha sido usado para apoyar una pasada existencia eterna para el Mesías. Tales pruebas dependen mucho de las deducciones obtenidas de  versos sencillos. Por ejemplo, “Dios…estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Heb. 1:2).  Algunos han supuesto que este verso es evidencia de que Jesús creó el mundo. El verso se traduce más correctamente a través de [no por] quien asimismo hizo el universo”. No hay nada aquí que implique que Jesús creó el cielo y la tierra. Lo que se dice es que el único Dios quien sobre su propio testimonio, como hemos visto, estaba solo en el acto de la creación (Isa. 44:24), estableció los siglos de la historia humana con Jesús en el centro de Su propósito, mucho antes de que hablara sólo a través del Hijo “en estos últimos días”. No es difícil concebir que la vida, muerte, y la gobernación del mundo del Mesías impactará todas las edades, pasada, presente, y futura. La misma figura es hallada en Colosenses 1:15-18. En Hebreos es sumamente significativo que Dios no habló a través de un Hijo en los tiempos del Antiguo Testamento sino sólo “al final de aquellos días” (Heb. 1:2). Hay una fuerte sugerencia aquí que el Hijo no es eterno sino que vino a la existencia como el histórico Jesús.

 

     Lo que emerge de los primeros dos versículos del libro de Hebreos es que Jesús no era el agente de Dios para Israel en los tiempos del Antiguo Testamento. Dios habló a través de otras personas y no por medio de Jesús en el pasado. Los ángeles fueron frecuentemente los agentes de Dios. Esto no significa que el “ángel del Señor”,” que representó al Dios de Israel, era el Hijo de Dios preexistente, como a veces se ha afirmado. Muy específicamente, nuestro autor argumenta, que Dios no se dirigió a ningún ángel como “Hijo” (Heb. 1:5). Este privilegio le fue reservado al único Hijo de Dios, Jesús. Este hecho debería sepultar cualquier teoría de que Jesús preexistió como un ángel. La noción de que él pudo haber sido Miguel, el arcángel, está positivamente excluida por el primer capítulo de Hebreos. El ministerio del Hijo de Dios es por lejos superior de aquel de los ángeles, aunque ellos han sido instrumentos en la dación de la ley en el Sinaí (Gál. 3:19).

 

     El escritor de Hebreos llama a nuestra atención a un periodo de tiempo diferente cuando dice: “Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando” (Heb. 2:5). El tenía en mente no eventos pasados sino una nueva era que estaba viniendo. La preeminencia del Mesías como cabeza de esta nueva creación del futuro es una enseñanza dominante del Nuevo Testamento. El autor de Hebreos subraya el hecho de que Jesús recibió una herencia superior a aquella de los ángeles. La suya fue una herencia legítima de un hijo primogénito: “Porque, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy?” (Heb. 1:5). Jesús no pudo haber sido Dios. El fue un ser creado por el Padre. El engendramiento  implica principio, y Dios no tiene principio. Jesús fue el primogénito de la nueva creación de Dios. Su origen fue único, que envolvía una concepción milagrosa (Lucas 1:35), pero él no fue ni Dios ni literalmente preexistente. Tampoco fue él el Melquisedec de Génesis 14:18-20. Melquisedec no fue el Hijo de Dios pero sí semejante a él, como dice Hebreos 7:3. Melquisedec de hecho tuvo una genealogía, aunque no está registrada en la Escritura. El misterioso sacerdote, de cuyo linaje no hay un registro Escriturario, no fue el Dios supremo! (Dios de todos modos “no es un hombre” en la Biblia Hebrea). Las traducciones están en lo cierto cuando señalan a Melquisedec como “este hombre” (Heb. 7:14). El es también la persona “cuya genealogía no está trazada de los Levitas” (Heb. 7:6), pero el punto es que es trazable a alguno “cuya genealogía” (v.6) supone que él tuvo una, como todos la tienen. Lo cierto es que toda esta clase de argumentación basada en la ausencia de un registro ancestral de un sacerdote-rey está muy lejana de nosotros en este siglo veintiuno. Esta es la mayor razón por la que la Biblia debe ser estudiada a la luz de su propio contexto y con frecuencia con la ayuda de aquellos cuyo  asunto es estar informados acerca de su antecedente. La mentalidad de aquellos que dicen, “yo sólo estudio la Biblia, no los comentarios” podría resultar ser un pasaporte al desastre y a la ignorancia.

