¿DEBEN LOS CRISTIANOS CELEBRAR LA PASCUA O MÁS BIEN LA CENA DEL SEÑOR?

Pregunta: «¿Deben los cristianos celebran la Pascua o la cena del Señor?»

Respuesta: Siendo que hay suficiente evidencia de que Cristo instituyó la llamada cena del Señor, la cual no se come cordero asado, ya que Cristo sólo participó del pan y del vino como símbolos de su cuerpo y de su sangre, hecho que fue confirmado por Pablo en 1 Corintios 11:23-34, nos preguntan: ¿Deben, entonces los cristianos celebrar la Cena del Señor y ya no la pascua con cordero asado?

La celebración de la Pascua es en recuerdo de la época en la historia de Israel, cuando el Señor se movió a través de Egipto destruyendo el primogénito de toda la gente y los animales (ver Éxodo 11 y 12.) Esta fue la última de las diez plagas sobre Egipto que Dios mandó diseñada para obligar a Faraón que dejara a los israelitas salir del país y su cautiverio. A los israelitas se les ordenó por parte de Dios tomar la sangre de un cordero sin mancha y untarla en los postes de sus casas. Cuando el Señor vio la sangre, Él «pasó por encima» de esa casa. Este es un presagio del Cordero inmaculado de Dios, Jesús, cuya sangre cubriría los pecados de los que creen en Él, causando que el juicio de Dios pasara por encima de ellos. Desde aquella noche, los Judios han celebrado la Pascua en recuerdo de la gracia de Dios para ellos.

Ha habido una explosión de interés en la adaptación de la fiesta de la Pascua al cristianismo. Varias organizaciones, como Judios para Jesús, han promovido servicios de Pascua cristiana como un medio para que los Judios mesiánicos conserven su patrimonio cultural mientras profesan su fe cristiana. También han utilizado la Pascua Cristiana como un medio para comunicar a los cristianos la herencia religiosa judía que ellos valoran. Muchos de los rituales asociados con el Seder de Pesaj tienen aplicación a la fe cristiana, y una celebración cristiana de la Pascua ofrece una manera única de llevar la historia de la salvación a la ceremonia.

Si debe o no un cristiano celebrar la Pascua sería un asunto de conciencia para el cristiano individual. Al igual que todas las fiestas del Antiguo Testamento de los judíos, la fiesta de la Pascua era una prefiguración de la obra expiatoria de Cristo en la cruz. Colosenses 2: 16-17 nos dice que no debemos «dejar que nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a fiesta, luna nueva o días de reposo, lo cual es sombra de lo que vendrá, pero el cuerpo es de Cristo» (NVI). Los cristianos ya no están obligados a observar la fiesta de la Pascua en la forma en que los Judios del Antiguo Testamento lo celebraban, pero no deben despreciar a otro creyente que hace o no hace caso de la Pascua u otros días y fiestas judías especiales (Romanos 14: 5).

Si bien no es necesario para los cristianos que celebren la Pascua, es beneficioso estudiarlo y podría ser beneficioso para celebrarlo si conduce a una mayor comprensión y aprecio por la muerte y resurrección de Cristo. La Pascua es una maravillosa imagen de la expiación de Cristo por su pueblo y su liberación de nosotros de la esclavitud del pecado. Eso es algo que debemos celebrar cada día de nuestras vidas.

LO QUE JESÚS COMIÓ EN LA ÚLTIMA CENA

Un erudito bíblico reflexiona sobre lo que podría haber sido la última cena de Jesús en la tierra.

Por Maria Wolf

Durante estos días santos, centramos nuestros pensamientos sobre el sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesús. Mientras caminamos en estos días con él, podríamos preguntarnos acerca de su vida terrenal. ¿Qué estaba pensando? sintiendo? viendo? Comiendo?

Esta última pregunta nos intrigó, así que me contacté con un erudito bíblico y le pregunté sobre lo que Jesús comió en la última cena.

«Realmente no sabemos a ciencia cierta», dice Phil Towner, PhD, director ejecutivo y decano del Instituto Nida para estudios bíblicos, el brazo académico de la American Bible Society. «Más allá de los panes sin levadura y el vino, simplemente no podemos estar seguros.»

La cena de Pascua, sin embargo, crea un marco para la comprensión de la última cena, lo que podría traer pistas sobre la última cena de Jesús en la tierra.

Sabemos que estaba celebrando la Pascua, la fiesta judía que conmemora el éxodo de los israelitas de la esclavitud. La comida conocida hoy como el Seder, tiene varios elementos clave que han permanecido constantes a través de los siglos.

Uno de ellos es el cordero pascual. En tiempos de Jesús, el cordero habría sido asado sobre un fuego abierto, y los participantes eran obligados a comer todo, según lo dispuesto en Números 9:12.

El siguiente es el pan sin levadura, un recordatorio de que Dios los liberó rápidamente, de hecho, tan rápida, que los israelitas no tuvieron tiempo para permitir que el pan se levante.

Otro es un tazón de agua salada, que conmemora las lágrimas que los israelitas derramaron mientras estaban en cautiverio.

Las hierbas amargas simbolizan la amargura de su esclavitud. Y el  charoset, un dulce, de color oscuro, de pasta de frutas y nueces, que representa el mortero que los israelitas usaron para los ladrillos.

El Vino, considerada una bebida real, representa la libertad.

De estos elementos, el cordero podría ser un signo de interrogación. «No sabemos si se lo comió», dice el Dr. Towner. La economía puede ser parte de esto: No todos podían permitirse el cordero.

Algunos estudiosos dicen que el cordero se omitió intencionalmente porque Jesús mismo se convertiría en el cordero pascual que iba a ser sacrificado en el Viernes Santo. Por lo tanto, Jesús optó por centrarse únicamente en el simbolismo del pan y el vino y su conexión con su inminente muerte.

Si no se servía cordero, Jesús y sus discípulos pueden haber tenido otras opciones. Las frutas secas, como el higo, habrían estado disponibles. La famosa pintura de Leonardo da Vinci de la última cena muestra al grupo comiendo el pescado.

Durante los días de Jesús, los Judios comieron dos comidas: Una a finales de la mañana, y otra a media tarde. Pero esta fiesta, que tuvo que ser celebrada en Jerusalén, se celebró en la tarde y habría ido hasta altas horas de la noche.

«No era el momento de la comunión y de compartir,» dice el Dr. Towner. «No hubo prisas».

En cuanto a donde se celebraba la fiesta, Jesús dio instrucciones cuidadosas: Hubo un hombre en la ciudad a quien los discípulos fueron a ver. Ellos celebrar la Pascua en su casa.

No sabemos quién era este hombre, dice el Dr. Towner, pero obviamente era un amigo de confianza y acomodado porque él era dueño de una casa de dos plantas con una habitación grande. (Marcos 14:15).

Ninguno de estos datos se menciona en los Evangelios. Pero lo que está claro es que Jesús volvió a contar la historia de la Pascua para sus discípulos y la inserción de sí mismo en ella.

De hecho, el Dr. Towner dice que traspone la historia en una clave diferente. La clave es Jesús y el pan y el vino — que sabemos que él consumió — es la base de un nuevo pacto con él, uno que trae la vida eterna.

http://news.americanbible.org/blog/entry/bible-blog/what-jesus-ate-at-the-last-supper

UNA DISTORSIÓN CON RESPECTO A LA CENA DEL SEÑOR

    Muchos creyentes piensan que la última cena que Jesús y los apóstoles comieron era la Pascua y panes sin levadura; pero este no fue el caso. Debido a este error hoy en día utilizan el pan sin levadura durante la Comunión, la Cena del Señor. En Mateo 27:15; Marcos 15:6; Lucas 23, 14-17 y Juan 18: 39 podemos ver que después de la última cena, estando Jesús ante Pilato, los Judios llegaron a pedir al gobernador romano hacer lo que siempre había hecho durante la Fiesta de la Pascua, liberar a un prisionero. Este es un indicio claro de que después de la última cena, la Pascua se encontraba todavía en el futuro. Por lo tanto, Jesús y sus apóstoles aún no habían comido el cordero, ni el pan sin levadura.

    «Ahora, en esa fiesta acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, el que quisiesen.» (Mateo 27:15)

    «Ahora, en esa fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen.» (Marcos 15: 6)

    «Les dijo:. Vosotros habéis traído a este hombre a mí, que desvía al pueblo: y he aquí, yo, que lo examinó antes, no he hallado culpa alguna en este hombre de aquéllas cosas de que os lo acusan No, ni sin embargo, Herodes; porque os remití a él;… y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre me Así que le castigaré y liberar lo Para tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta » (Lc 23: 14-17)

    «Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en la Pascua; queréis, pues, que os suelte al Rey de los Judios?» (Jn 18:39)

    Mateo, Marcos, Lucas y Juan fueron testimoniaron en los cuatro pasajes mencionados, que la última cena había tenido lugar, pero la Pascua aún no había ocurrido.

    Jesucristo fue crucificado el mismo día en que el cordero de Pascua iba a ser sacrificado, en la medida en que él era el verdadero Cordero Pascual, del cual el pequeño cordero era sólo un símbolo, como nos dice San Pablo en Primera de Corintios 5: 7.

    «Limpiad pues la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois. Porque ni aun Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado.» (I Cor 5: 7)

    Pablo dice claramente que Cristo es nuestra Pascua, es decir, el que estuvo representada por la muerte del cordero, que iba a ser sacrificado por la tarde antes de la noche en la que el cordero pascual y el pan sin levadura eran para ser comidos.

    Para entender mejor si Cristo y los apóstoles comieron pan común o sin levadura, es necesario ir al Antiguo Testamento, para darse cuenta de cómo se llevó a cabo el rito de la Pascua. Allí podemos aprender cuándo el cordero debía ser asesinado, cuándo su carne se debía comer, y cuándo el pan sin levadura comenzó a ser comido.

    El cordero pascual fue asesinado durante la tarde del día 14; pero la carne del cordero y el pan sin levadura se comían la noche siguiente a la tarde, cuando se sacrificaba el cordero, cuando para los hebreos ya era el día 15. Tenemos que recordar que los hebreos comenzaron sus días en la puesta del sol (sol abajo).

    Si durante la Pascua el pan sin levadura era comido la noche siguiente por la tarde, cuando fue asesinado el cordero, entonces sin lugar a dudas, el pan que Jesús y los apóstoles comieron durante la última cena, no era pan sin levadura, sino pan normal, porque Cristo, el verdadero Cordero de la Pascua no había sido aún sacrificado, ni el pequeño cordero de la pascua.

