“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice á las iglesias. Al que venciere, daré á comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (Apo. 2:7)
Por Ing° Mario A Olcese (Apologista)
No hace mucho mi familia y yo visitamos el antiguo predio de mi padre el cual estaba sembrado de maíz, camote, tomate, cebolla, etc y que está regado por las aguas límpidas y frescas que corren por el cauce del río Lurín, al sur de Lima. Alrededor de la hacienda se veían los montes escarpados con cabras trepando y retozando, y un cielo azul, moteado por nubes blancas como el algodón y aves que iban de un lado a otro cantando y exhibiendo sus plumajes de lucidos colores. Todo se veía maravilloso, puro, fresco, relajante, y estimulante. La atmósfera realmente era maravillosa y tranquila, sin la agitación y la contaminación de las grandes ciudades. Nos encontramos con los antiguos trabajadores que ya son octogenarios y que aún sembraban sus parcelas, y que asombrosamente gozaban de una salud y fortaleza envidiables. “Es por el aire y la comida sana”, nos dijeron.
Y había Jehová Dios plantado un huerto en Edén al oriente, y puso allí al hombre que había formado (Génesis 2:8).
Cuando reflexionamos en el paraíso que Dios creó hace seis mil años para los humanos, como una enorme hacienda sin contaminación, sin maldición, sin violencia, sin enfermedades, y sin muerte, en donde la gente pudiese vivir en armonía con Dios y Su creación, nos preguntamos: ¿Podrá acaso algún día restaurarse ese estupendo prístino paraíso para que todos vivamos felices y sin penurias?¿Será posible que algún día se haga realidad el sueño de que todos tengamos una casa de campo con tierras benditas y agua en abundancia y sin que ninguno de los animales salvajes nos agredan?¿Será posible que algún día gocemos todos de una excelente salud y longevidad envidiables, alimentándonos sólo de productos del campo que no recibieron fertilizantes químicos e insecticidas?¿Será posible que nuestros vecinos sean todos personas probas y de confianza, de modo que no tengamos que asegurar nuestras puertas y ventanas por temor a los intrusos? Este anhelo no es de ningún modo una utopía inalcanzable o un sueño de toxicómanos. La Biblia nos habla de un paraíso restaurado como fue al principio.
Bien que esperamos cielos nuevos y tierra nueva, según sus promesas, en los cuales mora la justicia (2 Pedro 3:13).
Una de las grandes promesas de la Biblia es que habrá una nueva tierra donde more la verdadera justicia. Esto significa que Dios regirá el mundo a través de Su Ungido con justicia y rectitud para que todos los hombres vivan contentos y sin penurias. Hoy, las cortes de justicia están atestadas de demandas de millones de hombres que buscan ser escuchados y atendidos, tanto de ricos como de pobres, pero especialmente de los pobres y desposeídos. Pero en la nueva sociedad, los problemas judiciales habrán desaparecido por completo porque el gobernante divino, el Señor Jesucristo, regirá con sabiduría celestial, administrando con sagacidad la nueva sociedad que él implementará en el mundo renovado. El profeta Isaías dice que “He aquí que para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en juicio.” (Isa. 32:1).
La restauración de todas las cosas (Hechos 3:21)
Jesús no viene a destruir el mundo sino a los que destruyen Su paraíso, y esto porque hombres egoístas tomaron malas decisiones, alterando el ecosistema de nuestro mundo. Dice la Escritura: “Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra”. Así que Dios está enfadado con los hombres que destruyen su creación, este hábitat ideal que Dios planeó con mucho amor y sabiduría. Sin embargo, una y otra vez la Biblia nos dice que Dios hará nuevas todas las cosas, es decir, que restaurará todas las cosas a su estado original. Jesús está ahora retenido en el cielo hasta el tiempo de la restauración (regeneración) o del restablecimiento de todo lo que está estropeado por causa de los hombres impíos que son los instrumentos del diablo. Dice Pedro: “A quien (Cristo) de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo” (Hechos 3:21).
