¿ESTÁ DIOS EN EL CIELO?

Por Ing° Leonardo Altamar Lara

Interesante tema que puede servirnos para reflexionar sobre los atributos singulares de nuestro amado Padre celestial. El tema esá abierto para la discusión alturada de nuestras visitas que puedan disentir de las opiniones expresadas por el autor.

Tradicionalmente, y por causa en parte de algunas expresiones bíblicas no muy bien interpretadas, hemos desarrollado nuestra percepción del Ser supremo de manera algo confusa. Cuando digo confusa me refiero a que ciertos conceptos revelados por las Escrituras sobre Él, parecen tornarse contradictorios.

No que la enseñanza escritural entorno a Dios sea contradictoria en sí misma, sino que a medida que estudiamos nos vamos formando un entramado de supuestos sobre su Ser, que son más un intento del intelecto por humanizar a Dios, que una interpretación objetiva y armoniosa de lo que Él nos ha querido transmitir. Uno de estos dogmas, por llamarle de alguna manera, trata sobre el lugar donde el Ser de Dios mora o habita, es decir el cielo.

“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre.” (Mat 6:9)

No son pocas, como mencioné anteriormente, las expresiones bíblicas que afirman que Dios tiene un lugar particular por morada, Éxodo 15.17, Juan 2.16; 14.2-3; Apocalipsis 21.2 y muchos otros textos apuntan a ser considerados como evidencia de la estadía de Dios en determinados lugares. Pero, ¿necesariamente tenemos que asimilarlo de manera literal? Cotejemos éstas con otras afirmaciones bíblicas:

“En el principio creó Dios el cielo y la tierra.”(Gén 1:1)

Este difundido verso de la Biblia no deja dudas a los creyentes sobre el hecho de que la maravillosa creación de la que formamos parte, tuvo un inicio existencial. Pero alguna vez te has preguntado, ¿dónde estaba Dios antes de la creación? ¿Acaso en el cielo? Pues bien, quien haya estudiado un poco sobre los atributos de Dios sabrá responder que “antes” de la creación del mismo cielo, Dios existía en Sí mismo (atributo de Existencia Propia), de manera autónoma.

Por ser Espíritu (Juan 4.24), y por ello inmaterial, Dios no está sujeto a las leyes físicas de la materia. Esto y el hecho de no tener inicio existencial (atributo de Eternidad) lo configura a Él como la causa original de todo cuanto existe, incluidos  espacio y tiempo (Ap 1.8; 1.11; 21.6; 22.13). Entendemos pues, que Dios no habita en un lugar de infinitas proporciones y en una relación temporal incuantificable, pues Él no tiene –necesidad- de nada por fuera de Sí, que sustente su existencia, sino que se basta a Sí mismo en su propia inmaterialidad y eternidad, atributos inherentes a su Ser.

¿Cómo armonizamos entonces la afirmación del Maestro en cuanto a que el Padre está en el cielo con 1Reyes 8.27?:

Pero ¿es verdad que Dios ha de morar sobre la tierra? He aquí que el cielo, y el cielo de los cielos, no te pueden contener”

Entonces, ¿cómo es que el Padre está en el cielo, siendo que el cielo no lo puede contener?… Y es aquí cuando –por necesidad- debemos optar por darle un sentido literal solo a una de las expresiones, y, por estar la segunda (1Reyes 8.27) intrínsecamente ligada a los atributos Dios, quien  da sentido a nuestra existencia y fe, deberíamos optar por la segunda. ¿Cómo debemos entonces asimilar las afirmaciones sobre la estadía de Dios en el cielo?

Dios, como expresa otro de sus atributos, es Omnipresente. Y según su amor y voluntad decidió establecer una estrecha relación con sus criaturas, más aún con sus hijos, y por esa causa (debido a que solo podemos estar un lugar a la vez) optó por manifestarse puntualmente en determinados lugares y circunstancias para hacer efectiva dicha relación, lugares entre los que la Escritura menciona no pocas veces al cielo como la morada de Dios. Ciertamente Dios está en todo lugar, pero no en todo lugar manifiesta su presencia de la misma forma ni por el mismo lapso de tiempo. Cuando Dios manifiesta su presencia permanentemente, podemos expresar que Él mora ahí.

Así que solo en ese sentido es una realidad que Dios mora en el cielo, entendiéndolo como un lugar de la creación para la manifestación permanente de su presencia, pero nunca asimilándolo como un lugar en donde su Ser esté confinado, aún cuando quisiera entenderse en sentido espiritual.

Objetivamente, es lo opuesto a aquello que mecánicamente imaginamos, pues es Dios quien contiene en Sí mismo  la creación, al tiempo y al espacio y a cualquier dimensión material o espiritual existente, como está escrito:

“Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos» (Hch 17:28)

“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿O a dónde huiré de tu presencia? Si subiere al cielo, allí estás tú; y si en el infierno hiciere mi lecho, he aquí allí tú estás.” (Sal 139:7-8) 

¿Podríamos decir respecto al Salmo, que por afirmar que Dios –está- en todo lugar (incluido el infierno) entonces también el infierno es su morada? Nada más absurdo. Sino que al estar -contenido en Dios- todo lugar de la creación, se puede deducir que Él está en todo lugar, más el lugar de su morada es distinguido por la manifestación permanente de su presencia.

En consecuencia, muchos podrían pensar que esta argumentación se reduce a un problema semántico entre las expresiones “estar” y “morar”, y quisiera que así fuera. Pero no es complicado advertir que de un simple asunto lingüístico se derivan imprecisiones significantes, entre las que quisiera mencionar la tendencia natural del hombre a –humanizar-

a Dios o crear un dios antropomorfo, diferente al de las Escrituras. No el Dios de la Biblia, sino uno con atributos seudohumanos, que –necesita- un lugar para habitar, como los dioses de la mitología griega. Y la Escritura nos advierte sobre eso de esta forma:

“Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible, en semejanza de imagen de hombre corruptible, y de aves, y de cuadrúpedos, y de reptiles.” (Rom 1:22-23)

 Asignarle una vivienda a Dios parece algo inocente, pero nos aleja un poco de la realidad de su Ser Omnipotente, y un poco, pude hacer en algunos casos una gran diferencia. El sentido contextual y armónico en el que debemos interpretar la Biblia nos debe hacer entender, no que no existe el cielo como una realidad, ni que Dios no está en él, sino que es Él quien sustenta y contiene todo lo creado. En ese orden.

Deja un comentario