    «Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y toda la asamblea de la congregación de Israel lo inmolará en la noche Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en. el dintel de las casas en que lo comerá Y comerán la carne esa misma noche, asada al fuego, y panes sin levadura;. y con hierbas amargas lo comerán «. (Éxodo 12: 6-8)

    Puesto que el cordero de sacrificio o el cordero de la Pascua representaba el sacrificio de Cristo, es evidente que Jesús tuvo que morir ese mismo día y la hora en la que, debido a la ley ritual, el cordero de Pascua tuvo que ser sacrificado. Efectivamente, así fue, Jesús murió por la tarde antes de la noche en la que la Pascua se comía. Recuerde que los Hebreos comenzaron sus días con el sol abajo (puesta de sol). Esa tarde fue posterior a la noche en la que comieron la última cena, pero anterior a la noche en que se comía el cordero. Podemos confirmar esto leyendo Juan 13: 1-2; 18:28; 19:14; 19:31 y 19:42.

    «Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y cuando cenaban, el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase … «(Jn 13, 1-2)

    Como acabamos de leer, la última cena se terminó antes de que la fiesta de la Pascua hubiese llegado. Si leemos Jn 18, 28 verá que cuando el Señor fue llevado a la sala de juicio, que tuvo lugar después de la última cena, los Judios no querían entrar en la sala del juicio, para evitar la contaminación, para que pudieran comer la Pascua. Por lo tanto, la Pascua no había llegado todavía. Esto confirma una vez más, que la última cena no era la Pascua.

    «Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua.» (Jn 18:28)

    También en Juan 19:24 vemos que cuando Jesús estaba siendo juzgado por Pilato y los sacerdotes, la Pascua no se había comido todavía.

«Y era la víspera de la Pascua, y como la hora sexta; él dijo a los Judios: He aquí vuestro Rey!» (Jn 19:14)

    Un poco más adelante, en Juan 19:31, nos enteramos de que incluso después de la crucifixión y muerte del Señor, no habían comido la Pascua todavía, porque todavía era la víspera de la fiesta.

    » Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo[a] (pues aquel día de reposo[b] era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. «. (Jn 19, 31)

    De nuevo, en Juan 19:42, cuando iban a enterrar el Señor, vemos que era la víspera de la Pascua.

    «Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús» (Jn 19:42).

    Hasta ahora hemos demostrado que Jesucristo no comió la última Pascua, porque murió la tarde anterior. Murió el mismo día en que el cordero pascual había que matarlo. Vayamos ahora al origen del rito de la Pascua, con el fin de aprender cuándo fue asesinado el cordero, y cuándo el pan sin levadura comenzó a ser comido. En el versículo siguiente vamos a demostrar que el pan sin levadura comenzó la noche del día 15, que siguió a la tarde del día 14, en el que murió el cordero. (Esta fue la misma tarde en que Jesús fue asesinado.)

    «Y comerán la carne esa misma noche, asada al fuego, y panes sin levadura: con hierbas amargas lo comerán.» (Éxodo 12: 8)

    En Levítico 23: 6 vemos de manera clara y específica que el pan sin levadura comenzó el día 15 y no el día 14. Lo mismo se dice en Números 28: 16-17.

    «Y el día quince del mismo mes es la fiesta de los panes sin levadura a Jehová: siete días comeréis panes sin levadura.» (Lev 23: 6)

    «Y en el día catorce del primer mes es la Pascua del Señor, y en los quince días de este mes es la fiesta; Por siete días pueden comer pan sin levadura.» (Números 28: 16-17)

    Jesucristo es el verdadero Cordero Pascual, es por eso que su sacrificio en la cruz coincidió con el sacrificio del cordero que iba a ser asado y comido la noche siguiente. Si el pan sin levadura era comido después de que el cordero fuera asado, y si Jesús comió la última cena con sus apóstoles antes de ser crucificado, es obvio que el pan utilizado en la última cena tenía que ser el pan común, no el pan sin levadura. Por lo tanto, en nuestra celebración de la Cena del Señor, debemos utilizar el pan común, pan de trigo entero, preferiblemente, que es la que se utiliza en ese momento.

    El siguiente pasaje hace que sea evidente que Jesús ya estaba muerto, cuando la Pascua no había llegado todavía.

«Y he aquí, había un hombre llamado José, un consejero, y él era un hombre bueno y justo, y lo mismo no había consentido en el consejo y los hechos de ellos, de Arimatea, ciudad de los Judios; que también esperaba el reino de Dios. Este hombre fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Y él lo tomó, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, el cual aún no se había puesto. Y ese día fue la preparación, y para comenzar el sábado». (Lucas 23: 50-54)

    Como vemos, en ambos pasajes, ahora en Lucas y antes en Juan, se dice que la Pascua no había tenido lugar en el momento del juicio, la crucifixión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Así es evidente que la última cena que tuvieron la noche anterior, no era seguramente la Pascua. Ese año, Jesús no comió la Pascua, fue crucificado por la tarde antes de ella. Era simplemente lógico que esto era lo que sucedió, porque Jesucristo fue la verdadera Pascua, de la cual el cordero era sólo un símbolo. Esto viene con la idea de que Jesús tuvo que morir la misma tarde que mataron el cordero de Pascua; por lo tanto, no podía estar vivo cuando en ese año el cordero asado fue comido.

    En Juan 13: 27-29, vemos que en la mitad de la última cena, cuando Jesús dijo a Judas Iscariote: «. Lo que vas a hacer, hazlo pronto», los apóstoles pensaron que lo que Jesús le estaba pidiendo a Judas fue que comprara lo necesario para la Pascua. En consecuencia, la Pascua no había llegado aún.

    . «Y después del bocado, Satanás entró en él Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo pronto Ahora no estaban a la mesa entendió por qué, dijo también esta a él Para algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa.. , que Jesús le decía: Compra lo que tenemos necesidad para la fiesta: ó, que diese algo a los pobres «. (Jn 13: 27-29)

    En resumen, se utilizó pan con levadura en la última cena, es decir pan común, y el vino tinto. Ese fue el rito de la Cena del Señor, que Jesucristo estableció para todos los cristianos. Es por eso que los cristianos deben usar en nuestra cena del Señor pan común y vino tinto.

Satanás ha logrado distorsionar la Cena del Señor entre casi todas las religiones cristianas. Algunos dan a sus feligreses una oblea, pero sólo los sacerdotes beben el vino. A otros no les dan a sus seguidores ni el pan ni el vino tinto, estos elementos son tomados solamente por algunos miembros «especiales» que según su religión pertenecen a los 144.000 ungidos. Y otros dan incorrectamente a los asistentes el pan sin levadura, no dándoles vino tinto, sino que en su lugar un poco de zumo de uva o refresco de color Rojo. Algunos otros utilizan correctamente el vino tinto, pero usan pan sin levadura. Aquellos que usan en la Cena del Señor el pan regular más el vino tinto son muy pocos.

    Como es evidente, Satanás ha logrado distorsionar el verdadero rito de la Cena del Señor, en la casi totalidad de los cristianos, sin ser notado por ellos.

http://www.bibleserralta.com/LordsSupper.html

¿FUE LA ÚLTIMA CENA LA PASCUA? MATEO 26:17-18

Estimado señor,

Simplemente no entiendo los versos que se refieren a la última comida que Cristo compartió con sus discípulos antes de morir. La mayor parte de las referencias hablan de esta comida como la Pascua, por ejemplo:

Mateo 26: 17-18

Ahora el primer día de la fiesta de los panes sin levadura los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la Pascua?

Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; Voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.

¿Fue esta cena, en la que nuestro Servicio Memorial fue instituido, la Pascua o no?

Respuesta

Permítanme primero asegurarle que usted no está solo en la confusión que se ha encontrado sobre este tema. Muchos eruditos han debatido esta cuestión durante siglos sin llegar nunca a un claro consenso de opinión.

El Debate

La dificultad se centra principalmente en una cuestión básica: ¿Cómo podría Cristo (nuestra Pascua) ser puesto a muerte en el momento en que el cordero de Pascua es normalmente inmolado, si él comió la Pascua con sus discípulos en la noche anterior?

Adam Clarke, en su comentario, escribe extensamente sobre este asunto. Comienza sus comentarios con esta afirmación. «Toda persona sincera debe admitir que hay grandes dificultades en relación con el momento en el que nuestro Señor comió la última Pascua con sus discípulos». Él procede a introducir y discutir los siguientes dictámenes facultativos sobre el tema:

-Nuestro Señor no comió la Pascua en el último año de su ministerio.

-Nuestro Señor si comió ese año; y al mismo tiempo con los Judíos.

-Sí lo comió ese año, pero no al mismo tiempo con los Judíos.

-Él comió la Pascua de su propia institución, pero que difería muy ampliamente de cómo era comido por los Judíos.

Su conclusión fue que las dos primeras de estas opiniones no parecen tener un soporte sólido, pero que las dos últimas son las más dables, y pueden incluso ser armonizadas.

Nuestro Desafío

Cuando echamos un buen vistazo a las posibilidades y los pros y los contras que se relacionan con cada una, nos resulta muy difícil llegar a nuestra propia conclusión positiva. Estaríamos interesados ​​en escuchar a nuestros lectores sobre este tema. ¿Hay suficiente evidencia disponible para nosotros, para que podamos desarrollar una posición claramente positiva? ¿Hay enseñanzas críticas que requieren que aceptamos una sola respuesta? ¿Comió Cristo la Pascua con sus discípulos?

Algunas consideraciones

  1. La Pascua era el día catorce del mes. El primer día del mes se estableció por la aparición de la luna nueva. Dependiendo del clima, a menudo era difícil estar seguro de este tiempo. El Sanedrín había establecido un procedimiento para solemnizar la fecha sobre la base de la evidencia de los testigos en cuanto a la aparición de la luna nueva. Una vez que ellos habían fijado la fecha, los Judios estuvieron obligados a observar si, incluso su decisión original fue probado ser errónea.

  2. Cuando la fecha real estaba en duda, era aparentemente permitido que los Judíos comieran de la Pascua en cualquiera de las dos noches envueltas. Cuando uno considera el número de corderos que tendrían que ser inmolados, teniendo una opción de días puede haber sido en realidad muy práctico.

Parece que hay algunas incoherencias entre lo que nos dicen acerca de la última cena, y las costumbres normales de la cena de Pascua. Por ejemplo, la identificación del pan y el vino con su cuerpo y sangre no siguieron el discurso habitual. Además, Cristo y sus discípulos estaban sentados o recostados, no como se indica en Éxodo 12:11 – «Y así habéis de comerlo: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y seréis comeréis apresuradamente: es la Pascua del Señor». Hay otras variaciones, como el hecho de que no se suponía que iban a salir de sus puertas hasta mañana. Todavía era de noche cuando salieron al monte de los Olivos, y cuando fue arrestado. Recuerde que Pedro le entregó tres veces antes de que el gallo cantara en dos ocasiones.3

  1. Algunas de las pruebas en el libro de Juan indican claramente que la última cena era antes de la Pascua. Ver: Juan 13: 1-2 y 19:14. También en Juan 18:28 leemos: «Y llevaron a Jesús de Caifás al pretorio: y era por la mañana, y ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse, y así poder comer la Pascua».