       

     Lo que el escritor a los Hebreos y Pablo trataron de clarificar fue la preeminencia de Jesús como “el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga preeminencia” (Col. 1:18). El hijo primogénito por la ley Judía recibía la más grande herencia. El libro de Hebreos describe la posición elevada del Hijo: “Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios (Heb. 1:6). Los escritores del Nuevo Testamento hallaron necesario subrayar la magnitud del oficio de Jesús como Mesías. ¿Por qué el autor no afirmó claramente que Jesús era el Dios Único? Esto hubiera establecido su superioridad sobre los ángeles, Moisés y Josué más allá de cualquier duda. Ya que el autor supo junto con Pedro y los Apóstoles que Jesús era el Mesías (Mat. 16:16), él tuvo que demostrar por la Escritura su superioridad sobre todas las otras autoridades creadas. Note también que fue Dios, no Jesús Mesías, quien descansó en la creación (Heb. 4:4). Esto tiene poco sentido si es que el Hijo había llevado a cabo el trabajo de la creación del Génesis—un hecho que él negó en Marcos 10:6. A la luz de Isaías 44:24, Jesús difícilmente pudo haber pensado de sí mismo como presente con Dios en Génesis 1.

 

     Indiscutiblemente la humanidad de Jesús como Sumo Sacerdote fue otro punto especial a ser enfatizado en el libro de Hebreos. Se ha suscitado una confusión, no obstante, sobre el verso ocho del primer capítulo: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo.” Brown presenta las siguientes observaciones:

 

Vincent Taylor admite que en el v.8 la expresión “Oh Dios” es un enunciado vocativo de Jesús, pero él dice que el autor de Hebreos estaba meramente citando el Salmo y usando su terminología sin ninguna deliberada intención de querer sugerir que Jesús es Dios. Es verdad que el punto principal al citar el Salmo fue contrastar el Hijo con los ángeles y mostrar que el Hijo goza de dominación eterna, mientras que los ángeles eran sólo siervos. Por lo tanto en la cita no se estaba elaborando ninguna idea importante del hecho de que el Hijo de Dios puede ser llamado como Dios. Sin embargo no podemos presumir que el autor no advirtió que esta cita tenía este efecto. Podemos decir al menos, que el autor no vio nada de malo en esta forma de tratamiento, y podemos invocar una similar situación en Hebreos 1:10, donde la aplicación al Hijo del Salmo 102:25-27 tiene el efecto de llamar a Jesús como Señor. Por supuesto, no tenemos forma de saber qué significó el “Oh, Dios” para el autor de Hebreos cuando él lo aplica a Jesús. El Salmo 45 es un Salmo real; y en la analogía del “Dios Poderoso” de Isaías 9:6, “Dios puede haber sido visto simplemente como un título real y por lo tanto aplicable a Jesús como el Mesías Davídico.

 

     Raymond Brown detecta correctamente la fuerte atmósfera Mesiánica de Hebreos 1. “El Dios Poderoso” de Isaías 9:6 significa ciertamente, como es definido por el Léxico Hebreo, “un héroe divino que refleja la majestad divina.” Es precisamente ese mismo sentido Mesiánico del término “Dios” que permite al salmista llamar al Rey como “Dios”, sin invitarnos a pensar que hay ahora dos miembros en la Deidad. La cita de Salmo 45:6 en Hebreos 1:8 trae ese mismo uso Mesiánico de la palabra Dios dentro del Nuevo Testamento. No debemos mal entender ese mismísimo uso Judío de los títulos. Es un serio error que el Mesías haya ahora subido dentro del espacio reservado para el único Dios, el Padre. Por más exaltada que sea la posición de Jesús y a pesar de su función de representante de Dios, el estricto monoteísmo unipersonal de la fe de Israel no es nunca comprometido por ningún escritor del Nuevo Testamento.

 

     El escritor a los Hebreos se une al resto de los escritores del Nuevo Testamento en la proclamación de Jesús como el Mesías real de Dios. La promesa del Reino venidero del Mesías hombre es, por supuesto, hallada frecuentemente en la Escritura. Pablo le dijo al mundo Gentil en los términos más claros que Dios “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.”