Juan dice que todo el mundo yace bajo el poder del diablo (1 Jn. 5:19), y es justamente el diablo quien originó todo este caos en el mundo, al inducir a los hombres a alterar el orden natural de las cosas. Y claro, todo comenzó cuando Adán escuchó la voz de su esposa Eva, quien repitió la misma sugerencia del diablo a su marido para desobedecer el mandato divino. De este modo sobrevino la maldición en la tierra. “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida”.
Sión será nuevamente como un paraíso (Isa. 51:3)
“Ciertamente consolará Jehová á Sión: consolará todas sus soledades, y tornará su desierto como paraíso, y su soledad como huerto de Jehová; hallarse ha en ella alegría y gozo, alabanza y voz de cantar” (Isa. 51:3). El profeta Isaías predice que Sión, el monte del Eterno (símbolo de Jerusalén y de la nación Judía entera), será como un paraíso y sus desiertos como huertos. Esto nos habla de un país restaurado en todo el sentido de la palabra, con tierras fértiles, huertos frondosos, alegría, paz, gozo, alabanza y cánticos espirituales de parte de su pueblo. Un verdadero paraíso restaurado para los herederos del reino milenario de justicia.
De cierto, te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc.23:43)
El ladrón en la cruz le dijo a Jesús que se acordara de él cuando viniese en su reino, y Jesús le ofreció el paraíso, lo cual vincula el reino con el paraíso venidero. Ese paraíso es descrito también en Apocalipsis 21: El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice á las iglesias. Al que venciere, daré á comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (v. 7).
Para poder saber qué es en verdad aquel paraíso que Jesús le ofreció al “buen ladrón”, será necesario examinar los 3 pasajes bíblicos que hablan sobre él en el Nuevo Testamento. Uno de ellos, el de Lucas 23:42, ya lo hemos examinado. Ahora Vamos a examinar 2 Corintios 12:2-4. En Este texto San Pablo dice:
“Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el TERCER CIELO. Y conozco al tal hombre…que fue arrebatado al PARAÍSO, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre ex presar.”
Aquí Pablo está hablando de que el paraíso puede ser el tercer cielo. Nótese que dice que fue “arrebatado al tercer cielo” y “arrebatado al paraíso” en el mismo versículo. Nuevamente aquí tenemos que reflexionar en lo siguiente: ¿Fue arrebatado Pablo al “tercer cielo”, y desde allí, nuevamente “arrebatado al paraíso”? ¿ O es más bien que “paraíso” y “tercer cielo” significan lo mismo? Personalmente creo que “paraíso” y “tercer cielo” significan lo mismo. Entonces el “tercer cielo” es el “paraíso” en este versículo.
También es interesante de que Pablo habla de que ese arrebatamiento pudo haber ocurrido “en el cuerpo” o “fuera del cuerpo”. ¿Qué se entiende por “fuera del cuerpo”? No lo sabemos exactamente. Tal vez “fuera del cuerpo” quiera decir, “en éxtasis”, o “en visión” (verso 1). Pero lo cierto es que esta persona arrebatada (muy probable Pablo mismo) oyó palabras inefables que no se pueden explicar.
Paraíso y el Árbol de la Vida
El tercer pasaje que nos habla del paraíso lo encontramos en Apocalipsis 2:7, que dice:
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré de comer del ÁRBOL DE LA VIDA, el cual está en medio del PARAÍSO DE DIOS.”
Ahora, obsérvese que EN MEDIO del llamado PARAÍSO está EL ÁRBOL DE LA VIDA. Este detalle, del “árbol de la vida”—en medio—del “paraíso”, es clave para entender qué es el paraíso ofrecido por Jesús al “buen ladrón” de la cruz. De manera que hay que averiguar en qué otros pasajes del Nuevo Testamento encontramos ese misterioso “árbol de la vida”. Pues bien, gracias a Dios que tenemos otros versículos en Apocalipsis 22:2 y14, que dicen:
“EN MEDIO de la calle de la CIUDAD, y a uno y otro lado del río, estaba el ÁRBOL DE LA VIDA…bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas de la CIUDAD.”