  2. La hora de la comida no era fija. El Dr. Thomas declaró que la ley no exigía que la Pascua sea asesinada en la noche del día 14, sino «entre las dos tardes». Por lo tanto, él concluye que «Jesús pudo tanto comer la Pascua, y ser matado como tal».

Sugerencia

Cuando consideramos todas las opciones que existen, y tomamos en cuenta algunas de las diversas consideraciones que se han presentadas, ¿qué conclusiones podríamos hacer que tendrían el menor número de objeciones? Presentamos lo siguiente como una sugerencia:

No hay evidencia que apoye la idea de que había cierta confusión en la fecha exacta de la Pascua de ese año. Jesús y los discípulos pueden haber estado correctos en el ejercicio de su derecho a comer de su comida de la Pascua en la tarde del día anterior, a pesar de que los Judíos en general se sentirían obligados a observar la fecha que se había solemnizado oficialmente por el Sanedrín.

Jesús escogió la observancia de esta cena de Pascua con sus discípulos, para instituir el Servicio Memorial. Cualquier cambio de la observancia original tenía la intención de dejar a sus discípulos con esta ocasión para recordarlo en el espíritu, no en la letra. (Incluso, como se indica por I Corintios 5: 8 «Así que hagamos fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura (principios – Diaglott -de sinceridad y de verdad».)

Esta sería la última Pascua. Los tipos en esa fiesta anual serían cumplidas como Cristo nuestra Pascua fue sacrificado por nosotros. Cristo era el «Señor del sábado», y presumiblemente también de la Pascua. Tenía el derecho de cambiar el método y el propósito de la observancia.

Después de su propia cena de Pascua, Jesús fue llevado para ser crucificado. Los discípulos todavía tenían intenciones de guardar la Pascua oficial con los Judíos, de modo que evitan una posible contaminación por medio de no entrar en el pretorio.

Jesús, el cordero pascual, fue crucificado en el mismo día en que los Judios estaban observando la fiesta. Esto es consistente con Juan 19:31 – » Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo[a] (pues aquel día de reposo[b] era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí «.

Sugerimos entonces, que Jesús comió la Pascua con sus discípulos ese año, pero no al mismo tiempo, ni de la misma manera que los Judios comen de su Pascua.

Conclusión?

El grado de dificultad de esta pregunta es muy grande. Sería presuntuoso intentar presentar conclusiones muy positivas, (como hemos indicado anteriormente). Hemos tratado de presentar algunas de las razones de la confusión y ofrecer una sugerencia. Esperamos que estimular su propio proceso de pensamiento, y provocar algunos comentarios positivos.

http://www.christadelphian-advocate.org/features/qbox/qbox10.html

SORPRENDENTE: ¡LOS APÓSTOLES NO ERAN UNGIDOS CUANDO CELEBRARON LA CENA CON EL SEÑOR!

Los Testigos de Jehová, y algunos otros hermanitos “iluminados” por allí, que aún tienen su corazoncito puesto en esta secta, sostienen que la santa cena Jesús la inauguró sólo con ungidos. Es decir, que los apóstoles ya eran ungidos en esa noche en que Cristo se reunió con ellos para celebrar la primera cena-memorial. Esta crasa ignorancia, o para ser más suaves, “este lapsus momentáneo” es rectificado en el siguiente estudio:

El Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová, al igual que en otro tiempo la Sociedad bíblica Watchtower cuando ésta dirigía los asuntos jehovistas, antes de 1976, dogmatiza que solamente los llamados ungidos o que aseguran tener el llamamiento celestial para reinar con Cristo sobre la Tierra son los únicos que tienen derecho a comer del pan y beber del vino durante la ceremonia de celebración de la Cena del Señor, mediante la cual se rememora la muerte de Jesucristo.

Según el Cuerpo Gobernante, pues, únicamente los ungidos pueden participar de los emblemas de pan y vino durante la Conmemoración de la muerte de Cristo, una vez al año. Los demás miembros de las congregaciones de testigos de Jehová, es decir, los que no son ungidos y que su esperanza es la de vivir para siempre en una tierra paradisíaca, éstos no pueden participar de los emblemas por la sencilla razón de que no son ungidos o personas con llamamiento celestial.

Los apóstoles fueron los primeros que celebraron la Cena del Señor con el mismo Cristo presente, en el año 33 de nuestra era, según se estima cronológicamente y suponiendo que el asunto sea rigurosamente histórico y no se trata de una elucubración tardía del autor o autores de los evangelios. La pregunta que surge aquí es la siguiente: Cuando los apóstoles participaron del pan y el vino que Cristo les sirvió en su cena de despedida, pues se trataba de una cena de despedida y no de otra cosa, ¿eran ungidos? La respuesta es un categórico NO.

Los apóstoles, al igual que otros discípulos, no llegaron a ser ungidos hasta tiempo después, cuando el espíritu santo, según el relato, fue derramado sobre ellos en el Pentecostés. Por tanto, cuando participaron del pan y el vino en la Cena del Señor no eran ungidos. Eso significa que hoy día no es preciso ser ungido para participar del pan y el vino durante el acto de conmemoración de la muerte de Cristo, ya que los propios apóstoles no lo eran cuando celebraron la Cena reunidos con Cristo mismo.

Sin embargo, a pesar de que eran muchos los discípulos de Jesús cuando él estuvo en la tierra, éste solamente ofició la Cena de despedida con sus apóstoles. Ni siquiera su madre estuvo presente en la misma. Se observa de paso que no se trató de la cena de Pascua judía, sino de otra reunión culinaria celebrada la noche anterior, pues de otro modo Jesús la hubiera celebrado con su madre y hermanos, en familia, como estipulaba la Ley mosaica.

Es patente que el hecho de celebrar Jesucristo la cena con sus más allegados discípulos, los apóstoles, significó que éstos representaban a los demás discípulos, pues hubiera sido poco menos que imposible reunir a todos, tal vez centenares de ellos, en un recinto de celebración apropiado al gran número de comensales, si es que existía en Jerusalén algún local de tan amplias proporciones y, dado que se trataba de una cena, no iban a celebrarla en un descampado, a oscuras o relativamente a oscuras, aún siendo noche a punto de luna llena.

Por otro lado, el asunto de ungidos o no ungidos es en realidad una teoría doctrinal no fundamentada bíblicamente y que tiene su origen en la teología de la Watchtower, según la concebían determinados individuos, teoría sin fundamento que recogió después el Cuerpo Gobernante, que no se detuvo a analizarla para ver si realmente se basaba en los evangelios y cartas apostólicas. De haberse detenido en ello, hubiera descubierto que tal doctrina solamente se basa en especulación humana, al igual que los tiempos y fechas sobre los que el Cuerpo Gobernante continúa fundamentando sus creencias.

El punto a considerar es que los apóstoles no eran ungidos cuando celebraron la cena con su Maestro, ya que la unción con el espíritu santo acaeció más tarde, el día del Pentecostés. A partir del año siguiente, en la fecha de conmemoración, pudieran considerarse ungidos, pero no durante el refrigerio que el Maestro les ofreció la noche anterior a la de Pascua judía.

Siendo el caso que en la primera Cena del Señor no hubo ungidos que participaron de ella, no se explica que a día de hoy solamente puedan participar de los emblemas de pan y vino los que el Cuerpo Gobernante cataloga como ungidos y en cambio los no ungidos asisten al ceremonial como simples observadores, algo ilógico en una invitación para celebrar una cena y no participar de ella.

Fuente:

http://lucesquenobrillan.blogspot.com/

AMABLE CARTA-TESTIMONIO DE UN EX-TESTIGO DE JEHOVÁ QUE VISITA REGULARMENTE MI BLOG

Querido hermano Mario,

Ante todo deseo agradecerte de todo corazón, por haberme ayudado en la preparación de la cena del señor, respondiendo a todas mis preguntas e inquietudes. La verdad es que ha sido una de las ocasiones mas gozosas de toda mi vida, si bien, la he celebrado solo en mi casa, realmente ha sido gratificante para mi y me ha ayudado a replantearme mi espiritualidad.

He sido Testigo de Jehová por 7 años y luego me salí, pero admito que aun así yo continuaba asistiendo por varios años más a las fechas conmemorativas de la llamada Cena de Jesús (8 años después  de que me salí), organizadas por esta secta, quizás por miedo, quizás por  creerme incapaz de prepararla.

Lo cierto es que es de mucho gozo para mi el hecho de haber preparado el pan, correctamente sin levadura, haber preparado el vino, el ambiente, todo, realmente me sentí muy bien y mas aun al haber comido y bebido de los emblemas.

Es una sensación inexplicable, después de haber participado tanto tiempo de manera pasiva, escuchando discursos agrios, sin sentimientos, cargados de falsos cuentos y de especulaciones del fin del mundo, aparte ver pasar los emblemas y no participar para nada de comer , ni beber de ellos.

La verdad, me sentí en comunión con las dos más grandes personas del universo, Dios y Jesús. Mis oraciones salían desde lo mas profundo de mi corazón y no debí aguantar largos sermones, donde lo único importante era plantear  una serie de tecnicismos en vano que desviaban la atención de lo más importante, conmemorar la muerte de Jesús, lo que nos lleva a obtener perdón de los pecados y nos abre las puertas a la vida eterna, es eso, es así de sencillo, nada de cuentitos de que los ungidos están desapareciendo, porque al fin y al cabo: Jesús nunca ordenó que se hablara de ungidos en su ceremonia.

Los testigos continuarán en su ignorancia pensando que el nuevo pacto que estableció Jesus es sólo para los ungidos, cuando en realidad, ese pacto  abarca a la humanidad toda, osea a todos nosotros, por eso debemos comer de los emblemas, el dijo: sigan haciendo esto en memoria de mi.

Por ultimo, les recomiendo esto a mis ex hermanos testigos: Lean la biblia por su cuenta, dejen de seguir ciegamente al esclavo.

Muchas gracias hermano Mario , a ti y a tu hermano Franco.

Gracias.

A.L

LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ Y SU PROFANO «MEMORIAL» O «CENA DEL SEÑOR»

Esto dicen los Testigos de Jehová de su memorial:

Él siguió adhiriéndose a Jehová (2 Rey. 18:6).