 

     El hombre Jesús vivió y murió en esta tierra y por su obediencia calificó para ser el primer gobernante mundial justo. A través de su resurrección y el poder ahora conferido sobre él por su Padre, él volverá en el tiempo señalado para sentarse en el trono de su padre David, gobernando y juzgando a la tierra. Él permanece, sin embargo, incluso en su estado resucitado como “el hombre, Mesías Jesús” (1 Tim. 2:5), un testimonio a la cosa maravillosa que Dios ha hecho a través del hombre y para el hombre. Uno cometería una grave injusticia contra el escritor de Hebreos al insistir que él estaba tratando de presentar a un Dios-hombre preexistente en el primer capítulo de su epístola.

 

     La frecuente idea repetida de que a menos que Jesús sea Dios no tenemos Salvador, no tiene respaldo bíblico. Al contrario, la Biblia atestigua el plan sorprendente que Dios está ejecutando a través de un ser humano escogido. Debemos comprender que la fuente de toda esperanza Cristiana se encuentra en este hombre, Jesús, a quien Dios resucitó de la muerte. Si Jesús no fuera un miembro de la familia humana, como somos nosotros, entonces no tenemos la seguridad de que los seres humanos pueden ser resucitados a la vida eterna. La resurrección de Jesús probó a la Iglesia que el Mesías hombre era verdaderamente digno de los títulos exaltados atribuidos al Mesías en el Antiguo Testamento. Su resurrección fue la esperanza que motivó a la Iglesia primitiva. Si eso le pasó a un solo hombre entonces les podría suceder a ellos. 

 

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JESÚS EXPERIMENTÓ LA NATURALEZA INGRATA DEL SER HUMANO

La Ingratitud del corazón humano

 

En una ocasión Jesús “yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces UNO de ellos, viendo que había sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro a tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado” (Lucas 17:11-19).

 

Aquí vemos un ejemplo de la ingratitud de los seres humanos en general. De diez personas que Jesús había milagrosamente sanado de la lepra, sólo uno (el 10%) había sido agradecido…y fue un samaritano, ¡un hombre que era mal visto por los Judíos! Este samaritano humilde se sintió agradecido por la bondad expresada por el Judío Cristo, quien, sin hacer excepción de personas, lo curó. Pero fue UNO de diez, el 10% de los hombres que él sanó de lepra. Por eso, que no nos extrañe que sólo un 10% de los hombres nos reconozcan lo que hemos hecho por ellos cuando nos necesitaron.

 

Muchas veces personas que son lo último de la tierra suelen ser las más agradecidas que aquellas que se creen algo o que son merecedoras de cualquier dádiva. Jesús nos enseñó a ser agradecidos, pero a la vez nos hizo ver cómo suelen responder las personas ante nuestros buenos actos de amor y desprendimiento. Realmente todos hemos experimentado esa indiferencia e ingratitud de las personas que hemos servido—¡y en alguna ocasión nosotros mismos hemos sido ingratos con otros y desagradecidos! Esta característica ingrata será más marcada en los tiempos finales. Pablo escribió: “También deben saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, INGRATOS, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores…” (2 Tim. 3:1-5)

 

Hacer el bien sin mirar a Quien y sin Esperar nada a Cambio

 

Jesús por eso aconseja que hagamos el bien SIN ESPERAR que nos lo agradezcan o que nos recompensen. El dijo: “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced el bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los INGRATOS y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.” (Lucas 6:35).

 

Empecemos a ser agradecidos con Nuestro Padre celestial y con nuestros progenitores

 

Cuántas personas se olvidan de agradecer a Dios por la vida, la salud, la familia, la salvación, los alimentos, y cosas como éstas. Generalmente los cristianos oran poco para agradecer a Dios por lo que tienen o reciben. Pablo dice: “Dando SIEMPRE GRACIAS POR TODO al Dios y Padre, en el nombre del Señor Jesucristo” (Efesios 5:20). Aquí Pablo no dice que agradezcamos sólo las cosas básicas a Dios, sino todo lo que uno tiene o ha recibido, pues “toda dádiva buena y todo don perfecto desciende de lo alto, del Señor de las luces” (Santiago 1:17).

 

Y no olvidemos que tenemos padres que nos han criado y educado y a los cuales también les debemos estar agradecidos. Debemos, pues, comenzar también con nuestros padres, con los que nos dieron la vida y nos cuidaron con esmero. Esto alegra mucho el corazón de un padre, el saber que tiene un hijo grato.

 

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