Ahora comparemos con atención los textos de Apocalipsis 2:7 y Apocalipsis 22:2,14, porque ambos textos nos dan mucha luz sobre el llamado “Paraíso de Dios”. He aquí 4 puntos:
1.- El árbol de la vida está en medio del Paraíso de Dios (Apo. 2:7).
2.- El árbol de la vida está en medio de la calle de la Ciudad (Apo. 22:2).
3.- El Paraíso es una Ciudad, puesto que se nos dice que el árbol de la vida está en medio del Paraíso y de la calle de la Ciudad. (ver n°.s 1 y 2).
4.- Los cristianos verdaderos están llamados a entrar por las puertas de dicha Ciudad Celestial donde está el árbol de la vida.
El Paraíso y La Ciudad
Queda demostrado que el paraíso está estrechamente ligado a la ciudad celestial (“tercer cielo”). Nosotros, como cristianos, somos ciudadanos de esa ciudad celestial. Pablo afirma que “nuestra ciudadanía está en los cielos…” (Filipenses 3:20). Obviamente la palabra ciudadanía tiene que ver con una Ciudad. En nuestro caso, somos ciudadanos de la “Ciudad”, “Paraíso”, o “Tercer Cielo”.
El Paraíso Bajará a la Tierra
Lo siguiente es crucial y clave para entender la promesa de Jesús al ladrón de la cruz: ¿Subiremos al cielo para entrar por las puertas de la Ciudad o Paraíso?¿Prometió Jesús a sus seguidores llevarlos al cielo para entrar al Paraíso o Ciudad Santa? ¡Esta es otra historia! En Apocalipsis 21:2 leemos algo interesante:
“Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, DESCENDER del CIELO, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.”
El apóstol Pablo también escribió:
“Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos LA POR VENIR.” (Hebreos 13:14).
Del Patriarca Abraham, se dijo:
“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba…porque ESPERABA LA CIUDAD que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.” (Hebreos 11:8,10).
Aquí vemos que Abraham esperaba la ciudad (no dice, “esperaba ir a la ciudad”), a la cual se la llama también: “una patria” (Hebreos 11:14). Leer también Hebreos 11:13-16.
La Casa de Dios
Todo lo dicho hasta ahora tiene que ver con “La Casa de Dios”. Nuestro Padre celestial nos hizo a Su “imagen y semejanza” (Génesis 1:26). Es decir, Dios es un Padre de Familia (Leer Efesios 2:19). Así también los hombres forman familias y se convierten en padres. Dios tiene su Casa Propia en donde vive (Salmo 26:8). Así también el hombre edifica una casa en donde vive con su familia (Leer Isaías 65:21). Recordemos que Jesús habló de “la Casa de mi Padre” en Juan 14:2,3.
En 2 Corintios 5:1 Pablo dice: “…tenemos de Dios un edificio, UNA CASA no hecha de manos, eterna, en los cielos.” Por otro lado, es interesante lo que Pablo dice a los Hebreos (9:23,24) con las siguientes palabras: “Fue, pues, necesario que las FIGURAS DE LAS COSAS CELESTIALES fuesen purificadas así; pero las COSAS CELESTIALES MISMAS, con mejores sacrificios que éstos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano FIGURA DEL VERDADERO, sino en el cielo mismo para presentarse ahora delante de Dios.”
Lo que Pablo revela es que en el cielo hay unas COSAS, como por ejemplo, un santuario verdadero. En Hebreos 8:1,2 nos habla del tabernáculo que Dios levantó en el cielo, y no el hombre. Igual ocurre con la ciudad celestial, “cuyo arquitecto y constructor es Dios.” Si amigos, en el cielo HAY COSAS REALES o VERDADERAS hechas por la mano de Dios. Ese tabernáculo de Dios, donde Él mora, bajará a la tierra y “Dios estará con los hombres, y él morará con ellos.” (Apocalipsis 21:2,3).
Es evidente que los justos permanecerán en esta tierra (Proverbios 2:21), y Dios vendrá con su Ciudad Santa, Paraíso, o “Tercer Cielo” a la tierra. Entonces los justos entrarán a la Ciudad o Paraíso—¡en la tierra!. (Proverbios 11:31). Todo esto será para la era del Reino, la era del Mesías Jesús.
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