Ezequías y los habitantes de Jerusalén invitaron a toda la nación —incluso a los que vivían en el reino del norte— a presenciar la celebración de la Pascua, y un grupo de mensajeros recorrió el país repartiendo las cartas de invitación (2 Cró. 30:6-9). Nosotros llevamos ya algunos años haciendo una labor parecida. Hemos repartido llamativas invitaciones a nuestros vecinos para que celebren con nosotros la Cena del Señor en obediencia al mandato de Jesús (Luc. 22:19, 20). Y lo hemos hecho con entusiasmo. ¿Ha bendecido Jehová este trabajo? ¡Claro que sí! La campaña que realizaron durante 2008 los siete millones de publicadores de todo el mundo contribuyó a que la asistencia ascendiera a 17.790.631 personas. La Biblia dice sobre Ezequías: “En Jehová el Dios de Israel confió él” (2 Rey. 18:5). Esforcémonos por imitar a este rey. Nuestro celo por la casa de Dios nos ayudará a seguir “adhiriéndo[nos] a Jehová” y a no perder de vista el premio de la vida eterna (Deu. 30:16). WT 09 15/6 1:16-17

Comentario:

Los Testigos de Jehová comparan a Ezequías y los habitantes de Israel cuando invitaron a toda la nación—incluso los que vivían en el reino del norte— para la celebración de la pascua a través de cartas de invitación. Luego dicen que debemos imitar a estos fieles hombres y llamar a vecinos para que celebren el memorial o cena del Señor. Pues bien, reflexionemos en esto primero: Ezequías y los habitantes de Israel invitaron a gente de la misma nación de Israel para participar de la pascua,  y no a extraños. Esto quiere decir que todos los que eran invitados a festejar la pascua eran miembros de la nación de Dios (Israel), la nación escogida, el pueblo de Dios.

Pues bien, cuando los Testigos de Jehová usan este símil para invitar a Tirios y Troyanos a la santa cena (a los vecinos y otros individuos de por allí), muchos de los cuales son personas que no están dentro del supuesto “nuevo pueblo” de Dios («los Testigos de Jehová»), ellos no están haciendo lo mismo que hicieron Ezequías y otros, los cuales sólo invitaron a gente de la nación o pueblo elegido para la celebración pascual. De modo que la comparación es ridícula y carente de todo sentido.

Por otro lado, es increíble que Testigos de Jehová bautizados, pero que no son “ungidos”, o de la llamada “manada pequeña”, tengan que celebrar la cena del Señor exactamente del mismo modo que lo hace un invitado que no es miembro de la organización. Esto quiere decir que cuando alguien de afuera (un invitado no miembro) asiste a la celebración del memorial, simplemente no sabe distinguir quiénes son miembros de la congregación y quiénes no, dado que ambos, los miembros de la grande muchedumbre, y los llamados “mundanos” (invitados) sólo pueden “oler y pasar” los emblemas (el pan y el vino), sin probarlos. En buena cuenta, el llamado “mundano”,  y el “Testigo de Jehová” no ungido, se encuentran en la misma condición de relegados. No hay diferencia entre ellos, y eso, simplemente es una ofensa y un desaire para cualquier Testigo de Jehová que tenga un poco de dignidad y sentido común.

Y finalmente, ¿qué se logra con invitar a gente que discierne poco o nada de los emblemas y del significado real de la Santa cena? Podrán asistir millones en todo el mundo a ese profano memorial, y para nada servirá, porque el mandato del Señor fue muy claro: “comed y bebed”, y no: “oled y pasad”. Si no se celebra la Santa Cena de la manera ordenada por el Señor, entonces estamos en un franco desacato a su mandato, y de paso estamos rechazando su sacrificio expiatorio al no comer y beber del pan y del vino que simbolizan su cuerpo y su sangre.

¿Seguirán ustedes, Testigos de Jehová, apoyando y celebrando profanamente el llamado «Memorial» de la falsa organización de Jehová? ¡Espero que no!…Y recuerden: ¡»Sálganse de ella pueblo mío, para que no participéis de sus pecados y afrentas!

Vuestro adorado tormento,

Apologista

TOMANDO LA CENA INDIGNAMENTE

Estudio Biblico 1 Corintios 11:27-34

Tomando la cena indignamente

Por Carlos Mario Vergara

 ¿Qué significa tomar la cena indignamente? Probablemente si eres un estudioso serio de la escritura te hagas esta interrogante, quizás también hayas escuchado muchas interpretaciones con respecto a este punto generando más dudas y sientas tu espíritu intranquilo en cuanto a lo que se enseña de manera común, puede tambien que el modo de interpretación de este punto de la escritura no te haya satisfecho. Suele sucederme que al inquirir e indagar sobre algunos temas biblicos me encuentre con demasiadas inconsistencias, esto es muy común por el sencillo hecho de la práctica y observancia de las comunidades cristianas a las que pertenecen mis hermanos, pastores y amigos consultados.

Pero como amante de la escritura trataré de hayar soportes biblicos que no compromentan la observancia de este sacramento que junto con el bautismo unifican al cuerpo de Cristo (Observancia del autor), entendiendo de antemano que el mismo no es esencial en materia de salvación. Quisiera pues compartir con todos los interesados en este tema, unos cuantos aportes que nos pueden ayudar a obtener más luz, en cuanto a lo que significa tomar la cena indignamente.

Me hago consciente de que la siguiente interpretación no expresa el pensamiento general cristiano evangelico, pero mi conciencia apela a la plena coherencia de la palabra de Dios para no dar explicaciones amañadas y que no hagan justicia al texto en cuestión.

“De manera que cualquiera que comiere de este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor”.                                                               

“Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.”

                                               1Corintios 11:27,29

Notemos que si se toma la cena de manera indigna, habrá inculpación del cuerpo y la sangre del Señor. Además la indignidad radica alli mismo, en no discernir (Comprender-entender-juzgar-aclarar-apreciar-distinguir) el cuerpo del Señor.

Son demasiados los creyentes, que por enseñanza de sus congregaciones, o apreciaciones propias, llegan a la conclusión de que, tomar la cena indignamente, no es otra cosa que hacerlo en estado de pecado. Ya sea que se autoinculpen por una conducta pecaminosa y se sientan indignos de participar de las especies que tipifican el cuerpo molido y la sangre del Señor, o sus temores sean infundados al temer un juicio por no sentirsen plenamente aptos para participar de este sacramento.

Pareciera que la palabra indignamente recayese en sus malos actos, pensamientos y conductas, haciendoles pensar que al tener intranquilidad en sus conciencias de las conductas pecaminosas hechas, les convierten en indignos para participar de la mesa del Señor.

Lo que primero debemos comprender es que la indignidad no esta en pecar, sino en no discernir. El juicio que se come y bebe para sí, no viene por una conducta inmoral o por el pecado que se nos ocurra, sino que este juicio viene cuando no se discierne el cuerpo.

Sí el juicio o consecuencia viniese por un pecado o falta moral, entonces donde quedaria el juicio que llevo el Señor Jesucristo sobre la cruz llevado a cabo en nuestro favor, juicio que tomó en nuestro lugar para redención, para hacernos justos ante Él, otorgandonos vivir en plena justicia quitando de en medio (Entre Dios y los hombres) el pecado Ver Efesios 1:7   2 Corintios 5:21   1 Pedro 2:24   Hebreos 9:26

El apóstol Pablo no estaba escribiendo a personas naturales sin discernimiento espiritual confinadas al pecado, le escribia a la iglesia, a personas cuyo asunto pecaminoso habia sido yá saldado en la cruz de Cristo. Y aunque tengamos que reconocer que la iglesia de Corinto tenia notables deficiencias de conducta, es la misma a la que se le dice que está firme por la fe, la misma a la que se le dice que las consecuencias son en la carne, jamás en el espíritu Ver 1Corintios 3:1-3   2Corintios 1:24   1Corintios 5:5

No se trata de creer  que una falta moral, o un acto pecaminoso o de inperfección presente, tiene poder de privarnos de la mesa del Señor o la cena. El peligro está en creer que si no hemos hecho meritos para participar del pan y la copa simbolo del cuerpo y la sangre del Señor, entonces somos indignos, lo cual podría entenderce entonces que participar de las especies de la cena requieren un merito, mi bondad, y no es nuestra bondad (Mi buen comportar) la que nos hace merecedores del cuerpo y la sangre de nuestro Salvador, sino su bondad, que aún siendo nosotros inmerecedores ofrendó, dió su carne (Cuerpo) y su sangre a favor de quien cree Ver Juan 6:51   Efesios 1:7   Hebreos 10:19-20

La autora Nancy Mairs expresa lo siguiente “No participo de la cena porque sea una buena cristiana, santa, piadosa y acicalada. Ceno porque soy una mala  cristiana, repleta de dudas, de ansiedad y de ira; a punto de desmayarme por una fuerte hipoglicemia del alma” Tomado de Gracia Divina vs Condena Humana de Philip Yancey de editorial Vida

Sería ilógico pretender que se requiera un comportamiento inmaculado, o intachabilidad, buen testimonio o todas estas cosas, como requerimiento para tener acceso a la participación de la cena del Señor. La tradición  ha sido tan miope que demanda todas estas cosas, fijandose en lo externo y visible de estas, sin entender verdaderamente las motivaciones internas; ¿ acaso no era la misma religión judia en tiempos de Jesús la que se mostraba externamente santa, pero por dentro era similar a la corrupción de la muerte? Ver Mateo 23:27

Entendamos amados hermanos, que no somos pecadores por pecar, sino que pecamos porque somos pecadores, en nuestro ser convergen dos naturalezas, una que se opone a Dios y otra que halla deleite en Dios. El mismo apóstol Pablo nos ofrece esperanza al compartirnos esto, un hombre de Dios escogido y apartado para un gran ministerio, predestinado, llamado, justificado y sin embargo consciente y lúcido de su humanidad, y fue este mismo Pablo el que no se sintio menos amado ni indigno por luchar con su naturaleza de pecado, sino dando reconocimiento a nuestro Salvador por darle la victoria plena sobre esta, no deteniendose a contemplar la imperfección de su carne, sino el gozo por la justificación de su espíritu.

En palabras del autor Max Lucado: “El problema no es que no podamos hacer lo bueno ¡ lo hacemos ¡ el problema es que no podemos dejar de hacer  lo malo”Tomado de En manos de la Gracia de editorial Caribe Betania

El dramaturgo ruso Iván turgienev afirma lo siguiente: “No sé como es el corazón de un hombre malo, pero si sé como es el corazón de un hombre bueno, y es terrible” Tomado de Capturados por la Gracia de David Jeremiah de editorial Unilit.

Ver Romanos 7:21-25   Romanos 8:30   Romanos 8:10   1Corintios 15:50   2Corintios 5:16

Entendiendo esto, que  la indignidad de cenar no es estar en pecado, sino en no discernir el cuerpo, qué es entonces no hacerlo.

¿Qué significa la expresión sin discernir el Cuerpo?

Si decimos que el Cuerpo es el trozo de pan y la sangre el vino que recibimos en la ceremonia, servicio o culto, estaríamos afirmando lo expuesto por el catolicismo romano, que afirma que las especies (Pan y vino) son literalmente el cuerpo y la sangre del Señor(Transubstanciación) argumento que los protestantes no compartimos, solo por el hecho de que lo que hacemos al participar de la cena, es conmemorar, en memoria de Él, su sacrificio expiatorio a favor de nuestro pecados Ver Lucas 22:19-20

Comprendiendo esto entenderemos entonces que discernir, comprender, entender o distinguir el cuerpo no es tratar de darle un significado mistico a una hogaza de pan o a un caliz con vino, sino que es un profundo llamado a entender el verdadero propósito de tal acto de gracia sublime y sus implicaciones , es decir, no tratar de interpretar esto como algo de mi para con Dios, sino de Dios para conmigo, no es una competencia moral para lograr tal premio, sino que es un reposar pleno en su obra perfecta, haciendo memoria y recordando la entrega de Cristo por su iglesia. La cena no será un rito vacio, si entendemos la magnitud del sacrificio de nuestro Señor en amor extremo por su iglesia.

Discernir su cuerpo, no es otra cosa que discernir su iglesia, apreciarla, distinguirla, conocerla, al punto como es conocida por el propio Jesucristo. Cuerpo en el lenguaje neotestamentario es iglesia, mi compromiso con Cristo es no llamar a la iglesia como Él no la llama, en cambio llamarla como el la llama, y aunque no se vea como tal, llamar lo que no es como si fuese, no es conciderarla imperfecta, incompleta e impura, como podré pues yo en mi necedad llamar al cuerpo de Cristo impuro e imperfecto. Da lástima entender que algunos ignorantes obreros no hacen otra cosa que recalcar imperfección en la pura iglesia y sus mensajes llevan explicitamente la intención de tratar de evitar que su feligresia peque, tratando de motivar santificación en la carne por actos conductas o una expresión que ya se ha vuelto carta del legalismo “Cuidar el buen testimonio” es decir ¿de verdad estamos tan empeñados en que todo sea tan externo y superfluo, que pretendamos basar la espiritualidad en cosechas buscadas en la carne en vez de el regocijo por lo que somos en el espiritu?

-Escogidos en Él, sin mancha y santos   Ver Efesios 1:4

-Predestinado, llamado, justificado y glorificado   Ver Romanos 8:30

-Somos la virgen pura de Cristo   Ver 2 Corintios 11:2

-Gloriosa, no arrugada por la obra de Él mismo   Ver Efesios 5:27

-Perfectos para siempre y santificado   Ver Hebreos 10:14

La iglesia compuesta por todos los creyentes de toda lengua, tribu y nación, escogida por  Dios según su previo conocimiento para ser redimida, debe ser discernida y distinguida, como precisamente su esposo la ve a pesar de su imperfección presente, el cuerpo de Cristo es un cuerpo compuesto de muchos miembros, el cual no está dividido en más y menos pecadores, sino que todos habiendo sido igualmente transgresores, hemos venido a ser igualmente justos y santos.

Y esa iglesia a la que el Señor la llama con todas estas virtudes, también se le llama cuerpo, por ello en la cena debemos conciderarnos lo que Dios mismo nos concidera, su iglesia (Su cuerpo). Yno ser juzgados por juzgarnos unos a otros tratando de ver quién la puede comer y quién no la puede comer   Ver   Mateo 7:1  1 Corintios 11:31-32   Romanos 2:1 

La iglesia como cuerpo: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.” Efesios 5:29-30 

“Siendo uno solo el pan,nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo…” 1 Corintios 10:17

“Vosotros,  pues,  sois el cuerpo de Cristo…” 1 Corintios 12:27

“…y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel todo lo llena en todo” Efesios 1:22b-23

Conclusión: Dejar de cenar por  creer que un pecado me lo impide, no es discernir adecuadamente el cuerpo al cual pertenezco, pues de tratarse de estar sin pecado para hacerlo entonces ninguno podría hacerlo, el apóstol Juan dice que si digo que no tengo pecado me engaño a mi mismo, y si digo que no hago pecado le digo a Dios mentiroso, el asunto es que tengo pecado (Naturaleza carnal) y hago pecado, pero no soy visto por Cristo como tal, discernir el cuerpo es alegrarnos en la congregación de los justos como lo dice David y dar gracias al Señor por la gracia de su sacrificio para con su iglesia y cuerpo.

Todos los textos son tomados de la versión Reina Valera 1960

Sobre el autor: Carlos Mario Vergara es graduado en ciencias religiosas del ABS, y también del Blaze Outreach International, colabora en capacitación y enseñanza biblica en la comunidad cristiana bautista el redil en Pereira Colombia, es casado con Lorena y tiene 3 hijos, Ana Maria, Samuel y David.

¿FUE CELEBRADA LA LLAMADA SANTA CENA UN MIÉRCOLES?

La última comida que, según la Biblia, compartió Jesucristo con sus doce apóstoles en la noche del Jueves Santo tuvo lugar en realidad un miércoles, según afirma un experto británico de la Universidad de Cambridge (Reino Unido). Colin Humphreys asegura haber resuelto no de los grandes misterios del Nuevo testamento de la Biblia tras descubrir que la llamada «Última Cena» tuvo lugar el miércoles 1 de abril del año 33. Los detalles de su teoría se publican en un libro titulado The Mystery of the Last Supper («El misterio de la última cena»).

En 1983, Humphreys llevó a cabo una investigación con Graeme Waddington, astrofísico de Oxford, en la que llegó a la conclusión de que la crucifixión de Jesús se produjo el 3 de abril del año 33, un viernes, por la mañana. Si la última cena con los discípulos hubiese tenido lugar el jueves, sería materialmente imposible que se produjeran en el transcurso de una única noche todos los eventos que sucedieron antes de su ejecución: arresto, interrogatorio, además de los juicios separados de Poncio Pilato y Herodes, que por si fuera poco tuvieron lugar en varias zonas de Jerusalén.

En los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas se dice que la Última Cena fue una comida pascual, mientras que en el evangelio de Juan se establece que tuvo lugar antes de la Pascua. De acuerdo con Humphreys, Jesús se ajustó a un viejo calendario judío en lugar de basarse en el calendario lunar oficial, que estaba muy desarrollado en los años de su muerte. De este modo, el investigador concluye «que ambas versiones tienen razón pero se refieren a dos calendarios diferentes», y que son compatibles con la teoría de que la Última Cena se celebró en realidad en miércoles.

www.muyinteresante.es

 

SEÑORES TESTIGOS DE JEHOVÁ:TODOS LOS CRISTIANOS VERDADEROS, SIN EXCEPCIÓN, DEBEMOS COMER DEL PAN Y BEBER DEL VINO EN EL MEMORIAL

TODOS LOS CRISTIANOS VERDADEROS SIN EXCEPCIÓN, DEBEMOS COMER DEL PAN Y BEBER DEL VINO EN EL MEMORIAL ¿Está usted cumpliendo con esta enseñanza entregada por el mismísimo señor Jesucristo a su Esclavo fiel y discreto, en la persona de Charles Taze Russell, de participar en su memorial comiendo y bebiendo de los emblemas para recibir la vida eterna?

 

 SEGUNDO VÍDEO:

EL RETIRO ASOLAPADO DE LA WATCHTOWER DE LA ONU

La Sociedad Watchtower se retiró inmediatamente de la ONU, y en forma solapada, cuando fue descubierta que formaba parte de ella en una lista de 1500 miembros como ONG’s publicada por la página WEB de la ONU

LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ Y LA CELEBRACIÓN DE LA SANTA CENA


The Last Supper in Milan (1498), by Leonardo da Vinci.

A la intensidad de su vida, el alcance de su enseñanza y la trascendencia de su muerte, Jesucristo añadía la profundidad de sus sentimientos. En diversas ocasiones había exteriorizado las emociones que embargaban su alma:

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” Mateo 23: 37 (Valera).

Especialmente sensible se mostró con sus discípulos con quienes compartió momentos emotivos. Una de esas ocasiones tuvo lugar poco antes de su muerte. Era la Pascua judía y, cumpliendo con lo estipulado en la ley, reunió a sus discípulos en la intimidad de aquel aposento alto:

Y les dijo :¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Lucas 22: 15 (Valera).

Aquella era una ocasión especial, poco antes de llevar a término el sacrificio expiatorio por el pecado. Se aceleraban unos acontecimientos dramáticos para él, pero en beneficio de sus discípulos y de toda la humanidad. Habían de entender la importancia de los hechos que se avecinaban, que cambiarían de manera drástica la historia, el status y la relación del pueblo de Dios que entraría en poco tiempo en el Nuevo Pacto. Esa última “comida de la pascua con ellos” iba, además, a dar paso a la institución de una celebración diferente, algo a “realizar” periódicamente en memoria de su muerte en sacrificio de rescate para la humanidad. Eran las palabras solemnes de su despedida y también de su legado, de ahí la importancia que tienen para todos nosotros.

Mateo describe los detalles para esa celebración (Mateo 26: 17-29). Como punto culminante recoge estas palabras de Jesucristo:

Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y, tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Mateo 26: 26-28 (Valera).

Lucas añade estas otras palabras:

Haced esto en memoria de mí. Lucas 22: 19 (Valera).

Este era el testamento del Maestro: que comieran del pan y bebieran del vino que, respectivamente, representaban su carne inmolada y su sangre derramada por todos. Lo habían de hacer en memoria de él. De esta manera quedó instituida la celebración de la Cena del Señor en memoria suya. Había una enseñanza, algo fundamental que entender, no se trataba de una ocasión para comer y beber cualquiera, sino que debía discernirse el profundo significado envuelto en esa celebración. Las palabras de Jesucristo que acompañaron debidamente a la descripción de aquel acto quedaron para sus discípulos y para todos los cristianos como registro solemne para guía e instrucción de lo que representa ese acto y la manera en que se ha de llevar a cabo.

Con el tiempo algunos necesitaron ese recordatorio, porque no estaban haciendo eso con el espíritu con el que se estableció tal celebración en recuerdo del acontecimiento más trascendental de la historia de la humanidad desde el punto de vista de la salvación. Así Pablo, con ánimo de rectificar algunos hábitos no deseables que se estaban implantando entre los Corintios, tuvo también que restablecer entre ellos la manera apropiada de conducirse en la conmemoración de la cena en memoria de la muerte del Señor (1 Corintios 11: 17-29):

Al haceros estas recomendaciones, no puedo alabaros; porque os reunís, no para provecho, sino para daño vuestro. Efectivamente, he oído decir en primer lugar que, al congregaros en asamblea, se forman entre vosotros grupos aparte; y en parte lo creo. Realmente, conviene que haya entre vosotros escisiones, para que se descubran entre vosotros los de probada virtud. Así pues, cuando os congregáis en común, eso no es comer la Cena del Señor; pues cada cual se adelanta a comer su propia cena: y hay quien pasa hambre y hay quien se embriaga. 1 Corintios 11: 17-21 (Nuevo Testamento. Versión Ecuménica).

Pablo hace una descripción de cómo aquellos Corintios llevaban a cabo la celebración de la Cena del Señor. Cuando se reunían para la ocasión estaban divididos y llevaban a cabo el recordatorio de la muerte del Señor sin el respeto debido y sin el entendimiento necesario. Se puede comprender que un grupo grande de Cristianos se reúna en el campo en un día festivo para disfrutar, entre otras cosas, de una comida fuera de casa y que, al hacerlo se haga en grupos separados aportando cada uno su propia comida o compartiéndola con los demás, sin un horario fijado para que cada uno comience su ágape, tal como corresponde a un día para expansión. Eso es espontáneo y, por la naturaleza informal e intrascendente de la ocasión, nadie ha de vigilar lo que hace o deja de hacer su compañero. Sin embargo, practicar eso mismo en el momento de celebrar en común la Cena del Señor es improcedente. Supone falta de entendimiento de lo que ese acto representa. Por eso Pablo les reprochó a los Corintios:

¿Es que no tenéis casas para comer y beber? ¿O tenéis en tan poco las asambleas de Dios, que avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué queréis que os diga? ¿Que os alabe? En esto no puedo alabaros. 1 Corintios 11: 22 (Nuevo Testamento. Versión Ecuménica).

Inmediatamente Pablo intenta restablecer la cordura y la dignidad para ese acto:

Yo recibí una tradición procedente del Señor, que a mi vez os he transmitido; y es ésta: que el Señor Jesús, la noche en que era entregado, tomó pan; y, recitando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria de mí». Lo mismo hizo con la copa, después de haber cenado, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza en mi sangre. Cada vez que bebáis, haced esto en memoria de mí. Porque cada vez que coméis de este pan y bebéis de esta copa, estáis anunciando la muerte del Señor, hasta que venga». 1 Corintios 11: 23-26 (Nuevo Testamento. Versión Ecuménica)

Pablo instruye a los cristianos de Corinto para que de verdad entiendan lo que es la esencia de esa celebración, despojándola de cualquier semejanza a una comida cualquiera, ya que había elementos que no estaban presentes en las comidas habituales:

  El pan para esa ocasión representa el cuerpo de Cristo.

  La copa de vino representa el Nuevo Pacto o Alianza, la sangre del Nuevo Pacto, en las palabras del Señor, recogidas por Mateo y Lucas.

  La comida en sí era en memoria del Señor.

  Ese acto constituye una proclamación pública de la muerte del Señor hasta su regreso.

  Por tanto, así como se recuerda su muerte, se estimula la esperanza y el anhelo por su Venida.

Cuando Jesucristo dijo “haced esto en memoria mía” ¿Qué estaba diciendo en realidad? Invitaba a hacer ¿Qué cosa?. Como hemos recogido antes, sus palabras fueron éstas:

Tomad, comed; esto es mi cuerpo… Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo Pacto…

Según Marcos, “todos bebieron” de la copa (Marcos 14: 23). Comer del pan, beber de la copa, esa era la instrucción inequívoca. Eso es lo que recoge Pablo y lo transmite a los corintios. Por tanto, participar de esos símbolos, comiendo y bebiendo de los mismos con el entendimiento de lo que ellos representan es fundamental. Pablo les añade las siguientes palabras:

Porque cada vez que coméis de este pan y bebéis de esta copa, estáis anunciando la muerte del Señor, hasta que venga.

Comer del pan y beber del vino para la ocasión era tanto como anunciar la muerte del Señor en tanto El no regresara, siendo así una manifestación de la esperanza expectante del cristiano, la Venida del Amo. Todo eso estaba envuelto. Jesús hizo entrega “real” de su carne y de su sangre. Para recordar eso adecuadamente era necesario una participación “real” de los símbolos que representan esas cosas, el pan y el vino. Los Corintios necesitaron de ese recordatorio de Pablo para que acudieran dignamente a conmemorar la muerte del Señor, proclamando los beneficios de su muerte, representada en el pan y en el vino, hasta el regreso de su Señor en la Parousía. Por tanto habían de estar alerta a estas cosas:

Por lo tanto, el que coma del pan o beba de la copa del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Que cada uno se examine a sí mismo, y así coma del pan y beba de la copa; porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condena. 1 Corintios 11: 27-29 (Nuevo Testamento. Versión Ecuménica).

Lo que estaba tratando de corregir Pablo en los Corintios no era otra cosa, sino que distinguieran el valor de aquellos símbolos en esa ocasión particular y que se acercaran con la limpieza espiritual que a ello corresponde. No que examinaran si pertenecían a una “clase” especial de cristianos con quienes supuestamente se había hecho un “pacto en exclusiva” para un reino, sino si discernían o no el Cuerpo, el cuerpo de Cristo con su carne y su sangre inmoladas en sacrificio de rescate. Teniendo eso claro en su mente y en su corazón, podían y debían comer del pan y beber del vino en memoria de su Señor. El examen individual previo impediría la formación de grupos, la división entre los cristianos en un acto de tal significado. De esa manera se adquiere conciencia de la grandeza del acto y se le da la reverencia que merece.

La Atalaya del 15 de Febrero de 1998 invita a la asistencia a la conmemoración de la muerte del Señor, haciendo una explicación breve de su concepción de ese acto dentro del subtema ¿Estará Presente? En la página 22 dice así:

… Los pocos ungidos que quedan tomarán del pan sin levadura, que representa el cuerpo humano sin pecado de Jesús, y el vino tinto sin encabezar, que significa su sangre derramada en sacrificio. Solo deben participar los cristianos engendrados por espíritu, pues únicamente ellos están en el nuevo pacto y en el Pacto para el Reino, y tienen el testimonio innegable del espíritu de Dios de que abrigan la esperanza celestial. Millones de otras personas estarán presentes como observadores respetuosos que agradecen el amor que Dios y Cristo mostraron al ofrecer el rescate que hace posible la vida eterna (Romanos 6: 23). Párrafo 16 (Subrayado nuestro).

¿En dónde se dice que una “clase” de cristianos engendrados por espíritu han de participar del pan y del vino, mientras los demás han de limitarse a “observar”? ¿Lo dijo Jesucristo? No, en ninguna parte. Tampoco Pablo, quien recogió lo que el Maestro había transmitido, enseñó semejante cosa. Todos los cristianos son “cristianos engendrados por espíritu”, ya que nacen a una vida espiritual, no dependiente de “carne y sangre”, sino de Dios. Además todos entran en el Nuevo Pacto, que es el Pacto para un Reino. No me extiendo más en este tema, ya que lo considero suficientemente tratado en artículos anteriores. Quizá el problema para quienes se creen pertenecientes a una clase distinta a los demás esté más en el campo de la psiquiatría (si de verdad se lo creen, mediante todo ese supuesto proceso que explican) que en deducciones lógicas de un estudio concienzudo de la Palabra de Dios.

No pocas veces se han oído cosas ridículas en conversaciones con respecto al tema. Pero no solo conversaciones entre los testigos, sino que la misma Atalaya ha llegado a considerar unos extremos ciertamente extravagantes. La Atalaya del 1 de Abril de 1962 páginas 199-200, después de introducir una serie de preguntas para determinar la propia pertenencia a la “clase ungida”, continúa con estas otras:

Si es usted casado y su esposa no está en este pacto para el Reino, debe preguntarse usted: ¿Estoy preparado para morir estando consciente de que la dejo para nunca jamás unirme a ella otra vez en la Tierra, sino para unirme a Jesucristo y dejarla a ella sobre la Tierra? O si usted es una esposa y madre debe preguntarse: ¿Estoy preparada para dejar atrás a mis hijos y jamás servirles ya de madre y jamás asociarme con ellos a través de toda la eternidad? ¿El que yo sea de la novia de Cristo está antes de que yo sea esposa de un marido sobre la Tierra? ¿Quiero estar con Jesús más que con ese hombre amado, y estar con él por toda la eternidad?

Estas son algunas de las cosas en las cuales pensar para saber lo que hacemos, para saber cuál será nuestro destino. Entonces estaremos seguros de cuál proceder debemos adoptar en la cena del Señor, si debemos participar del pan y del vino o no.

Vistas de esa manera las cosas, más bien parece que a los “privilegiados ungidos” los lleven al matadero. Es muy difícil ante tamañas necedades entender la visión del Reino de Dios que pueda ser concebida en una cabeza humana, mayor surrealismo imposible. ¿Cómo imaginar a Pablo explicando esas insensateces a los corintios? O ¿Cómo concebir que Jesucristo pusiera esas perspectivas ante sus discípulos?

Jesucristo instituyó esa celebración en conmemoración de su muerte con unas palabras muy claras y que vuelvo a repetir: Comed… Bebed todos. Fue una institución para participar. ¿Qué sentido tiene partir pan para que nadie tome de él o verter vino en una copa para que nadie lo beba?

Dada la enseñanza sobre ese acontecimiento que Cristo transmitió a sus discípulos, los primeros con quienes compartió la primera celebración, y que Pablo recordó a los cristianos de Corinto, y teniendo en cuenta “los pocos ungidos” que quedan, tal como afirma La Atalaya, resulta que no hay ni siquiera un ungido por congregación, lo que significa que en la inmensa mayoría de las reuniones celebradas entre los Testigos de Jehová para recordar la muerte del Señor únicamente hay personas que no van a participar del pan y del vino.

Eso significa, como dice La Atalaya, que millones asisten como “observadores”. ¿Observadores de qué? Siendo la intención de Jesucristo de que sus seguidores se reunieran en esa ocasión para “comer” del pan y “beber” del vino, es decir, para “participar”, ¿Qué sentido tiene observar cómo se pasea el pan y el vino de un extremo al otro del salón para que nadie participe de ellos? ¿Qué clase de celebración es esa cuando hay total ausencia de lo fundamental, comer del pan y beber del vino para conmemorar la muerte del Señor? Jesús había enseñado:

En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Juan 6: 53-54 (BJ).

Siendo eso la base para la Vida, es lógico que Jesucristo en el momento cumbre de su vida transmitiera y dejara para sus seguidores un acto en el que recordar ese hecho trascendental, en el que la participación de los emblemas que simbolizan esas verdades es lo verdaderamente importante.

Después de atribuir a situaciones emocionales, creencias anteriores, etc. como factores que pudieran hacer que una persona pudiera sentirse impulsada a “participar” de los emblemas, La Atalaya del 15 de Febrero de 1998 pasa a decir:

Pero todos debemos recordar que las Escrituras no nos mandan tomar los emblemas de la Conmemoración para poner de manifiesto nuestra gratitud por el sacrificio de rescate de Cristo. Página 22, párrafo 17 (subrayado nuestro).

¿En dónde dice o sugiere semejante cosa la Escritura? Básicamente estamos considerando todo lo que dice la Biblia al respecto y lo único que encontramos es invitación a “comer” del pan y “beber” del vino. Las palabras de Pablo son, entre otras:

Porque cada vez que coméis de este pan y bebéis de esta copa, estáis anunciando la muerte del Señor, hasta que venga.

“Cada vez que coméis de este pan y bebéis de esta copa…” ¿Se puede ser más explícito? ¿Cómo se puede hacer eso, anunciar la muerte del Señor, de otra manera que no sea la que Pablo mismo expresa, a saber, participando del pan y del vino?. El caso no es el que muestra La Atalaya al referirse a las motivaciones de otras personas para participar de los emblemas, sino todo lo contrario. Son ellos quienes han alterado la situación para sus adeptos. De hecho, los testigos de Jehová no están enseñados para actuar de acuerdo a conocimiento o entendimiento de la Escritura, sino de acuerdo a lo que sus líderes deciden. No hacerlo así, lleva inevitablemente a problemas dentro de la organización. La realidad no es que los propios testigos de Jehová se sientan o no pertenecientes a uno u otro grupo que caprichosamente han creado dentro del cristianismo, sino que actúan de acuerdo al fuerte adoctrinamiento que reciben del mal llamado “esclavo fiel y discreto”, en especial de los dirigentes de las oficinas centrales en Brooklyn.

Fiel reflejo de la personalidad de este grupo integrista que conforma el “Cuerpo Gobernante” es la escrupulosa observancia de detalles insignificantes, como el día y la hora exactos del momento en que debe dar comienzo el acto y la interpretación caprichosa de lo que la Biblia dice con respecto a ese acto trascendental y que tiene repercusión en la forma de celebrarlo. Se muestran exactamente como los fariseos, que daban atención al más mínimo detalle de sus tradiciones y pasaban por alto lo más importante. Con su enseñanza y su práctica de celebrar ese acontecimiento han dejado vacía de contenido la misma esencia de la celebración.

Teniendo en cuenta la doctrina que la Watch Tower mantiene por la que los cristianos se consideran pertenecientes a dos grupos diferentes y que al participar del pan y del vino en la ceremonia que se lleva a cabo al celebrar la conmemoración de la Cena del Señor la persona exterioriza su integración en la clase “ungida”, puede hacerse un recuento de las personas que así actúan para llegar a la cifra global de los supervivientes de esa clase.

Así las cosas, creo que merece la pena echar un vistazo a los números. Confieso mi alergia a la manera cómo la Sociedad ha utilizado en general todo tipo de cifras y las ha utilizado como elemento propagandístico, sin embargo una reflexión mínima centrada en el aspecto que nos ocupa, puede ser esclarecedora. Hay que partir de la base de que a partir de 1.935 prácticamente quedó cubierto el cupo de los que albergan esperanza celestial, salvo singulares deserciones. Todo ello de acuerdo a lo que la propia Sociedad ha ido publicando frecuentemente.

Por otra parte podríamos establecer una edad media (el lector ejerza su criterio o su conocimiento y corrija si tiene otra opinión que le parezca más exacta) de 25 años para aquellos que en aquel año decidieron permanecer en el grupo de los ungidos, 52.465 según informe publicado (Los Testigos de Jehová Proclamadores del Reino de Dios, página 717).

Año tras año, en la celebración anual de la conmemoración de la Cena del Señor, suele hacerse hincapié en la “drástica disminución” que se viene observando en el número de los de la clase “ungida”. Cuando oía semejantes afirmaciones, muchas veces pensaba cómo podrían interpretarse de esa manera las cifras, llegando a la conclusión de que, en realidad, lo que existe es ausencia de reflexión en este tema como en muchísimos otros. En realidad todo se resume en repetir como loros lo que las publicaciones de la Sociedad afirman sobre el particular y que tienen por finalidad su aportación como “prueba” de la inminencia del fin. Así La Atalaya del 1.4.82, página 26, párrafo 5, comienza de esta manera:

En esta hora tardía los miembros del resto ungido que cada vez son menos…. (subrayado nuestro)

¿Cuán tardía era en realidad esa hora, considerada hoy, 18 años más tarde? Es un tópico que se repite vez tras vez sin más credibilidad que la que quien lea ese tipo de declaraciones quiera concederles.

La Atalaya del 15.2.95 en la página 19, párrafo 6 se dice:

En los últimos años, se ha reducido mucho el número de los que quedan del rebaño pequeño en la Tierra. Este hecho se evidencia en el informe de la Conmemoración de 1994. En las aproximadamente 75.000 congregaciones del pueblo de Jehová que hay por todo el mundo, sólo 8.617 personas participaron de los emblemas, demostrando así que profesan pertenecer al resto. (Mateo 26: 26-30) Subrayado nuestro.

Si analizamos fríamente los números veremos bastantes inconsistencias que salen a la luz sobre la doctrina de la Watch Tower que estamos considerando. En primer lugar no es lógico que más de la tercera parte de los ungidos (52.465) estuvieran vivos en un solo siglo, el siglo XX, en el que a los dirigentes de la Watch Tower les ha tocado vivir. Si les asignáramos esa media de 25 años que tuvieran entonces, nos daría como resultado que la media de años actual sería de 88 años. Si en ese año (1935) se cerró “oficialmente” la puerta para los “ungidos”, siendo a partir de entonces los de la “grande muchedumbre” los llamados a unirse a las filas de los testigos de Jehová, ¿cuántos podrían quedar como supervivientes de aquella cifra inicial? ¿Cincuenta, cien, doscientos, tal vez? Y ¿En qué condiciones? ¿En plenitud de facultades para “dar el alimento al debido tiempo”? ¿De dónde han salido los demás hasta completar la cifra actual, 8.795 según informe para 1997?.

Considerémoslo desde otro punto de vista. Es de ley natural que la disminución de un grupo de personas se acelera con los años, no se ralentiza. Esa, sin embargo, no parece ser la lógica en el ciclo vital de la clase “ungida”. Según el cuadro de la página 716 del libro Proclamadores antes mencionado, los 52.465 que participaron de los emblemas en 1935 quedaron reducidos a menos de un tercio veinte años más tarde, en 1955 (16.815). Esa tendencia en la caída quedó frenada en los siguientes veinte años, en los que aún quedaban 10.550 para el año 1975. La tendencia se amortiguó más todavía en el siguiente período de veinte años. De manera que en 1995 aún quedaban 8.645 personas que alegaban pertenecer a la clase “ungida”. En veinte años una población en edad bastante avanzada sólo registró una merma inferior al 20%, menos de un 1% anual como promedio.

Más clarificador resulta aún si examinamos los últimos diez años durante los cuales prácticamente no se ha movido la cifra. De hecho, aunque en número inapreciable, la cifra ha aumentado consecutivamente durante los tres últimos años. Resulta paradójico que, cuando la tendencia a la desaparición de los de la “clase ungida” tenía que ser más pronunciada, es precisamente cuando se mantiene prácticamente inalterable. Hagamos una reflexión sencilla: Supongamos que conocemos a 1.000 personas que actualmente tienen, digamos, entre 80 y 100 años. Si hacemos el recuento de las mismas dentro de un año ¿cuántas encontraríamos vivas? ¿Y si volvemos al año siguiente, y al siguiente… cuántas vivirían aún? No parece ese el caso de los “ungidos”, más bien parece que pertenecen a un club de “inmortales”. Naturalmente, lo que se evidencia es que desde 1935 hasta hoy se han añadido nadie sabe cuántos a esa cifra, con lo que en lugar de estar hablando de 144.000, estaríamos quizá hablando de más del doble o el triple de esa cantidad. Más aún si tenemos en cuenta que los cristianos del primer siglo pertenecieron en su totalidad al grupo de la clase “ungida” (siempre según su teoría). Si es verdad que antes de que se empezara a recoger a los de la “grande muchedumbre”, se estuvo recogiendo a la clase “ungida” y a nadie más, ¡qué pobre balance durante diecinueve siglos de cosecha! No tiene el más mínimo sentido.

Pero, situémonos al día de hoy, y volvamos a examinar otra vez las palabras de La Atalaya:

En los últimos años, se ha reducido mucho el número de los que quedan del rebaño pequeño en la Tierra.

¿Cuáles son esos últimos años, los diez últimos años, tal vez? Pues bien, en ese período de tiempo la disminución ha sido exactamente de 13 personas para un total de 8.808 personas (en 1.987), aproximadamente una persona al año. ¿Cree usted que eso confirma la rotunda afirmación de La Atalaya? ¿se podría eso calificar de una reducción considerable? ¡Ni siquiera se puede hablar de reducción!

Así las “enternecedoras” palabras que los discursantes suelen pronunciar cada año con ocasión de la conmemoración de la muerte del Señor en el sentido de que “ya quedan muy poquitos y están muy viejecitos” son bastante ridículas si se reflexiona en lo que las cifras en su fría, pero incontestable realidad, nos muestran. Todas estas reflexiones aquí hechas únicamente tienen por finalidad el comprobar lo ilógico que resulta todo lo relacionado con esa manera de “contemplar”, ya que no de “celebrar” la conmemoración de la muerte del Señor, debido a tener que acomodarla a una doctrina falsa y absurda, la división en dos clases de la comunidad cristiana.

La retórica especulativa sobre ese asunto no cesa:

La acción de sellar final al resto de los 144.000 ungidos se acerca. La Atalaya 1.3.98, página 12, párrafo 18.

¿Cómo saben semejante cosa? Es algo que se alarga… se alarga. Sucede como sucedió con el asunto de “la generación que no pasará”. Aquí se acerca todo, pero nunca llega nada. Es la demagogia por la demagogia, el escribir y llenar páginas para no decir nada provechoso, pero sí muchas incongruencias.

El apóstol Pablo escribe a los corintios esclareciendo el significado de la cena del Señor. Advierte sobre el peligro de una celebración no acorde con lo expresado por el Señor y lo grave de participar del pan y el vino en esas condiciones, ya que supone “comer” y “beber” su propia condenación. La razón pues está ahí, en una manera incorrecta de llevar a cabo la celebración. Habrían de examinarse y, una vez restablecido el “conocimiento”, cuando “discernieran el cuerpo”, entonces podrían participar apropiadamente. Nada hay que sugiera averiguar si pertenecían a una u otra clase, en cuyo caso, al no poder cambiar de “clase” (supuestamente todos eran “ungidos), no habría lugar a la frase:

Que cada uno se examine a sí mismo, y así coma del pan y beba de la copa; porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condena. 1 Corintios 11: 28-29.

En cambio sí que podían cambiar la actitud y obrar en consecuencia. En ninguna parte de la Biblia se habla de otras condiciones para “comer” del pan y “beber” del vino que representan respectivamente la carne y la sangre del Señor Jesucristo. El propio Pablo les da el consejo apropiado:

Por consiguiente, hermanos: cuando os congreguéis para comer, aguardaos unos a otros. El que tenga hambre, que coma en su casa, para que así vuestra reunión no sea para condena. Lo demás ya lo dispondrá cuando vaya. 1 Corintios 11: 33-34 (Nuevo Testamento. Versión Ecuménica).

No era la ocasión para ir a comer por separado o en grupo, sino para participar de la mesa del Señor. Quien por alguna circunstancia no podía aguantar, podía saciar el hambre en su propia casa y asistir dignamente a la conmemoración de la Cena del Señor. Ninguna alusión a examinarse si uno pertenece a una determinada “clase”, sino a considerar la manera de conducirse. La exposición que nos hace Pablo de la manera de celebrar la conmemoración de la Cena del Señor debe ser suficientemente esclarecedora para nosotros. No obstante hay algunos otros aspectos que podemos considerar.

Por ejemplo, ¿Cuántas veces debe celebrarse la conmemoración de la cena del Señor, en qué época y en qué lugar? La iglesia Católica establece que la comunión (el sacramento que se corresponde con “comer” del pan debe hacerse una vez al año, como mínimo, por Pascua florida). La misa, la realización “incruenta” de la muerte de Cristo, la celebran diariamente. Otras confesiones religiosas tampoco ponen límite a las veces que pueda celebrarse la conmemoración de la cena del Señor.

Justino, que vivió en el siglo segundo describe con algún detalle cómo ellos llevaban a cabo esta celebración. Entre otras cosas dice lo siguiente:

Y este alimento se llama entre nosotros “Eucaristía”, de la que a nadie le es lícito participar, sino al que cree ser verdaderas nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó. Porque no tomamos estas cosas como pan común ni bebida ordinaria, sino que, a la manera que Jesucristo, nuestro Salvador, hecho carne por virtud del Verbo de Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación… (Apología I 66: 1-2)

Luego, cuando el lector termina, el presidente, de palabra, hace una exhortación e invitación a que imitemos estos bellos ejemplos. Seguidamente nos levantamos todos a una y elevamos nuestras preces, y éstas terminadas, como ya dijimos, se ofrece pan y vino y agua, y el presidente, según sus fuerzas, hace igualmente subir a Dios sus preces y acciones de gracias y todo el pueblo exclama diciendo “Amén”. Ahora viene la distribución y participación, que se hace a cada uno, de los alimentos consagrados por la acción de gracias y su envío por medio de los diáconos a los ausentes. Los que tienen y quieren, cada uno según su libre determinación, da lo que bien le parece, y lo recogido se entrega al presidente y él socorre de ello a huérfanos y viudas, a los que por enfermedad o por otra causa están necesitados, a los que están en las cárceles, a los forasteros de paso, y, en una palabra, él se constituye provisor de cuantos se hayan en necesidad. Y celebramos esta reunión general el día del sol, por ser el día primero, en que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo, y el día también en que Jesucristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos… (Apología I 67: 4-7).

Aunque hay algunos elementos no esenciales y, posiblemente, fuera de lugar, para entonces se había establecido una celebración de la “Eucaristía” (acción de gracias en griego, debido a que Jesucristo dio gracias en esa ocasión) el día primero de la semana, el domingo.

En los evangelios se describen las celebraciones de la Pascua judía de Jesucristo con sus discípulos, con extensión en los detalles de preparación para las mismas. En los escritos apostólicos, sin embargo no se relatan celebraciones en las que se hicieran arreglos ostentosos para conmemorar la muerte del Señor como si se tratara de un acontecimiento que se llevara a cabo en una fecha específica cada año. Por el contrario, parece que se estableció como una práctica habitual en las reuniones de los primeros tiempos el introducir la “fracción del pan”, término con el que se denominaba también el acto de conmemorar la muerte del Señor. Las palabras de Pablo que con anterioridad hemos considerado así lo dan a entender:

Por consiguiente, hermanos: cuando os congreguéis para comer, aguardaos unos a otros. El que tenga hambre, que coma en su casa, para que así vuestra reunión no sea para Condena.

Es evidente que, en ese contexto, sí estaba tratando explícitamente comer la Cena del Señor. También hay el testimonio de Lucas de que los primeros conversos así lo hacían:

Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. Hechos 2: 42. (BJ)

Todas esas eran prácticas en las reuniones cristianas, donde se ahondaba en el conocimiento de la enseñanza relacionada con Jesucristo, la nueva situación de la voluntad divina para la salvación, así como en la comunión de todos, compartiendo cosas, ayudándose, participando del mismo espíritu, orando unos por otros y dando gracias por la nueva fe. Y por supuesto participando del banquete espiritual en memoria de Cristo. Pablo menciona de alguna manera eso en estas palabras:

La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?. Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un solo cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan. 1 Corintios 10: 16-17 (Valera)

¡Qué diferencia con esas reuniones insulsas, carentes del calor cristiano, centradas en una insistencia machacona de cómo “colocar” libros, revistas y toda clase de literatura, de mero márketing y sin un espíritu de comunión real! ¡Qué manera de perder el tiempo! Pero volvamos a lo nuestro.

Si tomamos como referencia el relato de Hechos 20: 7-11, notamos que Pablo en el tiempo que permaneció en Tróade, en la última etapa de sus viajes misionales, se reunió el primer día de la semana (domingo) con quienes estaban reunidos para “partir el pan”. Allí se alargó en su discurso hasta la media noche y, posteriormente antes de marcharse “partió el pan y comió”. Indudablemente en esa reunión, aparte la instrucción de Pablo, celebraron la conmemoración de la cena del Señor, como denota la expresión “partir el pan”. Dicha reunión tuvo lugar en domingo, pero no “comieron la cena” hasta bien avanzada la noche, quizá ya en la madrugada del día siguiente.

De todo ello, se deduce que era normal que los cristianos de aquellos tiempos incluyeran en sus reuniones un acto para conmemorar la muerte del Señor de la forma ya descrita. Parece que solían utilizar el domingo (primer día de la semana) como el día para llevar a cabo esa reunión y no había una hora predeterminada. Cualquier sitio era apropiado para tal ceremonia. Pablo lo hizo en un tercer piso y después de la media noche. Quizá ellos mismos llevaban el pan y el vino para la ocasión. Posiblemente, con el paso del tiempo y el crecimiento de las comunidades cristianas pudieron modificarse los arreglos, pero manteniendo siempre lo fundamental, es decir lo que ha quedado registrado en la Biblia, participar de los emblemas conscientes de su simbolismo y lo que representan, con fe en el sacrificio de Jesucristo, con el testimonio de una vida limpia, recordando agradecidamente y proclamando por ese acto la muerte del Señor, haciendo de la vida propia una que de verdad refleje la espera de la vuelta gloriosa de Jesucristo.

Todo lo demás admite matices y da lugar a detalles interpretativos en cosas secundarias. Puede llevarse a cabo en grupos pequeños o grandes, en un lugar público o privado, en familia, con amigos, o con toda la congregación, más tarde o más temprano. De las palabras de Pablo cabe entender que los Corintios se reunían para comer juntos, teniendo después alguna consideración de tipo espiritual e incluyendo la celebración de la Cena del Señor. Eso se prestaba a los abusos a los que se refiere en su carta y que trataba de corregir. En esas circunstancias era fácil que algunos cometieran excesos y otros se sintieran menospreciados. Difícilmente, entonces, se podría tener una celebración digna, distinguir lo grandioso del significado de los símbolos y participar dignamente de ellos. Ha de velarse para que lo esencial quede intacto, tal como se relata en la Palabra de Dios, quedando margen suficiente para diversidad en lo accesorio. Lo que no cabe es la discriminación de las personas en virtud de criterios de “clase”, de “privilegios” de corte sectario.

En la actualidad, eso es difícil que suceda, pero por exceso o por defecto, se han introducido una serie de doctrinas sin base en lo que se nos ha transmitido a través de la Escritura. Quienes se han esclavizado a cualquier doctrina humana que corrompe el sentido de la Palabra de Dios en esa cita cristiana, en lugar de aferrarse torpemente a sus ideas, adaptando la doctrina y la enseñanza a los criterios propios, desfigurando por completo el sentido de la fiesta, bien podían deponer su terquedad, examinar a conciencia su historia y la Sagrada Escritura, y rectificar humildemente, sin olvidar y meditando seriamente en el verdadero sentido de las palabras del apóstol:

Por lo tanto, el que coma del pan o beba de la copa del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Que cada uno se examine a sí mismo, y así coma del pan y beba de la copa; porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condena.

A lo largo de la historia ha sido larga la controversia levantada en torno a esta celebración, atribuyendo diferentes significados a los emblemas y perdiendo mucho tiempo y energías en discusiones que han llevado a interpretaciones diferentes. En muchos casos, eso ha conllevado la elaboración de normativas artificiales e innecesarias, ya que no parece justificada tanta “reglamentación” para participar dignamente en esta fiesta que instituyó Jesús y para la que existe suficiente información bíblica directa.

En lo que toca a la extraña concepción del acto por parte de la Watch Tower, en lugar de aprovechar una ocasión, la más importante junto a la del bautismo, para atraer la atención hacia sí mismos, confundiendo la mente de las personas al hacer que una buena parte del tiempo de la reunión se dedique a explicar si se debe o no participar según se pertenezca o no a una “clase” elevada sobre el resto de los asistentes y ensalzada más allá de lo que a humanos corresponde, harían bien en colaborar para que se discerniera lo auténticamente importante, el Cuerpo de Cristo, a fin de centrar toda la atención en el valor de su muerte y no privar a otros del derecho a beneficiarse al proclamar la muerte de su Señor, mediante participar de los símbolos de su carne y sangre hasta que finalmente venga a darles la Vida en su gloriosa Parousía.

Raymond Franz recoge una pregunta que su esposa hizo a su tío, F. Franz, y la respuesta de éste después de haber escuchado el discurso que poco antes había pronunciado con ocasión del memorial de aquel año:

“Noté que no hizo mención alguna de las ‘otras ovejas’ en ninguna parte de su discurso. ¿Por qué fue esto?” El respondió que consideraba esa noche como una que pertenecía especialmente a los “ungidos”, y añadió, “Así que, yo me concentro en ellos”. Crisis de Conciencia, página 316 (subrayado nuestro).

Es difícil saber de qué parte de la Escritura se puede extraer semejante conclusión. Más difícil todavía resulta llegar a entender el sentido que tiene acaparar, por parte de unos pocos, toda la atención de un acto, instituido por Jesucristo, exclusivamente para hacer proclamación pública del valor de su muerte. Las palabras de Jesucristo fueron bien claras:

Haced esto en memoria de mí.

Desde el punto de vista de enfoque de atención a lo que pueda corresponder a las personas cristianas, esa celebración es un acto de comunión, de unidad, de igualdad de todos al participar del mismo pan y de la misma copa en comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo. Las palabras de Pablo al respecto son claras y merecen ser consideradas de nuevo:

La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?. Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un solo cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan.

Así las cosas, y debido a que, al revés de lo que dice La Atalaya, muchos (tal vez desde su infancia) puedan estar imbuidos por el espíritu que la Watch Tower ha introducido en esa celebración, hemos de hacer un esfuerzo por acomodarnos a lo que dice la Palabra de Dios, despojando a este acto de todo aquello que lo desvirtúe, no permitiendo que las pretensiones de unas personas ambiciosas se cuelen como intrusos dentro de las cosas sagradas, asumiendo el protagonismo que pertenece exclusivamente a Jesucristo y al recuerdo de su muerte.